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Nadie te dice que entre amar y estar enamorado se establece una línea con diferencias. Son cosas que se aprenden porque el mundo no es azul y verde. Está lleno de combinaciones, fuerzas mayores y casos especiales. Es inmenso, millones de posibilidades por segundo, y el amor termina siendo un misterio más, un poder que está muy lejos de ser comprendido.

Jungkook ama a muchos por regla general. A su madre, la mujer que lo trajo al pueblo y el pueblo a sus tartas de mandarinas. Su padre, un hombre terco, pero justo, del que se ganó la responsabilidad para cargar la llave de los cultivos. Asimismo a Yoongi, su amigo de única familia con ascendencia alemana dentro del pueblo y a quién ayuda todos los viernes con proyectos de robótica mientras beben cualquier cosa que no contenga cítricos. Lloró cuando Casiopea se perdió, año y medio atrás, así que debe amar a la gata que creció con demasiados perros como para volverse una más de la manada.

Ama a todos ellos porque estuvieron, llegaron y fueron buscados para hacerlo, es lo normal, algo que no necesita ser adornado con palabras bonitas o complicarlo, está ahí y puede sentirlo. Entonces, en el lugar más olvidado del continente, donde los turistas llegan una vez al año y los puestos deben situarse a los costados de la carretera, por supuesto que Jungkook también ama a su hermano menor y jamás hubiese esperado que tal sentimiento cruzara al otro lado de la línea porque eso sería anormal, algo que las palabras siquiera pueden salvar, no debe sentirlo pues, desde un principio, no debió estar allí.

Las "charlas" entre padres e hijos que pudo captar de alguna película pasada de estreno, en la rural significan otra cosa. Es primordial conocer el proceso de la mandarina (negocio y fruta del pueblo), incluso antes de aprender a caminar. Las obligaciones reemplazan el tiempo para sentarse a hablar de cambios o sentimientos, hay demasiado por hacer y a los vecinos no les interesa el chisme de una nueva novia, ellos quieren saber si el ruido infernal del escape de su motocicleta fue ajustado con la llave inglesa correcta.

Y aún, sin haber pasado por un prólogo hacia la adolescencia, Jungkook puede decir después de mucha reflexión, años de negación desapercibida, tardes de discusión solitaria, resentimiento latente y una aceptación cansina, que su historia empezó cuando los latidos de su corazón igualaron los pasos de Park Jimin al correr a sus brazos: veloces, y rebosantes de felicidad.

Fue durante el verano de Corea que Jimin recibió la invitación para quedarse con sus tíos en la capital, y fueron dos largas semanas de heladas y doble trabajo sin él, pero no había quién más necesitase una estadía directa con la ciudad, manos fuera de las plantaciones, una mente fresca de libros polvorientos y desactualizados, comparar, decidir y vivir, que su hermano. Seguir estudiando lejos de casa, aspirar a algo más, era el sueño de muchas abuelas compartidas aquí, y tres años atrás sus padres ejercían la misma mentalidad por primera vez, pero Jungkook no estaba listo.

Buscarlo fue su ofrecimiento bien recibido. El pequeño andén, ubicado cuatro horas a pie, fue facilitado por su motocicleta, pero lo había extraño de tal manera que llegó con el tiempo equivalente a regar cincuenta plantas de mandarinas en tiempos de sequía, por lo que tuvo que pasarlo de la única manera conocida: comiendo mandarinas al sol.

Seis frutas después, dos pasadas de madura, una montañita de cáscaras a su lado y más de veinte semillas a su alrededor, el hombre más radiante y mal bronceado llegaba, revelándole que debían aprovechar su último verano juntos porque Jimin había encontrado su algo más.

Lástima que durante el invierno del pueblo haya puesto fecha a su enamoramiento.

Si etiqueta sentimientos o recupera recuerdos, tendría que retroceder la fecha por más inviernos de los que le gustaría confesar. Olvidar qué relación lo une a Jimin es imposible, pero su cuerpo parece que estuvo haciéndolo por años si la feria para recaudar fondos, cuando Jimin lo usó para practicar el baile tradicional a la espera de su pareja y sus manos no dejaron de sudar por alguna bochornosa razón, fuera un primer recuerdo. O sus dieciséis años, cuando bebió más vino del que su abuelo vigiló y Jungkook tuvo que arrastrarlo hasta su habitación, desvestirlo y dejarlo con el pijama a medias por el inexplicable calor que entró desde la ventana. O el accidente a caballo: Jimin soportando horas de dolor frente a trabajadores y desconocidos con una pierna rota hasta que toda la familia llegó al hospital; más tarde Jungkook se volvería su extremidad faltante por semanas, incluso más, si la irritación de su madre por no dejarlo descansar sumara otro punto al recuento. O cuando aún compartían habitación y Jimin solo dormiría si lo tuviera a su lado.

No, no hay un inicio exacto porque tal vez lo amó desde siempre.

Desde que la aceptación cayó, todo se amplificó hasta el descontrol. Jungkook es más consciente de Jimin que en años. Sabe dónde está sin buscarlo, lo siente sin tocarlo, lo huele y escucha sin intentarlo, y se está volviendo loco.

Con veintiún años, su etapa de adolescente caducó, Jimin con diecinueve sale de ella, pero hay un deseo crudo que se materializa en sus dedos y viaja al sur ante la más mínima interacción. Intenta suprimirlo. Él puede pasar desapercibido cuando quiere abrazarlo porque, bueno, es familia y no necesita justificarse. Su preocupación no esconde dobles intenciones porque Jimin caminando en medio del lodo inestable con cajas pesadas y herramientas peligrosas es todo un juego de nervios que no le desea a nadie. Y, oh, la sonrisa que viene para quedarse cuando tiene toda su atención es algo por lo que Jungkook dejó de preocuparse.

Jimin es un hombre muy capaz, necesitando ayuda o una segunda opinión raras veces. Es rápido para resolver problemas reales, maneja un amplio vocabulario y una personalidad atractiva que algunos malinterpretan como presunción. Aunque mantiene debates acalorados, siempre está abierto a diferentes puntos de vista y nuevos aprendizajes. Además, todo lo equilibra con suspicacia y ambición.

Pero la semana próxima es diciembre y Jungkook es miserable. Tiene poco más de un mes para estar a su lado antes de que algún folleto se luzca atractivo y se lo lleve a Seúl.

Seguir echado a la cama por seguro que no detendrá al sol que sigue subiendo, a Jimin en sus últimos días de escuela, y mucho menos un futuro seguro. Esta especie de duelo subsistió toda la mañana con su padre a raya, manteniéndose comprensivo y creyendo que el lote perdido tendría algo que ver, pero es suficiente.

Sus planes serán apoyarlo en su decisión final, ganarle buenos recuerdos para cuando esté lejos sin que las cosas se pongan pegajosas o raras y tratar de pasar los días sin que su corazón grite: Jimin, Jimin, Jimin.













Sí, en un mundo paralelo, son Jungkook y Jimin de Frío y Manzanas porque yo también los extraño.

Si la leyeron, sabrán de qué hablo. Hubo gente (y siguen llegando) preguntando por la historia perdida. Así que tomé algunas ideas y las fusioné a sus personajes. No lo considero un reciclado o adaptación, mas bien lo que dije: un mundo paralelo o una clase de cierre. ¡Pero léanlo cómo más les haga feliz!

Si recuerdan alguna escena y en verdad les gustaría revivirla, pueden comentarla aquí y juntos veremos a dónde llega esto :)

Mandarinas al Sol, y Tú. [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora