Capítulo 1

784 93 25
                                    

Es martes, y el año estudiantil de Jimin da por finalizado. Una vieja del pueblo, de la que se rumoreaba que practicó la brujería, tenía como refrán no te cases ni te embargues en martes trece, pero Jimin no tiene el número y tampoco lo demás. Ni de tu casa te apartes, posiblemente.

El pueblo mantiene una educación agropecuaria de jornada completa, con talleres especializados en salidas laborales del alrededor y otras áreas útiles para quienes decidan irse. La modalidad en administración de empresas y finanzas llena sus pocos cupos por año, la promesa de un lugar en la ciudad con su título; lástima que, como en toda colectividad, muchos demuestren su desconformidad en base al miedo de pasar a ser un pueblo fantasma porque la tasa de natalidad aquí no es alta, son apenas un poco más de dos mil quinientos habitantes, la mitad de ellos ya envejecidos. Contradicciones van y vienen de camino por las calles de tierra, abuelas que gritarán las oportunidades escuchadas en el noticiero local y, al mismo tiempo, el ojo crítico de vecinos desconfiados que no se irán hasta dar vuelta a la esquina. Jungkook puede entender a ambos grupos, el deseo de las más vividas por una vida mejor para sus nietos y el sentimiento de los padres, viendo el desinterés crecer por las plantaciones. Es una discusión que no tendrá fin.

Por otro lado, hoy la casa recobra su horario con cuatro integrantes dentro, es decir que el olor a mermelada viaja hasta la habitación de Jungkook, la conversación unilateral de su padre con los perros, y Casiopea, atraviesa la malla mosquitera desde el jardín y los movimientos de Jimin en la habitación continua lo despiertan.

Dados los pasos, estará frente a la silla donde una montaña de ropa limpia su madre dejó anoche y sus opciones se detendrán en varias chombas que alguna vez fueron de colores oscuros. Hará una pausa y Jungkook está el noventa por ciento seguro que la prenda ganadora será la remera de algodón naranja, como si ese color pudiera favorecer a cualquier ser mortal. Sin embargo, su hermano lo consigue. Después se escuchará el débil arrastre de cajas y más cajas de zapatos, Jimin en la búsqueda de sus zapatillas para el día que hoy tienen previsto. Casi al mismo tiempo, habrá una serie de maldiciones muy bajas porque Jimin todavía no memoriza en cuál caja guarda cada par. Vendrán golpes secos de sus sandalias de cuero aterrizando en el suelo, algunos otros más pesados como sus botas de invierno, los que reciben un trato preferencial y cuando por fin encuentre las dichosas zapatillas, la sonrisa de Jungkook será la de todo hombre perdido.

Suspira, bajando la mano por su rostro y con ella el gesto.

Los horarios en la rural no esperan a los gallos cantar. Días en los que Jimin debió madrugar mucho antes del amanecer para caminar a la escuela y llegar a tiempo. A veces los silbidos de Taehyung levantarían a Jungkook, el amigo de Jimin esperándolo en la cerca de la entrada para juntos marchar y no volver hasta el anochecer.

Entonces, es bueno volver a tenerlo e igualar rutinas, dejándose atrás por poco para asegurar su presencia en las actividades más típicas y aburridas. Lo que no es raro, joder, que no, es familiar y relajante.

La maldita sonrisa que vuelve intercambia otro suspiro porque Jimin es lo primero que piensa, escucha y siente al despertar.

Ahora, y con la energía que solo puede lucirse en vacaciones, su hermano se dirige hacia el primer piso, pero Jimin duda, da media vuelta y ahí está su despertador:

- ¿Hyung? -toca su puerta.

Jungkook hunde la cabeza en la almohada. Quiere gritar, o correr, ver sus ojos cargados de perseverancia y agregarlo de cuerpo entero a su lista.

- Estoy en cinco -grita en cambio, ronco y con sed. El olor a dulce llega a empalagar, no cree manejar más que agua para el desayuno y alguna galleta de pan.

Mandarinas al Sol, y Tú. [Kookmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora