8: Luces Nocturnas

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El mensaje llegó entre semana, por la tarde, mientras Mirio lidiaba con un nuevo desabasto de pokemones y un café derramado cerca de la zona de juegos.

"Mirio, ¿estás ocupado el sábado en la noche?"

Mirio no es de los que revisan el teléfono a mitad del trabajo, pero, técnicamente, estaba en su hora de descanso. Además, cuando notó que se trataba de Izuku, tuvo motivos mucho mayores para mirar. No era común que Izuku le mandara mensajes cuando sabía que estaba trabajando.

"Salgo tarde, pero podría conseguir quien me supla y salir un poco más temprano, ¿necesitas algo?" Tipeó con tranquilidad, en tanto un niño estallaba en llanto porque no había podido completar su colección de muñecos y su madre le daba palmaditas en la cabeza mientras se apresuraba a ordenar un pastel de Hershey's.

"¿Hacemos algo? Viene Tamaki", llegó la respuesta. Mirio se había quedado momentáneamente estupefacto. Aquel era todo un suceso. Entre Izuku proponiendo "hacer algo" y Tamaki asistiendo al mentado "algo", la cosa era todo un enigma de ciclópeas proporciones.

"¿Se cansaron de mí y harán una especie de intervención?" Inquirió, mitad en broma y mitad en serio. Porque no es como si sus lamentables tácticas de supuesto cortejo hubiesen sido muy exitosas hasta ahora.

Izuku envió un emoticon sonriendo, con una gotita a un lado.

"¿Quién iba a cansarse de ti? Claro que no. Sólo vamos a tomar algo como aparentemente hace la gente normal".

"No conozco a muchos especímenes de esa extraña raza conocida como 'gente normal', así que no sabría decirte".

"Hahaha, yo tampoco, ¿vienes?"

"Está bien, ¿a qué hora?"

Cuando la conversación terminó, a Mirio le tomó un rato comprender lo que había sucedido.

Iba a salir y Tamaki estaría ahí.

Sin importarle nada, había dejado escapar un gritito de júbilo que llamó la atención de sus clientes y empleados. Uno de ellos estaba pasando la mopa sobre el café derramado y un chiquillo se le quedó mirando tanto tiempo que la bola de su helado cayó al suelo en el proceso. Mirio estaba tan contento que le ofreció otro helado de inmediato y lo pagó él mismo. Ese día, sus mesas le parecieron más relucientes que nunca, los pisos más lisos, la gente más sonriente. Casi parecía que estuviesen todos a punto de estallar en bailes y cánticos como si estuvieran a mitad de un musical romántico.

Mirio pensó en ponerse su mejor colonia y en llevar flores.


———


Dentro de la oscuridad del automóvil, en el espacio reducido de su asiento posterior, Tenya puede sentir el perfume floral que Momo eligió ponerse esa noche. Reconoce que es el mismo que la muchacha usó el día en que se conocieron y se pregunta si es su favorito. Cuando voltea a verla, ve a su piel clara y tersa siendo comida por las sombras y por las luces aleatorias que se meten a través de las ventanas mientras el auto avanza. Su cabello de noche y obsidiana se mezcla con la oscuridad, sus ojos brillan, y su escote se presenta de forma sugerente bajo su estilizado cuello, ni demasiado pronunciado, pero tampoco lo suficientemente recatado como para no llamar la atención de cualquier hombre con gusto por las mujeres guapas. Cuando Tenya eleva los ojos, la ve mirándole, y los dos se sonríen. El chofer de la pareja les lleva a casa de Tenya, para dejarle ahí.

—¿La pasaste bien? —el cuestionamiento de Momo es un susurro que se ve acompañado por una mano curiosa que roza un par de dedos contra la gran mano de él. El contacto es suavecito y dulce y Tenya siente a su pecho inflamarse. No está seguro de cómo responder a esa pregunta.

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⏰ Última actualización: Jun 25, 2020 ⏰

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