Capítulo 1

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TADEO

Mis papas me castigaron hoy por romper el florero favorito de mami. Entiendo que me hayan castigado, porque los niños malos deben ser castigados, pero yo no fui quien rompió el florero. Fue él, él lo hizo.

Su nombre es Niko. Es muy parecido a mí. No me refiero mucho al rostro, pero a que tenemos los mismos gustos en la mayoría de cosas. Además, él siempre respetaba mis momentos de dormir, comer y al estar con mis padres.

Niko no era un niño común. Era muy diferente a los demás, y eso era lo que más admiraba de él. Era muy oscuro. Parecía un villano pero, en realidad, era uno de los buenos.

Jugamos todas las tardes y, esa tarde, Niko dejó caer el florero de mami. Cuándo se dio cuenta de lo que hizo se fue y me dejó solo.

A Niko no le gustaban mis padres. De seguro era porque mami y papi lo llamaban imaginario. Siempre que ellos venían o se me acercaban, Niko se iba. Tenía sentido que creyeran eso.

Al inicio creí que tenía superpoderes, pero ya estaba grande y no podía creer en que alguien tan común como Niko recibiría poderes. Para eso, él tendría que venir de algún planeta de supers o tener millones de dólares.

A mí también me molestaba que lo llamaran imaginario. Me decían que ya estaba grande y debía conocer la verdad. Pero si Niko fuera imaginario yo no lo vería; no tendría cara o cuerpo. Y yo no mentía nunca, ya que eso es de niños muy malos.

—Niko no es real, hijo. ¿Por qué no haces amigos nuevos? —animaba mi mami.

—Los niños se burlan de Niko y burlarse está mal. No seré amigo de maleducados —contesté con enojo.

Era verdad, los niños se burlaban de Niko y de mí. Qué triste que Niko no podía ir a la escuela para probarles que decía la verdad.

—Pero hay niños buenos... puedes hacerte amigo de ellos ¿sabes? —mami intenta convencerme.

Pero yo no podía hacer eso. No, no podía. Niko era mi mejor amigo y eso implicaba lealtad. Sí, ya se usar palabras de grandes.

Es solo que esta vez Niko no me fue leal y, mucho menos, honesto. Él se fue y hizo que me regañaran. Hizo que me prohibieran jugar afuera y ahora estaba encerrado. Todo por Niko.

Estaba enfadado con él y se lo hice saber. Él no dijo nada, nunca lo hace. Pero aun así, ya no le hablaba. Lo ignoraba cada vez que él venía. Sentí un poco de culpa porque fruncía el ceño más de lo normal por eso, pero él se lo buscó.

Niko era así. Nunca sabía que pensaba o si algo le molestaba porque no decía ni una palabra. Yo no entendía como él podía vivir así. Una vez pensé que él no podía hablar, pero si no podía hablar, entonces, no me entendería.

Creí que dejar de hablarle no le afectaría para nada. Es solo que, algo cambió una noche...

Ese día, mis padres habían recibido unas hojas extrañas de una mujer formal. Ella pasó el día aquí y charló con mis papás sobre cosas que no entendía. Me miraba raro, pero no me decía nada. Me pidieron que me fuera a jugar en otra parte porque hablarían temas de adultos. Yo, como niño obediente, me fui sin protestar.

Cuando la mujer estaba a punto de irse, vi a mis padres preocupados y hablando en voz baja. Sostenían los papeles que la mujer les había dado y de vez en cuando alzaban la voz.

Yo no le presté atención, pero Niko si lo hizo. Lo sé porque esa noche él llegó a mi cuarto en la madrugada. Me miró por mucho tiempo. Me hice el dormido pero, supongo que, él ya sabía que fingía, porque siguió mirándome.

Me harté de su actitud y abrí los ojos enojado.

—Vete Niko, no te quiero ver. Por tu culpa me regañaron —lo confronté —. Además, estoy castigado, eso implica no hablar con mis amigos ni invitarlos a jugar.

Él estaba parado en la puerta y, entonces, señaló hacia el cuarto de mis padres, el cual se encontraba frente al mío. Yo no entendí a qué se refería pero, de repente, se acercó a mí, enojado. Apuntó al cuarto de enfrente otra vez, con más desesperación y, cuando ya estuvo muy cerca, tomó mi brazo, sin yo notarlo.

Apuntó a la habitación de mis padres una última vez. Su rostro se tornó oscuro de lo furioso que se veía y, sin previo aviso, Niko esguinzó mi brazo de un tirón...

.....

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