Parte 3

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"Cuidado con la tristeza. Es un vicio"
Gustave Flaubert

—¿Me dirás lo que te sucedió en el brazo? -le preguntó Niall a Casey.
Las clases ya habían acabado por ese día y no quedaba nadie más en el salón que ellos dos. Niall la había detenido antes de que ella huyera entre la masa de estudiantes para poder escuchar una explicación del por qué tenía esos cortes.
—No —le respondió ella evitando encontrarse con su mirada. Niall asintió con la cabeza comprendiendo que no tenía la confianza suficiente por parte de Casey como para contarle algo tan privado, incluso fue estúpido pensar que ella le diría algo, inclusive una pequeña pista.
—Está bien, tampoco es tu obligación contarmelo. Sólo pensé que si te desahogabas, tal vez eso te ayudaría...
—No seas ridículo —le interrumpió—. Tú querías enterarte de primera fuente por qué la odiosa Casey Whitmore se corta, para así divulgarlo por toda esta maldita escuela.
Niall se quedó callado. Casey era muy temperamental y en química ella le había dicho que la ignorara cuando dijiera tonterías. Y eso hizo.
—Adiós y que no te coman los monstruos bajo tu cama —dijo de repente Casey y se marchó del salón a paso apresurado. Niall reaccionó segundos después y corrió para alcanzarla.
Ella dobló por un pasillo y se perdió de su vista, Niall siguió corriendo hasta llegar a la salida y ver como ella se quedaba de pie fuera del colegio. A esa hora quedaban pocos alumnos y la mayoría se alejaba lo más que podía de Casey.
—¡Casey, espera! —todos se giraron a ver que sucedía. Casey ya estaba cansada de que siempre hicieran lo mismo cada vez que Niall le hablaba.
—¡¿Qué están mirando? Preocupense de sus vidas, inútiles! —les gritó ella a los demás. Niall se detuvo al ver como ella levantaba esa muralla que la apartaba del mundo, ahora sería más difícil conversar con ella.
Casey miró a donde estaba Niall y le hizo un gesto con la mano para que la siguiera. Comenzó a caminar para cruzar la calle y se volteó para verificar si el rubio la seguía.
—¡¿Vienes o no?! —le gritó. Él sonrió y caminó hasta llegar a su lado, comenzaron a caminar en cuanto no vieron ningún auto por la calle— ¿Dónde vives, Niall?
—¿Dísculpa? —eso lo desconsertó.
Casey se estaba impacientando, él parecía sorprenderse por todo y eso no era bueno.
"No es tan distinto a 'él'..." se decía. Se golpeó mentalmente y analizó el rostro de Niall. No se parecían, sólo eran alucionaciones suyas.
"Mejor así".
—¿Dónde vives?
—Y para qué quieres saber eso.
—Necesito pedirte un favor. Esto no es algo que haga todos los días, así que sientete halagado.
Niall miró al frente y apuntó con su dedo un semáforo.
—En ese semáforo, dobla a la derecha y sigue recto, mi casa es una con un gran árbol en el jardín delantero.
Casey se detuvo. Agarró del brazo a Niall y lo obligó a detenerse también, él quiso decir algo, pero ella lo calló.
—¿Es la #0248? —Niall asintió—. Y tu vecina de al lado es una mujer rubia mal vestida que siempre lleva las uñas de un intenso color rojo ¿cierto?
—¿Cómo sabes eso? —ahora Niall estaba impresionado ¿por qué ella sabía todas esas cosas si recién después de un año se hablaban?
—Lo siento, Niall. No puedo ir a tu casa, olvida el favor que te iba a pedir...
—Pero si ni siquiera me dijiste cuál era —esto se estaba tornando extraño.
Niall estaba confundido, ella sabía exactamente donde vivía y como eran sus vecinos sin haberla invitado antes a su casa. Tal vez conocía a los antiguos dueños y por eso sabía todo aquello, aunque era una posibilidad remota ya que su madre le había dicho que la familia que vivió antes en su hogar era muy apartada de las personas y que parecían aturdidos. Eso se debía a que el hijo menor de la familia había fallecido hace algunos años.
—No importa, de verdad que no puedo ir a tu casa —le dijo ella, casi rogándole.
—¿Conocías a la familia que vivía antes allí? ¿Es por eso? ¿Conociste al chico que murió? —Casey se tapó los oídos y cerró los ojos, Niall se asustó ante su reacción y por un momento comenzó a creer los rumores sobre ella, que estaba loca y que padecía una enfermedad mental que la hacía ser así.
Niall escuchó como ella susurraba "te odio" repetidas veces, sin respirar, sin recordar que estaba en medio de la calle. De pronto, ella volvió a la normalidad con los ojos llorosos y algo pálida como si nada hubiese pasado.
—Adiós, Niall —le dijo y se fue en la dirección contraria, dejando al chico con un torbellino de dudas en la cabeza.
Casey comenzó a correr sin darse cuenta, quería encerrarse en su cuarto y gritar contra la almohada, ahogar el dolor hasta dormirse y despertar para un nuevo y monótono día. Pero las cosas nunca sucedían como ella lo esperaba.
Sus pies la llevaron hasta la puerta de su casa, de madera con grietas de lo que fue pintura verde. Escuchó voces adentro y una risa aguda y escandalosa. Su madre había llegado y traía visita.
No quería entrar, de verdad que no quería. Siempre que su madre traía a alguien a la casa las cosas no terminaban bien, se peleaban por todo y al final la dejaban castigada y sin dinero para comprar "flores". 
Sus padres estaban divorciados desde hace cuatro años, le habían otorgado la custodia a su madre y su padre se fue a vivir a Londres con uno de sus hermanos. Casey adoraba visitarlo porque su tío era divertido y tenía un departamento con una vista espléndida, además que tenía una mejor relación con su padre y él no la culpaba ni le recordaba la partida de "él".
Giró el pomo cerrando los ojos y rezandole a Dios que su madre la ignorara. La casa estaba a oscuras con las cortinas corridas y con unas velas aromáticas esparcidas por la alfombra del linving. Casey pudo imaginar lo que ocurría. Era otro pretendiente.
Cruzó la entrada lo más rápido que pudo y una vez que piso el primer escalón de la escalera, no se detuvo hasta cerrar silenciosamente la puerta de su habitación.
Respiró aliviada y soltó una bocanada de aire contra la puerta. 
Lanzó su mochila al suelo y se tiró sobre su cama. 
Tenía muchas cosas en las que pensar y de las cuales la mayoría no eran buenas para su salud mental. Lo único que se permitió fue recordar la mirada de Niall, sólo eso. Le agradaba la calidez de su pupila y la forma en que brillaba y cambiaba de color con la luz. Se preguntó por qué no se había fijado antes en él, si Niall era diferente al resto. Tal vez estaba tan apartada de su entorno que no se daba cuenta de nada.
Sin embargo, no podía cambiar las cosas. Ese era su modo de desconexión del dolor, de la realidad y del pasado. Quería olvidar, mas era imposible. Así que se perdía en su mundo y hacía como que nadie existía.
Pero hoy, Niall la había conectado otra vez. La sorprendió y le hizo sentir otro tipo de emociones -como la gratitud y la simpatía- que se habían perdido en su cabeza hace mucho tiempo. Y lo peor de todo era que no dejaba de compararlo con "él". No se parecían físicamente, pero en la forma en que se preocupaba a pesar de haberla conocido hace un par de horas le ablandaba el corazón.
Hundió la cabeza en la almohada, acomodándose en la suavidad de la tela. Su habitación era el único lugar seguro dentro de su casa, el otro era el cementerio.
En eso recordó que pasado mañana sería miércoles, y eso significaba tomar el autobús después de la escuela, bajarse en la parada que quedaba frente a una cabina telefónica, caminar dos cuadras, comprar flores en el local de la señora Smith -una anciana de edad incalculable- y caminar entre los lechos de los muertos para detenerse frente a la lápida de "él".
"Te odio tanto, pero a la vez te extraño demasiado..." pensaba mientras contenía las lágrimas. Había llorado muchas veces encerrada en su habitación, siendo ignorada por su madre que no sabía del dolor que su hija sufría cada noche al recordar el rostro de su mejor amigo.
Una música lenta comenzó a sonar en el piso de abajo, se levantó a buscar su celular y los audífonos para evitar escuchar como su madre se acostaba con quien fuera que estuviera.
Estuvo acostada con la música al máximo hasta que la luz que entraba por la ventana se apagó y las paredes quedaron en penumbra. La luz anaranjada del poste frente a su casa se colaba entre las cortinas e iluminaba el techo, dandole un aspecto macabro al cuarto.
Casey no tenía ganas de dormir porque sabía que al final se despertaría, ella sólo quería dormir para siempre. Pero entonces recordaba la mirada de Niall, una sonrisa azul que aclaraba sus pensamientos. Tal vez, sólo esta vez, podía dormir deseando que el día siguiente llegara pronto.
Por la mañana, los pasillos estaban abarrotados de estudiantes que no paraban de hablar de un mismo tema: la fiesta de bienvenida. Todos los años, un mes después de iniciadas las clases, una vez que el comité de alumnos estaba formado y organizado, se realizaba una fiesta en el gimnasio que practicamente era un baile de gala. Las chicas siempre espereban expectantes la invitación de algún chico, cualquiera. Ya que si no eras invitada o asistías sin pareja, serías la burla de la escuela por el resto del año. Aunque estaba la gran excepción de Casey, que nadie se atrevía a invitar ni a molestar. Ella ni siquiera estaba interesada en esa fiesta, no hallaba nada bueno en tener que compartir otro año de su vida con las mismas personas y en el mismo lugar otra vez.
Sin embargo, un rubio que sobresalía entre la multitud, acompañado de uno con muchos rizos, un castaño y un moreno, estaba exaltado pensando en las posibilidades que tenía de conseguir pareja antes de que acabara la semana.
Casey se acercó hasta el mural que había colgado en la pared del pasillo con el afiche de la fiesta, era en tres semanas más y sólo podían asistir los alumnos del colegio, nadie que fuera de otro establecimiento. Casey sonrió de medio lado recordando el año anterior, en el que derramó litros y litros de aceite en la pista de baile antes de que todo iniciara, fue un verdadero placer ver como todos resbalaban contra el piso.
Este año tenía pensado soltar unas cuantas ratas y unos zorrillos para que todos salieran corriendo, era una tradición arruinar esa noche tan especial para los demás. Pero una odiosa voz la sacó de sus cabilaciones.
—¿Acaso piensar ir, Cass? —Dylan le susurraba en el oído y había acariciado un mechón de su cabello. Algunos se dieron cuenta de ese gesto, mirando con disimulo la escena. Se armaría una grande si Dylan provocaba a Casey.
—Por supuesto, ¿de verdad crees que me perdería la noche más importante de mi vida? —Casey utilizó ese tono de niña pequeña para fastidiar y hacer notar el sarcasmo en su voz. Dylan sonrió más ampliamente.
—¿En serio? Entonces ¿me harías el honor de acompañarme?
—Por supuesto, cuando esté muerta diez metros bajo tierra —ella volvió a su personalidad explosiva y escupió las palabras muy cerca del rostro de Dylan.
Ahora todos los observaban, incluído Niall.
—Hum...puedo esperar unos días, no te preocupes —le susurró él, pegando sus labios a su oreja y besando su cabello en cuanto alejó su rostro de ella.
Casey escuchó como un fuerte "crack" rompía todo su interior. No le permitió a sus ojos aguarse, ni a su piel sonrojarse de la rabia. Siguió con su expresión inflexible, como si Dylan nunca hubise pronunciado nada.
—Perfeco, compra smokin entonces, pero que sea negro, así ahorras y vas al funeral también —le espetó ella. Lo apartó de su lado con un empujón y se encaminó a su clase de algebra de esa mañana.
Dylan carcajeó un rato con la aceptación de los demás, era agradable ver de vez en cuando como alguien ponía en su lugar a Casey. Pero el chico dejó de reir cuando un rubio se le acercó.
—¿Eres amigo de Casey? —le preguntó Niall. Había observado todo, cada detalle y no tenía un buen presentimiento de todo ese show.
—¿QUÉ? No, claro que no. Es una maldita loca transtornada por la muerte, no me sorprendería que un día de estos se suicidara —le dijo casi gritando.
Niall quedó petrificado, no se esperaba esa respuesta.
Recordó la reacción que tuvo Casey el día anterior y la tristeza de su mirada, era un azul apagado, como un océano cubierto de neblina. Si unía esas dos cosas con las palabras de Dylan, tenía algo de sentido y eso lo asustaba.
Después le vino a la mente que Casey había golpeado a Dylan, y podría ser por eso que él había dicho esas horribles cosas acerca de ella. Se dijo a sí mismo que era ridículo pensar, aunque fuera por uno segundo, que esos dos fueran amigos.
El timbre sonó y la masa de adolescentes se dispersó hasta sus salas. Niall se dirigó hasta el salón de algebra y desde la puerta divisó a Casey sentada en su rincón habitual. Tenía unos audífonos puestos, pero parecía no escuchar música, ya que no hacía ningún movimiento de disfrutar el sonido.
Sin embargo, algo extraño sucedió. 
Cuando Niall entró, todas las miradas se posaron en él. Se sintió raro, como si la lente de una cámara lo persiguiera. Caminó hasta el puesto de Casey y los susurros se dispararon, eso lo molestó un poco.
—Hola —le dijo él. Ella se quitó un audífono y le sonrió.
—Hola.
—¿Me puedo sentar aquí? —Niall señaló la silla al lado de Casey, en la cual reposaba su mochila. Ella la sacó y la colocó encima de la mesa. Él le sonrió de vuelta y se sentó a su lado al mismo tiempo que sacaba su cuaderno y un lápiz.
Las voces de sus compañeros se hicieron más ruidosas.
—Se están dando un festín —dijo Casey. Niall no la comprendió de inmediato, pero fue cosa de mirar a su alrededor y darse cuenta de que hablaba: los rumores.
Casey llevaba un polerón negro con las mangas veinte centímetros más largas de lo necesario. Se aferraba a ellas como si su vida dependiera en ello, y practicamente así lo era. No dejaría que vieron sus cortes nunca más.
Ella ya era una profesional soportando la presión de los murmullos, pero a Niall le había pillado de sorpresa y era desesperante escuchar como todos hablaban de él, era como el zumbido de una mosca que no te dejaba en paz. Casey se dio cuenta, aunque no sabía como tranquilizar al rubio.
—Oye, recuerda que iba a ayudarte con algunas asignaturas —eso pareció distraerlo del entorno. Se giró hasta quedar frente a frente y él sonrió, de la misma manera en que llamó la atención de Casey ayer.
El profesor entró y todos quedaron en silencio. Comenzó a explicar la fórmula para resolver ecuaciones de segundo grado, mientras la mayoría ponía atención y tomaba apuntes. Pero Casey no podía apartar la mirada de la sonrisa de Niall, era reconfortante saber que quedaban personas que valían la pena en este mundo.
—¡Casey, ¿estás aquí?! —escuchó de repente. Era el profesor quien la llamaba, se había percatado de que ella era la única que no tenía su cuaderno sobre la mesa y que miraba embobada a su compañero de puesto—¿Podrías explicarle a la clase cual es la fórmula? Porque si aún no has sacado tu cuarderno, es porque te consideras muy lista.
Casey resopló fastidiada y se acomodó en la silla.
—Para calcular el valor de X debo elevar menos B al cuadrado mas/menos la raíz de B al cuadrado menos 4 por A por C, todo eso dividido por dos A —lo dijo tan aburrida como si leyera la información del comité de alumnos. El profesor no la volvió a molestar más y ella continúo mirando de soslayo a Niall sin que éste se percatara.

I Love you (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora