Quiero que estés bien

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Al vió a la pequeña figura encapuchada subiendo al mirador cercano al templo, lo siguió sin hacer ruido, lo observó mientras aquel comenzaba a sollozar.

Al: Qué lo estará haciendo sufrir tanto?.

Al lo observó mientras estaba en el suelo sollozando y allí fue donde vio sus heridas de sus nudillos y unos cortes en las piernas.

Al se acercó.

Al: Estás bien? Qué te sucedió? -preguntó con tono de preocupación.

El encapuchado lo vio y se asustó al ver que alguien lo estuvo siguiendo.
Al le quitó la capucha viendo a Napoleón como verdadera identidad.

Al: Frenchie... Qué te sucedió?.

Napoleón observaba a Al con aflicción.

Al: Esas heridas son recientes, cómo te las hiciste?.

Napoleón: Me corté con los fragmentos de cristal de mi espejo.

Al: Lo rompiste? Y con ellos te hiciste daño?.

Napoleón: Si, soy un ser bastante tonto, no entiendo porque pierdes el tiempo conmigo.

Al: En verdad quiero estar contigo y quiero que estés bien.

Napoleón: Por qué te empeñas en aparecer en sitios que no espero encontrarte?.

Al: Yo tampoco lo se, creo que fue el destino.

Tomó la mano más dañada por las heridas.

Al: Debo curarte esas heridas.

Ambos se dirigieron a la casa de Al donde estaban a solas.

Al: No vuelvas a lastimarte, me preocupas.

Curaba sus manos con alcohol con algodón para secar la sangre y a la vez desinfectarla.

Napoleón se quejaba levemente de dolor al sentir el líquido en sus heridas.

Al: Hoy estamos solos, debemos hablar sobre las cosas que ambos sentimos.

Napoleón: Ah eso... Yo me siento muy mal conmigo por ser un imbécil que nadie quiere.

Al: No digas eso, tú no lo eres, para mí eres una lindura y muy talentoso.

Napoleón: Gracias por decírmelo pero para los demás no lo soy.

Al: Yo estaré aquí para ti, te lo he dicho varias veces.

Al tomó del mentón al chico para besarlo en sus mejillas y cerca de sus labios, el menor estaba rígido ante eso, el mayor estaba ansioso por tenerlo solo para él.

Al: Hace un poco de frío, no crees?.

Napoleón asintió con su cabeza.

Al: Yo te haré entrar en calor un rato, si ya no quieres me dices.

Al continuó besandolo en las mejillas hasta bajar a su cuello, el menor gemia constantemente al sentirlo en su cuello, le subió su camiseta hasta arriba del pecho donde lo acostó en su sofá para poder acariciarlo y besar su pecho donde el chico se agudizó más.

Napoleón: No sé que es esto, pero se siente... Bien -dijo entre leves gemidos.

Al lo continuó acariciando mientras lo besaba en sus labios de manera tranquila aprovechaba que el menor estaba rígido sin poder moverse tanto para hacer de las suyas.
Al se quitó su camiseta de manga larga donde se dejó ver su torso ligeramente marcado por el ejercicio.

Ambos continuaron besándose como si nada, Al quería darle a conocer a su querido Frenchie cosas nuevas que debía experimentar, es decir, parte de su sexualidad.

Al: Eres muy lindo incluso en estas situaciones -le susurró al oído.

El chico continuó con el acto pero ya cuando su objetivo era en destino de su entrepierna, cuándo él estaba a punto de tocar sus muslos aún con prenda puesta, el menor sintió que era suficiente obviamente no estaba preparado todavía para llegar más allá de los besos y las caricias.

Napoleón: No! Detente, soy un niño que no está listo para esto -dijo en tono frágil.

Al: Si no quieres, no insisto.

Napoleón: Es que yo no estoy listo para esas cosas.

Al: Entiendo, eres un niño todavía, aunque muchos a los 16 o 17 ya tienen relaciones sexuales.

Napoleón: Yo no estoy listo, me siento raro ante estas cosas que nunca he sentido.

Al: Entiendo, sé que no somos algo más todavía pero en verdad quisiera ser yo el primero.

Napoleón solo se quedó pensando.

Napoleón: Me agradas, aunque debes esperar un poco.

Al: Esperaré lo que sea necesario con tal de tenerte a mi lado.

Al lo besó en los labios otra vez.

Napoleón: No se siente nada mal así que lo voy a pensar.

Al: Yo te amo bastante y lo sabes aunque a veces eres un poco ciego al demostrarte un poco de cariño.

Napoleón: Nunca he pasado por nada de esto.

Al: Yo tampoco hasta que llegaste.

Ambos se sonrieron.

Al: Te acompaño a tu casa?.

Napoleón: Si, que tal si están mis Padres en casa y me hacen un sermón.

Al: No pasará nada, yo aquí voy a estar.

Al tomó de la mano a Napoleón con fuerzas mientras lo acompañaba a su casa, esto mientras la noche se hacía mas presente y la felicidad entre los dos se hacía más notable.

En el jardín (Al Capone x Napoleón)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora