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• 2:00 PM, sábado •
Despierto al escuchar como una puerta es abierta y luego pasos al rededor, abro los ojos y enseguida me doy cuenta que no estoy en casa. Sino en casa de Maximiliano.
Esto no puede ser.
Los recuerdos de anoche me hacen caer en la realidad y un extraño cosquilleo se hace presente en mi estómago.
- Se despertó la bella durmiente.-Escucho su voz detrás de mí e inevitablemente un escalofrío me recorre de pies a cabeza.
- No estoy para tus estúpidas bromas.-Me levanto de la cama.
Intentando ignorar su mirada, observo alrededor de la habitación la cual está totalmente limpia y ordenada al igual que siempre pero no hay rastro de mi ropa. Maldiciendo internamente lo miro con una ceja alzada y él sonríe de lado.
- Primero que nada, buenos días.
- Mi ropa, por favor.-Digo casi en un susurro.
- ¿Pasa algo?
Claro que pasa algo imbécil.
- No, me quiero ir a casa así que por favor devuélveme mi ropa.-Pido nuevamente y él suspira.
- Ya vengo.
Sale de la habitación y yo siento como mis lágrimas comienzan a empañar mi visión. Me siento mal, muy mal y me arrepiento de todo lo que ocurrió anoche.
En cuestión de segundos aparece en la habitación nuevamente con ropa doblada en una mano y una bolsa en otra. Frunzo el ceño cuando me entrega ambas cosas.
- En la bolsa está tu disfraz de anoche y tú celular con carga, lo otro es tu ropa, unas prendas que dejaste aquí y nunca pude devolverte mejor dicho no quise.-Se encoje de hombros.
- Bueno.-Trago saliva.- Gracias.
- Cámbiate tranquila, voy a estar abajo.
Asiento y él sale de la habitación, otra vez, cerrando la puerta. Me quedo mirando a un punto fijo en el suelo intentando controlar mi respiración.
Sin perder más tiempo, me saco la remera suya que traía puesta y comienzo a vestirme. Luego agarro mi celular y veo unas llamadas perdidas de mis amigos y tan solo una de mi madre, ¿Que?
