no me digas qué hacer

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Subí en mi moto y arranqué, esta vez más deprisa y sin casco, me desahogaba con el peligro, era extrema. Ví un bar en una esquina, en un barrio motero, con gente con pala pinta observando cualquier cosa que se moviera. La adrenalina empezó a subir por mi estómago. Ese era el sitio perfecto. Llevaba treinta euros, suficiente para emborracharme.

Entre en el bar, era cálido, los borrachos gritaban y los chicos adolescentes que se habían escapado del instituto estaban sentados en rincones, contando la cantidad de droga o de alcohol que habían vendido. Pedí un chupito tras otro mientras dejaba que los recuerdos se escaparan. Sentía el alcohol ardiente bajar por mi garganta al tragar, me apetecía hacer una locura. Vi un chico mono en un rincón con varios paquetes de tabaco.

¿A qué sabria?

Me acerqué mirando más al paquete que al chico.

-¿Quieres uno?-asentí con la cabeza-¿Tienes dinero?-negué. Esbozó una media sonrisa-Ven, siéntate-obedecí y me senté tambaleándome un poco, acercó su cara a la mía, mordió mi labio inferior, me agarró de la cintura y sujetó mi cabeza. Me empezo a besar despacio, a jugar con su lengua en mi boca, sonreí en sus labios y él se rió e hizo el beso más intenso, estuvimos 3 min. así, él usando su mano para recorrer mi espalda . Paramos, me ofreció quedar otro día, cogí un paquete de tabaco y le dije que el miércoles.

Volví a mi casa y me puse el pijama, hoy no iria a ninguna fiesta, me dolía la cabeza y no me apetecía comer así que fui a dormir, con pensamientos llenando mi cabeza, pensamientos que por muchos grados que tuvieran las bebidas, no se borrarían.

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