Capítulo 8

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Habían pasado ya cinco meses desde el suceso y la muerte de Kawarama. Todos se habían mudado a otra ciudad por la mancillación que sufrieron sus imágenes públicamente. En la sala se encontraba Obito tratando de tocar el piano, cambiaba el ritmo con diversión para molestar a su abuelo y su tío más joven.

— ¡Ah! ¡Pero es divertido ver como el tío Itama infla sus mejillas con molestia! — Obito comentó con tanta alegría, mostrando su hermosa sonrisa blanca.

— Eres maligno pequeño — Itama comentó y río un poco al escuchar las palabras del niño, devolviéndole la sonrisa al infante.

Butsuma simplemente se limitó a dar una ligera sonrisa para el pequeño, volviendo a retomar el ritmo para que el pequeño luego lo interpretará, aunque sabía que haría cualquier cosa menos eso. La escena fue acompañada por la presencia de Tobirama quien entraba a la sala, limitándose solamente a quedarse en el marco de la puerta.
El momento se veía realmente agradable, un maravilloso recuerdo aparecía en la mente de Tobirama cuando su padre les enseñaba el piano, pero el recuerdo se disipo por las palabras del pequeño Obito.

— ¡TOCO EL PIANO TAN BIEN COMO EL TÍO KAWARAMA! — Exclamó Obito con alegría e inocencia.

El golpe de los puños de Butsuma en el piano se hizo sonar por todo el lugar, dando un horrible ruido. Itama entre lágrimas rápidamente abrazó al pequeño con fuerza. Obito al recordar lo que le había pasado a uno de sus tíos inmediatamente dejo caer sus lágrimas.
Tobirama solo se limitó a cerrar los ojos y salir de la habitación, comenzando a hablar en voz alta para sí mismo.

— Hay momentos que no puedes describir... Y sufrimientos que no se puedes ni decir, con gran fuerza a tu hijo abraza para alejar aquello impensable... — Entabló su caminar hacia el marco de la ventana que daba hacia el jardín, observando desde allí a Hashirama quien estaba sentado solo. — Hay momentos en los que te hundes más, que fácilmente piensas que podrás nadar... Los Senju se van a otra ciudad en lo alto a vivir con lo que es impensable...

Hashirama se encontraba sentado solo en la banca del jardín, le había rogado a Madara que se fuese a alquilar una pieza en un lugar cercano para que Obito no sospechara lo que estaba pasando en el matrimonio.
Suficiente problemas tenía como para ver la cara de su omega infiel.

— Paso horas caminando en el jardín, por la calle ando solo — Comenzaba a hablarse a sí mismo mientras veía hacia el suelo. —Y por la ciudad calma hay... El silencio a mí nunca me gustó. — Allí se levantó de la banca para comenzar a caminar por el jardín. — A Obito a la Iglesia llevó... Me persigno, me hinco y oro... Eso era algo que no hacía yo...

Y de allí Hashirama emprendió una caminara rumbo hacia las calles de la ciudad. Todos lo tomaban por loco debido a que siempre caminaba varias cuadras y hablaba solo, como si estuviera hablando con otra persona a su lado.

— Kawa, te hubiera gustado acá... Hay mucha calma y tu podrías destrozarla como te gustaba — Cada día pasaba por allí solo. Su cabello poseía unas muy pocas canas, que ante los ojos de los demás no se podía ver.

Al volver de sus caminatas iba hacia el jardín, siempre a la misma para encontrar a su padre allí. Desde la muerte de su hermano, su padre únicamente vestía de negro, sus cabellos marrones se habían cubierto de canas en la mayoría y las marcas de los años ya se denotaban en su rostro.

— Padre... — Mencionó Hashirama al volver de la caminata y encontrar a su padre allí. Entabló un andar hacia su propio padre, colocándose ante ese quien inmediatamente desvió la vista para no encararlo. — Sé que no soy digno de tu perdón por haber entregado un arma a Kawarama y ofrecerlo al mal camino... Escúchame — Hashirama se movió hacia el lado donde estaba la vista de Butsuma. — Sí yo pudiera dar mi vida en su lugar, yo sé que tú estarías aquí sonriendo...

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