Prólogo

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- No - La voz de Qui-Gon retumbó en las orejas de Obi-Wan.

- Pero...-Kenobi se quedó confuso.


Qui-Gon se dio la vuelta mientras caminaba a un lugar opuesto. Obi-Wan quería decir algo, gritar, hacerle volver, pero lo único que conseguía es meterse en un abismo de oscuridad. No llegaba a tocarlo, no llegaba a alcanzarlo, cada vez Qui-Gon estaba más lejos y Obi-Wan no podía hacer nada. En unas semanas cumpliría los trece años y solamente sería un granjero para los jedi. Pero no podía ser, la fuerza le seguía diciendo que este no era su destino. Qui-Gon debía haberse equivocado. Tomó el primer transporte de Bandomeer que lo llevase a las centrales de AgriCorp para ser asignado en una nueva tarea. Al llegar a la central fue mandado a una zona inhóspita de Bandomeer para cuidar y restaurar la tierra. Para ser un olvidado más. Jamás sería un jedi. Jinn le había robado la oportunidad. Empujó los pensamientos, debía empezar a trabajar si quería completar su trabajo, al menos podría escapar de esa roca desolada.
Todo era culpa de Qui-Gon, habían luchado juntos, había estado a punto de morir y la fuerza los había unido, esa misma fuerza rugía que debían estar juntos. Les reclamaba ser maestro y aprendiz, les exigía estar juntos. Era algo que Obi-Wan había aprendido, la fuerza los había unido, sin saberlo, un lazo de maestro y aprendiz que cuesta tanto tiempo hacerlo en el propio templo jedi, ellos dos lo habían conseguido en una base de días. Meramente ahora había sido traicionado por la propia luz de esperanza que tenía. La única. Además los jedi debían estar equivocados también. La botánica era para otras personas, él necesitaba acción, pensar, usar el ingenio para escapar de situaciones de vida o muerte, como en la prisión de Bandomeer. Si esa situación no había cambiado su punto de vista de él es porque Qui-Gon era un obstinado. Quizás la fuerza le había hecho un favor dejándolo fuera de la tutela de Qui-Gon.
Tomó uno de los brotes, odioso brote. Era una pequeña planta, nativa, tenía un asqueroso color verde y estaba en un tiesto pequeño. Quizás aun debía dejarla crecer, aun parecía muy débil. No le importó, la vida no era tan bonita. Dejó la planta en el suelo y con sus manos desnudas empezó a cavar en la tierra. Tomaba trozos de tierra y los lanzaba, lo más lejos que podía. Cogía y lanzaba, cogía y lanzaba, cogía y lanzaba, cogía .... Ya sería suficiente. Con su mano agarró el tiesto y con la otra el tronco de la planta y tiró con fuerza. La tierra hizo un "Plop" cuando separó planta de tiesto. La mano en la que sujetaba el tiesto lo dejó caer contra la tierra, mientras que con la otra sujetaba la planta como un trofeo de caza. Cayó de rodillas mientras dejaba la planta en el centro del agujero. Listo ¿qué misterio tenía esto?
Era un insulto para su intelecto. Con ambas manos lanzó la tierra de los costados dentro del agujero. Se levantó y tomó otra de esas plantas, repitió el proceso con varias ignorando el sonido de su estómago, hacia minutos que rugía, pero más rugía su venganza contra Qui-Gon. Esas plantas eran otra víctima de la ignorancia de ese jedi. Habría plantado unas 20 cuando se dio cuenta de que se había quedado sin los brotes que ya había plantado. Había una planta diferente en cambio eran unas plantas obtusas con algunos punzones saliendo de las ramas.
Tomó la tierra sacándola. Sus manos llenas de tierra seca, árido, muerto como todo lo de aquellas tierras. Pasó su mano por la sudorosa frente suya. Un poco doloroso el movimiento, arrastrando con su mano pequeñas piedras que se habían enganchado a sus manos. Como pensaba Obi-Wan, ese lugar era desagradable por fuera y por dentro, la tierra se pegaba a tus manos en busca de alimentos. Con asco Obi-Wan intentó quitarse la tierra.
- Vamos a terminar con esto lo antes posible.- Comentó levantándose a por el otro tipo de planta.
Tomo el tiesto en sus manos haciendo presión en él con sus dedos. Se arrodilló ante el hoyo donde iba a enterrar a su siguiente planta. Preparó su mano derecha, reposando en el costado, moviéndola lentamente hasta la parte de abajo del recipiente, donde la planta se escondía de él. Su otra mano tanteó, buscando un lugar donde agarrarse con firmeza. La planta era bastante firme, dos ramas salían del fino tallo. Tomó el control del tallo apretando con fuerza, para que la planta no se escurriese de su mano y terminase por romper las ramas. Todo listo, cuando fue a tirar su mano izquierda aulló de dolor. Tuvo que sacarla de encima de la planta.
- ¡Ah! - Exclamó sorprendido por el repentino dolor.
Miró su mano, no tenía nada, pero sin embargo, se había hecho daño. Quizás los tropezones tierra había hecho estragos en su palma y simplemente había rozado con un lugar sensible. Volvió a retomar la planta, una vez más el mismo dolor se apoderó de su mano. Lo ignoró y empezó a tirar. El dolor solo incrementó. Tiró con más fuerza, pero la planta no salió del recipiente. Más fuerza y no salía. Más. Más. Más. Más. La planta precía estar atascada en ese lugar. Movió sus dedos, acomodando su mano.

Lírios en MandaloreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora