13. EPÍLOGO

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Había pasado tanto tiempo viajando de un lado a otro que un día de estos me dije que debía parar. La vida de un joven y adulto transcurre tan rápido, es como una montaña rusa de emociones y experiencias, tantos viajes a lo largo de mi vida que ahora solo quería quedarme en un lugar y envejecer junto a mi amado.

Nuestros días de juventud terminaron hace tiempo en cuanto las arrugas comenzaron aparecer en mi rostros y mi cabello se pintó de gris. Chanyeol solía teñirlo para cubrir sus seniles cabellos, pero yo siempre le decía que no lo hiciera pues ese tono realmente le quedaba fantástico. Nuestros cuerpos también estaban recibiendo su factura pues ahora mi espalda dolía en las noches y mis rodillas en la mañana, mi flequillo había desaparecido un poco y las famosas entradas se marcaban más. Menos mal que no tenía una pequeña calva en medio de la cabeza como mi Yeollie, aún así seguía viéndose tan guapo y adorable como siempre, aunque ahora su cuerpo ya no lucia tan gigante como antes pues su espalda se había encorvado un poco y sus músculos habían ido adelgazándose con el paso de los años. También mi cuerpo se había hecho aún más pequeño y las enfermedades características de nuestra edad estaban llegando. Tenía casi dos años que mi Parkinson había empeorado, estaba llegando a una etapa más avanzada y aún en movimiento me era difícil controlar la motricidad voluntaria de mis manos así que ahora el pintar era casi una misión imposible para mi.

Un día mientras reflexionaba después de leer un buena dosis de una caótica novela juvenil me planté la idea de que la vejez solo es un estado y la verdadera juventud siempre la llevamos en el corazón. Así que cuando Chanyeol llegó a casa después de asistir al club de ajedrez le conté mis planes y lo convencí de que ya era tiempo de mudarnos y dejar de trabajar pues aunque en Alemania, donde actualmente vivíamos, la gente solía tener una alta esperanza de vida y se creía que podían trabajar hasta edades bastante mayores pues la gente vieja era la que más experiencia tenía, por esa razón yo seguía dando clases en la Universidad de Artes de Bremen, pero a diferencia mía, Yeol se había retirado desde hace casi 10 años y ahora solo cobraba su pensión pues trabajó casi la mitad de su vida para una dependencia de gobierno. Sabía que esta próxima parada sería la última pues este iba ser mi retiro oficial. Hice un par de llamadas y en la universidad me dieron un tiempo de dos meses para retirarme pues aún no terminaba el ciclo escolar.

Me parecía sensato mudarnos ahora pues ya contábamos con suficiente dinero ahorrado para nuestro retiro y a decir verdad no nos había hecho falta nada en nuestra vida como matrimonio, habíamos vivido muy bien muchos años, así que estaba listo para lanzarme a los brazos de la nueva y probablemente última aventura que nos daría la vida.

-Amor creo que deberíamos hacer un último viaje.-

-¿Ah sí? Ahora a donde quieres ir?-

-Creo que sería bueno regresar a Corea, para ser más exactos podríamos ir a Nonsan, podríamos ir a una bonita granja llena de animalitos y cultivar nuestros propios alimentos.-

-¿Vas a pintar una granja?-

-Sabes bien que ya no puedo hacer eso, en realidad quisiera vivir ahí, ya estuve buscando en internet y hay un lugar que quiero comprar.-

-Esta bien, supongo que no es mala idea, aunque llevamos tantos años viviendo en Bremen, ¿estás seguro de querer abandonar la universidad de artes?-

-He dado clases casi por 30 años, creo que ya es momento de retirarme, estoy cansado y solo quiero sentarme en una bonita mecedora a tu lado cada tarde mientras leo algún libro y tu juegas algún juego de mesa o cartas.-

Mi amado Chanyeollie solo sonrió y asintió como siempre lo hacía cada que una idea nueva pasaba por mi mente.

-Si así lo quieres, así será cariño.-

Cuando Nadie Ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora