Capitulo 6 - El Mayordomo -

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Sentía la mayor felicidad que recordaba haber experimentado; tomaba con fuerza la mano del contrario que igualmente sonreía caminando junto a él

- ¿Qué te gustaría para el almuerzo? - pregunto Arthur viéndole de reojo

- ¡panqueques! - Exclamo feliz como el niño que era, comportándose como el pequeño feliz que debía ser

-bien, bien panqueques serán – hablo soltando una pequeña risa, una risa real, una que había aprendido a hacer desde su encuentro con el niño

Y es que habían aprendido tanto uno del otro

Arthur había sentido lo que era la verdadera felicidad por una vez en su vida, había hecho buenos recuerdos en todos los lugares que antes odiaba, que el solo estar en ellos le causaba tristeza y en cierta manera repulsión no así había notado el cómo le había sentir estar en esos mismos lugares con Bruce a su lado sobre todo en su departamento que nunca había estado tan animado a pesar de estar prácticamente en un edificio abandonado.

Verle jugar entre los pasillos riendo, correr a lo largo de estos en tanto jugaban a atraparse mutuamente, verle sonreír tranquilamente viendo el cielo nublado desde la azotea del edificio en donde solían organizar picnics improvisados ya que en realidad no había parques cerca que no estuvieran en ruinas o llenos de vagabundos y ladrones que podrían lastimar a Bruce

Pero estaban bien de aquella forma, tranquilos en su mundo aquel pequeño pero acogedor mundo en el que se había convertido el edificio abandonado.

Lo más importante era el cómo poco a poco había aprendido a amar, cosa que nunca pensó hacer de nuevo porque amaba con todo su corazón al niño, de la manera más sincera que podía porque daría todo por solo ver la sonrisa del pequeño que se hacía llamar su hermano menor.

Por su parte Bruce había aprendido a ser un niño, a jugar y sobre todo a reír.

Apreciaba al contrario como nunca lo había hecho con nadie, lo consideraba su amigo y sobre todo su hermano mayor, quien estaba ahí para cuidar de él y estaba agradecido porque Arthur le brindo la felicidad que nadie había podido darle

Porque, aunque sus padres le mimaban con todo lo que deseara, con regalos, mascotas, juguetes, pero en realidad, aunque sabía que le amaban en realidad nunca estuvieron demasiado presentes en su crianza, Alfred era quien se encargaba de sus cuidados, su madre solía mimarle con cariños de vez en cuando pero normalmente no pasaba el tiempo que se supone que una madre debía pasar junto a su hijo, su padre siempre había sido un hombre estricto y seco, no aceptaba que hablase a menos que le hubieran hablado, no aceptaba de buena gana las muestras de cariño de su parte como los abrazos o los regalos que le hacía; nunca le había demostrado el mas mínimo atisbo de cariño y solo le permitía salir cuando era la hora de tomar fotografías para los periódicos

- ¿Por qué tengo que ir? – preguntaba a su madre quien le arreglaba con recelo acomodando su corbata en aquel pequeño cuerpo

-porque tu padre necesita que le apoyemos en su campaña - contestaba con tono dulce la mujer para verle – así que se un niño feliz para los fotógrafos ¿sí?

Un niño feliz, tenía que serlo ¿no?, rodeado de juguetes y de todo lo que el desease, pero no así nunca se había sentido especialmente feliz, no tenía amigos de su edad en realidad pensándolo bien su único y mejor amigo era su mayordomo Alfred, pero no se le permitía permanecer mucho tiempo a su lado porque su padre expresaba firmemente que

-no se debe fraternizar con la servidumbre – decía fríamente hacia el niño quien preguntaba el porqué de aquello para después enviarlo a su habitación

Little BrotherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora