VALENTINA
Era domingo por la mañana alrededor de las doce, y yo me había despertado con un punzante dolor de cabeza que parecía decidido a atormentarme durante el resto de aquel fatídico día.
Estaba de los nervios. Con todo lo que había pasado el día anterior, ni siquiera me había parado a pensar en cómo iba a manejar las cosas de ahora en adelante. Sabía lo que me tocaba, tendría que lidiar con todas aquellas personas a las que había dejado atrás hacía un par de años. Sabía también, que lo que me esperaba de ahora en adelante serían preguntas, demasiadas preguntas, al menos durante un tiempo. Algunas con respuesta, otras sin ella y otras muchas con una demasiado dura para salir a la luz así como así.
Aquellas preguntas, sin embargo, nunca llegaron con Marcos, como había esperado sobre todo de él. Después de todo, el Marcos que yo recordaba era un tanto diferente a lo que atisbé a ver la noche anterior, y tenía la impresión de que él pensaba lo mismo de mi. La forma en la que me miró no se me olvidaría jamás, era como si no me reconociera, como si no estuviera del todo seguro de que fuera yo.
Era cierto que estaba cambiada, yo misma lo había notado hacía un par de meses. Estaba mucho más delgada que antes y unas pequeñas aureolas violáceas habían aparecido bajo mis ojos producto de la falta de sueño. Además, ya me había sorprendido a mí misma en múltiples ocasiones pasando fines de semana enteros sin salir de casa, cuando antes eso era impensable para mí, que desde siempre había sido la primera en apuntarme a un bombardeo.
Marcos, en cambio, parecía mejor que nunca y eso, de alguna manera, me alegró. Al fin y al cabo mi huida, como él la llamó la noche en que me fui, sí que había servido de algo, o eso quería creer.
Observé con cuidado la habitación en la que estaba, mi habitación de toda la vida. Estar allí me hacía sentir como en una máquina del tiempo, aquellas cuatro paredes blancas llenas de recuerdos me transportaban a cada época de mi vida sin siquiera moverme.
Volví a mirar los apuntes de selectividad que había visto la noche anterior, aún recuerdo el estrés, las noches sin dormir y las tardes encerrada en casa que pasé estudiando para aquellos exámenes. Aunque, al final, mereció la pena, porque saqué muy buena nota. Aún podía ver la cara de alegría de Marcos cuando me dieron las notas, no dejó de sonreír ni de alegrarse por mi ni un segundo, ni siquiera cuando estuve presumiendo de haber sacado dos décimas más que él, aunque la hubiera hecho el año anterior.
Observé cada rincón de mi habitación, proyectándome a mi misma la última noche que pasé aquí, recordé como me había mirado Marcos mientras hacía las maletas y después, cuando salió por la puerta, era la mirada de alguien que se sentía traicionado. Fue algo inevitable y, en realidad, ni siquiera me esforcé por contenerme. Aún en la cama, me hice un ovillo y dejé salir todas las lágrimas que tenía guardadas dentro.
Me recriminé a mi misma. Me recriminé por irme, por ser así de impulsiva y tomar esas estúpidas decisiones, pero también, por no enfrentar las cosas cuando tocaba y huir cuando veía venir de frente los problemas. Tal vez mi padre tenía razón, y yo era demasiado caprichosa y por eso también hacía las cosas como las hacía, de aquella manera tan impulsiva.
Eres una cobarde, Valentina.
Recordé entonces, las sabias palabras de Marisa, una psicóloga-tarotista en línea con la que había charlado hacía poco, en una de mis tantas noches sin dormir. Debía dejar atrás los pensamientos autodestructivos y las conductas negativas. También me dijo que mi vida estaba a punto de sufrir un gran cambio, pero no imaginé que sería tan grande.
Con esto en mente, me arrastré hasta la cocina, pasando de largo por la puerta de la habitación de Rebeca, mi hermana mayor. Prefería no pensar en cómo reaccionaría cuando me viera.
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Noches en Madrid
Jugendliteratur"A veces, solo hacía falta una noche para poner en duda todas las afirmaciones que nos habíamos hecho" *** Valentina ha sido un alma libre toda su vida, por lo que planear demasiado las cosas nunca ha sido su estilo y desde luego que enfrentarse a l...