Capítulo 8

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TADEO

El día de hoy, al volver de la escuela, estaba un hombre alto y uniformado en casa. No tenía idea de quién era, pero mis padres hablaban como si lo conocieran de años.

Al verme, el hombre alto me sonríe y se acerca hacia mí. Me hice para atrás, desconfiando del extraño.

—Tú debes ser el joven Tadeo, ¿no es así? —saluda con amabilidad —. Me llamo Mario; yo soy un colega de tu padre. Es un gusto conocerte —extiende su mano, pretendiendo que la estreche.

—Hola... —saludé en voz baja.

Su mano era mucho más grande que la mía y creí que la aplastaría al estrecharla.

—Tadeo, estuvimos hablando entre adultos y... nuestras... vacaciones se han acabado —comunica papá.

—Sí, y entonces decidimos pedirle al amigo de papá cuidar de ti mientras no estamos —termina mamá por él.

—Yo puedo cuidarme solo. Cumpliré 10 años la próxima semana —le muestro ambas manos a mis padres, sumando un diez con mis dedos.

Tener dos dígitos en tu edad era crecer y ser un niño grande. ¿Acaso se les olvidó?

—Lo sabemos, pero con tu yeso no podrás hacer muchas cosas solo —mamá se agacha para estar a mi altura —. Además, ¿acaso puedes cocinar? —bromea, pero yo no reí.

Mis padres trabajaban de noche; por eso, en unas horas se fueron, dejándome solo con el extraño uniformado. ¿Por qué todos los amigos de mis padres usan trajes? Cuando yo llego a casa de la escuela me cambio el uniforme por lo incómodo y caluroso que es. Era extraño que mi "niñero" usara traje.

Lo bueno era que él no me decía nada a menos que yo le hablara primero. Eso me agradó, pero no podía confiar en un extraño hasta conocerlo bien. Era un hombre muy amable y enfocado. Desde que mis padres se fueron, ha estado trabajando con su computadora en completo silencio.

Me sentía muy tranquilo, en realidad. Ya no estaban mis padres y eso significaba que no había peligro alguno.

Niko tampoco se apareció hoy. No lo noté hasta que me fui a jugar a mi cuarto. Tampoco se apareció el resto del día. No me molestó para nada, a diferencia de otros días; supongo que pensar mi cumpleaños me mantiene de buen humor. Pienso que Niko también debe estar ocupado con lo que sea que haga cuando no está conmigo.

—Ya me voy a dormir —avisé al hombre. Él asiente con una sonrisa y sigue tecleando en su computadora.

Me preparé como siempre lo hago para irme a dormir y, justo cuando apagué las luces, Niko apareció. Estaba de pie junto a la ventana, frunciendo el ceño como era de costumbre. No esperaba verlo; tampoco quería a estas horas.

—¿Sí sabes que duermo de noche? —pregunto con cansancio —. Vete, ya me tienes cansado. No me dejas dormir, no juegas conmigo, te apareces cuando te da la gana y ahora ¡hasta me lastimas! —grito con enojo. Tenía sueño y ¡debía molestarme justo ahora! Y pensar que estaba contento hace unos segundos.

Niko no dice nada. Se me acerca y extiende su brazo. La misma tonta palabra seguía ahí, haciéndome rodar los ojos. ¿No sabía cuándo rendirse? ¿Por qué insistía en lo mismo?

—Ya entendí, no debo confiar en mis... —Niko me interrumpe meneando la cabeza.

Vuelve a apuntar a su brazo, pero esta vez tapa la S al final. La palabra ahora era "PELIGROSO"; singular.

—¿Quién? ¿El hombre? —me alerto ante la posibilidad. Niko asiente en respuesta, haciéndome temer y preocuparme.

Al inicio dudé, porque el hombre se veía tan amable y alegre. Recordé que mis padres también lucían normales y terminaron siendo peligrosos para mí. No entendía cómo, pero confiaba en que Niko me explicaría todo después.

Él camina hacia la ventana y extiende su mano hacia mí. Veo hacia la puerta, esperando a que el hombre apareciera y nos detuviera, pero no lo hizo.

No esperé otra señal, porque si Niko decía que eran peligrosos debía ser cierto; entonces, decidido, tomé la mano de Niko con confianza y ambos nos escabullimos entre la oscuridad de la noche.

El Amigo ImaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora