Capítulo 1

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El día de Qui-Gon empezó como todos, se levantó en su apartamento a solas. Luego preparó una taza de té, manualmente, como solía hacer. En la opinión de Qui-Gon esa era la mejor forma de hacer el brebaje. Mantenía el sabor original del té y a la vez no lo concentraba lo suficiente para que el gusto inundase todas tus papilas gustativas. En sus manos sujetaba la taza -aún caliente - de té. Solo un pequeño rayo de luz pasaba por la ventana de la habitación. Un buen momento para meditar y ordenar sus pensamientos, a pesar de no estar en su lugar favorito de meditación, le vendría bien un pequeño momento de claridad. El pulgar de su mano pasó por la taza, acariciándola.


Se quedó mirando el líquido el cual estaba completamente inmóvil. Llevó la taza a sus labios, bebió un poco de té. Permitió a su mente divagar por sus pensamientos, preparándose mentalmente su horario en el día de hoy: Primero un pequeño paseo en el templo hasta llegar a su lugar de meditación, unas horas de meditación y luego ir al dojo a practicar o a enseñar, solo la fuerza dictaría cual era el destino de esas acciones. Había pasado mucho tiempo fuera de las misiones del consejo, buscando la paz tras el tórrido final con la persona prohibida. Hacía poco tiempo Qui-Gon no podía ni hablar de Xánatos, por un tiempo incluso dejó de beber té porque le recordaba a él. Pero el consejo y yoda, le habían dado tiempo para recuperarse, aunque este se había extendido bastante después de tener que rescatar a Thal, sin permiso del consejo. Debía pasar página, Xánatos ya no formaba parte de su vida, la fuerza se había encargado de ello. El que un día fue ni lo que pudo ser ya no importa y la herida de Qui-Gon hacia tiempo que estaba cerrada, ahora meramente se hacía recordar a su aprendiz como su autocastigo. Se había preguntado si tendría las agallas de algún día escoger algún estudiante de nuevo, como Yoda le insistía en hacer. Su memoria volvió a Bandomeer ¿cómo se llamaba ese chico que le ayudó? No lo recordaba bien, recordaba su cabello pelirrojo degradado en un castaño arena con el corte típico del templo. Era un gran potencial, dudaba que podría encontrar a alguien como él en el templo, pero no, Qui-Gon no podía comparar a los iniciados de ahora con un chico que había sido mandado a las AgriCorps, un chico que tan solo había conocido por dos días.
Tomó otro sorbo de su taza y continuó pensando hasta terminarla. Después de ello se levantó y dejó la taza para salir del apartamento. Caminando por el pasadizo principal tomando los elevadores subiendo hasta los niveles de los balcones de meditación. Allí buscó un lugar a solas, viendo como los jóvenes corrían por el lugar, disfrutando del momento y la paz. Haciendo su camino pudo ver en el rabillo del ojo un joven pelirrojo, una vez más le recordó al joven de Bandomeer.


Tomó un lugar silenciosamente y se sentó, cruzando las piernas y sus manos en las rodillas. Dejó la fuerza fluir a través de él. La corriente de la fuerza, fluyendo por todo el templo, en tranquilidad y completo equilibrio. Las aguas de la fuerza fluyendo por todo el lugar concentrándose y siendo expulsada por los seres vivos. Las plantas de los jardines que estaban apuntando su atención en un ser, un usuario de la fuerza el cual Qui-Gon no sabía distinguir.
Se fundió en la fuerza hundiendo su ser en la fuerza. La fuerza lo abrazó en su cálida presencia buscando paz, serenidad y equilibrio. Pasó unos minutos en ese estado de trance. Buscó pensamientos que ordenar sin embargo encontró su cabeza vacía, a excepción de una sola persona. Thal. La última experiencia de la compañera de Qui-Gon le había hecho plantearse muchas cosas sobre su vida y sus relaciones. La quería, eso era obvio, y ella lo quería a él. Todo se había desvelado en su último encuentro donde casi la pierde. Unas palabras que aterraban a Qu-Gon, como jedi debía estar preparado para la perdida de uno de sus compañeros, pero Thal, no podía permitirse perderla, no después de Xánatos, no tenía más familia que ella en el templo. Era cierto que conocía a otros maestros, pero no era lo mismo que pensar en perder a Thal. Esos pensamientos están prohibidos aquí, prohibidos con el código y ahora Qui-Gon había experimentado las consecuencias de primera mano. Casi cae al lado oscuro. En aquella misión la fina línea de oscuridad y luz se difuminó, estaba lleno de furia, miedo, sufrimiento. Nada importaba ni siquiera la vida de aquellas personas que se interponían en medio. Incluso para un maestro como él el lado oscuro era tan sutil y tan seductor. Había resistido aquella vez, pero quizás la próxima vez no sería tan fácil. Ahora ya sabía como era y como actuaba, no habría próxima vez. Si esta experiencia había sucedido, era por la voluntad de la fuerza. Y su voluntad había demostrado que Qui-Gon debía mantenerse en el lado luminoso. Se mantuvo unos minutos más allí metido en las aguas de la fuerza, permitiéndose descansar su mente.
Volvió a abrir los ojos. Con su energía restaurada tras la siempre revitalizarte meditación, se levantó. Volviendo a hacer su camino hacia los pasadizos del templo. Pero fue parado por una figura que reconocería cualquier persona. El maestro yoda había aparecido en el pasadizo y se dirigía hacia él.

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