DIEZ DIAS DESPUES

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Él no llegaba y empecé a sentir miedo, miedo a que nunca llegara. El día anterior se sentó junto a mí en el sofá, no me miro, cualquier otro habría aprovechado esa oportunidad para tratar de huir, pero yo no era cualquier otro, no estaba fingiendo nada. Solo quería envolverlo en mis brazos y protegerlo, decirle que estaba bien. Apenas me animé a apoyar mi mano cerca de la suya, pero pareció no notarlo. Él solo murmuró “Esto es un error, si se enteran… si se enteran que me viste -se detuvo como si le doliera- No pueden matarte pero pueden hacer cosas terribles. Y a mí… a mí me mataran, lo harán.”. No sabía que decirle, que hacer o cómo reaccionar, así que solo lo escuche. “No pueden enterarse. Dios, esto esta tan mal”, dijo. No volvió a decir palabra solo sostuvo sus manos en su cara y luego las apoyó a sus lados mirando a la nada. Su mano tan cerca de la mía. Apenas llegué a acariciar su piel él se levantó, erguido y firme, respiró profundo y con pasos solidos caminó hacia la puerta y desapareció.

Me recosté en el sofá, recordando, esperando que entrara por esa puerta. ¿Le habría pasado algo? ¿Se habrían enterado? ¿Qué tal si entraba alguien más por la puerta? Un miedo frio me recorrió la columna. Automáticamente me puse la venda,  por si acaso. A los minutos la puerta se abrió, me sobresalte, y esperé. No escuché nada.

-¿Quién es?- dije con miedo.

-Soy yo, tonto- escuché su voz -¿Qué haces con la venda?- dijo al tiempo que me la quitaba.

-Tenía miedo de que se hayan enterado y bueno…- no quería decir lo que había pensado -que entrara alguien más.

-En todo caso, si se hubiesen enterado, la venda no les haría pensar lo contrario.

Tenía razón. Había apoyado algunas cosas en una mesa que había allí.

-¿Por qué tardaste?- pregunté, y me miró. Se quedó mirándome como obnubilado. -¿Qué?- fruncí el ceño

-Tienes unos ojos preciosos- dijo en voz baja, sacudió su cabeza. Traté de oculta la tonta sonrisa que se me había formado.

-¿Por qué tardaste?- volví a preguntar tratando de cambiar el tema. Él suspiró y miró el suelo.

-Estaba arreglando las cosas para mañana- hizo una pausa, y rogué que no lo dijera, pero sabía que llegaría -Mañana haremos el intercambio.

No.

Me paré, no podía caminar hacia él. Y como si me leyera el pensamiento vino hacia mí. Me miró a unos centímetros de distancia

-¿Quieres saber cuánto tiempo pasó?

Realmente no quería saberlo, para mi había sido como si lo conociera desde hace años. Y sabía que me decepcionaría la realidad.

-Prefiero no saberlo- con cuidado acerqué mis manos a su cintura, lentamente lo acerqué, él enredó sus brazos a mi cuello. Hasta este momento no había notado la apreciable diferencia de altura, hasta el momento en que se elevó en puntitas de pie y toco mis labios. Quería que este beso no terminara nunca, porque sabía que podía ser de los últimos que tendríamos.

who's that shadow (larry stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora