CAPÍTULO 12

65 22 43
                                    

Cuentos de menta y miel

—¿Qué estás haciendo, amor?

—Leyendo mis cuentos y novelas de hace años —sentí calor acumulado en mis mejillas y supuse que era por la vergüenza que sentía.

—¡Déjame ver! —Rubén se acercó hacia el sillón que estabábamos el sueño y yo sentados—. Recuerdo que cuando apenas estábamos empezando a salir me dijiste que escribías.

—Nunca te dejé leer lo que escribía.

—Eso, querida Giovanna —me apuntó sonriendo, sentándose a mi lado—, fue de las cosas más malvadas que has hecho en toda tu vida.

Me reí ante su comentario todo bobo y lindo.

—¡Escribía horrible!

—Por favor, tenías catorce años. Todos a esa edad éramos un desastre.

—¿Hasta tú? —pregunté inocentemente, pero ambos sabíamos la respuesta.

—No me lo recuerdes —escondió su rostro en sus manos y soltó un quejido dramático—. No estoy orgulloso de mi etapa emo.

—Te veías tan lindo con tu cabello largo rosa, tus tacones negros y esos frenillos amarillos.

—No puedo creer que me fuiste mi novia en ese entonces —suspiró, negando.

—Bueno, fuiste muy linda de chica.

—¿Así que solo me querías porque era una linda chica? —usó falsa sorpresa en su voz, se notaba que estaba conteniendo una sonrisa.

—Por supuesto —me encogí de hombros, ambos soltamos una carcajada—. Pero te prefiero así, siento tú.

—Yo también me prefiero así.

—Me alegra eso, Rubén.

Él se acercó más a mi y se acomodó en mi hombro, sentí el rozar de su cabello en mi cuello y parte de mi mejilla. Él olía a menta y miel.

—Enséñame tus historias —insistó suavemente—, porfa.

Rodé los ojos pero aún así acepté, busqué en la caja un cuaderno viejo y lo abrí en un cuento corto que había escrito hace muchos años atrás. Me daba pena leerle mis historias viejas pero confiaba en Rubén, y algo en mi quería compartile un pedacito de lo que alguna vez fuí.

Mientras leía, mi corazón palpitaba fuertemente en mi pecho cada que Rubén se acercaba más a mi y se acurrucaba en una posición más cómoda para ambos. A veces me besaba la mejilla, otras solo jugaba con mi cabello largo, siempre me hacía querer parar de leer y besarle pero me contuve.

Por alguna razón, entre las lineas del cuento, el olor a menta y miel me rodeaban y no podría yo estar más feliz por eso.

Los sueños que nos persiguenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora