El color del vacío

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Potter Manor se había llenado con los amigos de la familia para celebrar el séptimo cumpleaños de Tobías, aunque todos con cierta incomodidad recordaban que también era el cumpleaños de Astoria; a simple vista era muy fácil distinguir los regalos destinados al cumpleañero, siempre inmensas cajas cubiertas con papel de un rojo intenso con el nombre escrito en tarjetas llenas de alabanzas

Los regalos de la cumpleañera eran un poco mas modestos y, de cierta forma, una extensión de los regalos de Tobias; los broches con leones combinaban a la perfección con la ropa que le habían regalado, los juguetes completaban las grandes colecciones del pequeño e incluso los dulces que algunos amigos de la familia habían traído de todo el mundo estaban plagados de alimentos que causaban reacciones alérgicas a la pequeña y solitaria cumpleañera

Camino desde la puerta del salón hacia el pasillo, exactamente 33 pasos hasta encontrarse frente a frente con un cuadro que representaba un amplio campo de rosas; el cuadro se separaba de la pared revelando una empinada escalera iluminada con antorchas. Al final de la estrecha escalera se encontraba una puerta que daba al jardín, una gran extensión de estatuas de marfil y rosales florecidos. Se adentro un poco en el bosque y se sentó en la sombra de un árbol, el sol estaba en el centro del cielo mientras pasaba las páginas de su libro y degustaba la comida que había traído de la mansión;

Mientras el sol comenzaba a descender sintió como el aire que llenaba el bosque se había vuelto estático, tenebroso de una forma inexplicable; los pájaros dejaron de cantar y el bosque al completo retuvo la respiración mientras ella caminaba por los senderos de flores silvestres y hongos morados en búsqueda de la fuente de tan extraña sensación, un tirón imaginario la llamaba hacia el centro del bosque donde los arboles estaban cubiertos de duras espinas y la luz del sol apenas podía penetrar entre su follaje

Nunca escucho un solo sonido, ni siquiera el de las ramas quebrarse bajo sus pies, pero un arrullo misterioso se adueñó de su cuerpo mientras sus piernas apenas podían continuar cargando con su cuerpo; sin tener luz o fuerzas para continuar se sentó sobre las gruesas raíces de un árbol, resguardada bajo su gentil sombra, contemplando fascinada como todo aquello que rodeaba el árbol se convirtió en un follaje colorido y exuberante, con flores tan grandes como un pájaro y raíces que podrían ser talladas en una silla

El sueño comenzó a invadirla mientras la vegetación comenzaba a morir atrayendo las moscas y los carroñeros que se escondían en el bosque, del suelo se alzo una peste dulzona mientras ella abandonaba el plano de la conciencia con completa tranquilidad

La conciencia se abrió paso en su mente mientras la luz atacaba sin tregua sus ojos, estaba sumergida en mantas tan cálidas que no parecían obra de ninguna magia que ella pudiera conocer, suaves como las brisas del verano; el silencio reinaba mientras ella abría los ojos, cubierta de la misma paz entumecida que la había atacado en el bosque, la boca le sabia a miel y la lengua pesaba entre sus dientes, sus extremidades estaban apresadas en las calidad mantas y toda preocupación fundada o infundada había sido atrapada por una enfermiza euforia en el fondo de su mente

La habitación no tenía color, pero al mismo tiempo estaba llena de una vitalidad que solo había conocido en el brillo que tenia la cabellera de los unicornios, si giraba un poco la cabeza las paredes se tornaban de un verde profundo, pero ante el mas leve pestañeo se pintaban del tono del atardecer; parecía que las paredes se expandían y contraían como un corazón vivo, danzando sin ritmo sobre ella y el pequeño lecho que la albergaba, se retorcían y reordenaban, la obligaban a tenderse por completo y se estiraban hasta donde no alcanzaba la vista. No había sonido, no había luz u oscuridad, solo un espacio estático y confuso que la retenía con su encanto extraordinario

Durante uno de sus pestañeos una mujer apareció en el borde de su cama, era etérea como un ángel, una presencia tan extraña que no arrugaba las sabanas que cubrían el lecho; su silueta se confundía con las paredes, cambiando con la habitación mientras le extendía una mano delgada que al principio era blanca como la harina hasta tornarse oscura como el azabache, los dedos de la mujer le acariciaron las mejillas con un tacto cálido y maternal, obligándola a luchar par ano caer en su arrullo

Otro de sus parpadeos revelo a una sombra que asechaba desde las esquinas de la habitación, una silueta que danzaba por el espacio cubierta por una sombra oscura y de olor dulzón que le impedía apartar los ojos de las maravillas que se dejaban entre ver en el humo; la figura la observo, acercando a ella sus tentáculos fantasmales hasta darle dos palmadas en la cabeza como si se tratara de un perro

-Ahora estas a salvo, nuestra pequeña guerrera 

¿Quién es el elegido?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora