MARCOS
Soy un romántico empedernido desde que tengo uso de razón. Me gusta esa sensación de cuando estoy conociendo a alguien nuevo, los nervios de las primeras veces y las dudas de si saldrá bien o no. Por eso, siempre me mantuve reacio a la idea del sexo sin sentimientos, me parecía que perdía cualquier tipo de encanto. Además, estaba convencido de que, sin sentimientos románticos de por medio, sería imposible disfrutar verdaderamente.
Hasta que conocí a Alicia.
Nos habíamos conocido un año atrás, cuando empecé a trabajar como camarero en la pizzería, y aunque en un principio nos caímos fatal, porque éramos completamente opuestos, con el tiempo comenzamos a conocernos mejor y descubrimos que teníamos mucha química.
Fue una tarde de primavera, estábamos recogiendo el restaurante como de costumbre, quitando los manteles de tela blancos que estaban sucios y barriendo el suelo. Alicia, que acababa de terminar de guardar el último de los manteles en una bolsa para después lavarlos, se sentó en uno de los taburetes de la barra y me observó mientras terminaba de barrer.
—¿Lo de mirarle el culo a tus compañeros de trabajo lo haces con todos o solamente conmigo? —pregunté, aún dándole la espalda.
—¿Lo de ser un chulo de mierda te viene de fábrica o es solo conmigo? —espetó ella.
Menuda borde. Pensé. Me encanta.
Justo en ese momento ocurrió, lo sentí, esa adrenalina que solía sentir cuando empezaba a interesarme alguien. Me fijé mejor en ella, era bastante alta, no tanto como yo pero desde luego que era alta, porque medía casi lo mismo que Gonzalo y la caracterizaba una figura esbelta, no tenía demasiadas curvas, pero de alguna forma eso se ajustaba perfectamente a ella y a su forma de ser. Aunque lo que más me atrapó fueron sus ojos, oscuros, extremadamente oscuros, como un pozo en el que te perderías sin duda alguna. Joder, era arrolladora.
De alguna forma, las cosas fluyeron tan bien entre los dos que terminaron evolucionando de una manera que ninguno de los dos esperábamos, hasta llegar justo a esa noche de domingo en mi habitación.
—¿Rosa o morado? —Me preguntó la rubia, con el semblante completamente serio.
—¿Para qué?
—Eso no importa, solo dime si prefieres rosa o morado.
—Sí que importa —declaré ante su desacuerdo—. Pero supongo que en general a ti te pega más el rosa, después de todo es tu color favorito.
—Tienes razón... Rosa entonces.
—¿Me vas a decir ya para qué es? —Le pregunté, curioso. Conociendo las ocurrencias de Alicia, me esperaba cualquier cosa.
—Ya lo descubrirás más adelante, Marquitos, tiempo al tiempo.
La miré, divertido. Llevábamos ya un rato tirados en mi cama, ella tumbada al contrario de mi, con los pies en el cabecero, donde yo tenía apoyada la espalda. Estábamos desnudos, la habitación estaba llena de humo y la música resonaba por las paredes. Era algo que solíamos hacer cuando alguno de los dos tenía casa sola.
Alicia me intentó dar en la cara con uno de sus pies y yo solté una carcajada sincera mientras me apartaba.
—¿Qué miras?
—Que estás loca y no me fío ni un pelo de ti.
—Pero, ¿qué dices? si estás enamorado de mi hasta las trancas.
—Ya te gustaría, rubita.
Los dos nos reímos, era un juego que solíamos hacer a veces. Los dos teníamos claro que eso no iba a pasar, no es que fuera imposible, pero no era nuestro rollo, ella era un alma libre y yo, por el momento, no quería nada serio con nadie. Pasábamos un buen rato y los dos estábamos de acuerdo, pero nada más.

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Noches en Madrid
Genç Kurgu"A veces, solo hacía falta una noche para poner en duda todas las afirmaciones que nos habíamos hecho" *** Valentina ha sido un alma libre toda su vida, por lo que planear demasiado las cosas nunca ha sido su estilo y desde luego que enfrentarse a l...