2: Librería Subterránea

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Tamaki eleva la mirada cuando escucha a la campanilla sonar. Por un momento aguanta la respiración, pensando que podría ser esa persona otra vez...

Pero no, no lo es. Entorna los ojos y observa la forma en que el recién llegado ojea el sitio antes de mirar algo en su teléfono.

—Buenos días —saluda—, ¿buscaba algo en particular?

—¿En dónde está el dueño? —dice el potencial cliente sin ninguna suerte de delicadeza. Elevando levemente las cejas, Tamaki responde.

—El dueño ya no se pasa mucho por aquí. Es algo anciano. El que se encarga de todo es su nieto, ¿necesita algo de él?

El muchacho gira los ojos, como si la actitud de Tamaki le impacientara. Eso hace que el chico vuelva a entornar la mirada.

—Sí, bueno, hablaba de él, ¿en dónde está Izuku?

Con un ademán suave, pero aun mirándolo con sospecha, Tamaki señala hacia un cuarto que está al fondo de la librería. Las paredes de dicho cuarto son de madera con grandes cristaleras a modo de ventanas y una puerta que permanece cerrada. Del otro lado hay lo que parece ser una pequeña oficina. Cuando Katsuki dirige la vista ahí, alcanza a distinguir la silueta ocupada del chico que buscaba.

—No era tan difícil, ¿no? —le dice a Tamaki antes de encaminarse hacia ahí. El chico le sigue con la mirada con expresión escandalizada, pero luego se limita a negar con la cabeza e ir a buscar la escoba.

Izuku escucha que tocan a la puerta de la oficina. Eleva la mirada y...

Mierda.

Por un momento, tuvo la esperanza de que ese tipo no se presentara realmente. Pensó que todo ese sinsentido sobre trabajar con él del que habían hablado podría no haber sido nada más que el desvarío de un borracho.

Pero helo ahí.

Izuku suspira y hace una seña para que el otro pase. Katsuki entra y, sin ser invitado a ello, va a sentarse a una de las dos sillas que hay frente al escritorio, lanzando después miradas a todo el lugar para explorar lo que contiene, así como las cosas diversas que decoran las paredes. Hay algunos diplomas y reconocimientos, un par de notas del periódico y fotografías familiares.

—¿Esos son tus padres? —inquiere, señalando hacia una fotografía en particular.

Ni siquiera ha dicho buenos días.

Izuku echa un vistazo de reojo a la imagen y asiente.

—Sí. Viven en Hawái desde hace tiempo. Se fueron ahí por el trabajo de mi padre y después decidieron quedarse.

—¿Y tú por qué no vives ahí?

—Siempre me gustó la librería de mi abuelo. Además, iba a la universidad aquí.

—¿Qué estudiaste?

—Literatura clásica y francés.

—Ah.

—¿Y tú?

Katsuki se encoge de hombros.

—Empecé una especialidad en cine y la dejé. Inicié otra en programación y también la dejé. Finalmente, inicié negocios. También lo dejé. Los estudios son innecesarios cuando sabes hacer negocios.

Izuku se obliga a sonreír con cortesía. No está seguro de que nacer millonario cuente como 'saber hacer negocios'.

—Está bien —procede a rodear su escritorio y a sentarse tras él. Reprime un suspiro y mira a su nuevo... "empleado"—. Bueno, empecemos por lo primero. Es muy importante que siempre saludes con unos buenos días o buenas tardes a los clientes que entren y que les ofrezcas tu ayuda, ¿qué tanto sabes de libros?

La Ciudad de los Libros [Hiatus temporal]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora