Louis cernió el cárdigan sobre su cuerpo cuando una ráfaga de aire lo recibió al dejar el edificio.
Habían acudido juntos a su última visita a la clínica antes de que el noveno mes de embarazo llegara. A pesar de los últimos días que había tenido, el estrés y la ansiedad, la incertidumbre insaciable, las tristes noches... nada de eso tuvo repercusiones en su progreso cuando el doctor le anunció que todo iba viento en popa.
Su vientre de ocho meses recién cumplidos parecía querer estallar en cualquier segundo. Su espalda lo mataba, sus pies dolían, sus tobillos permanecían hinchados. Tanto, que hasta sudó tratando de ajustarse los zapatos incluso si la temporada invernal comenzó a asomarse hace una semana. No quería ni imaginarse como sería aguantar un mes más.
Más que sus reumas y el dolor físico que conllevaba cargar una criatura dentro, el corazón del menor no paraba de acelerarse por el miedo que yacía debido a que la gestación se le acababa. Ahora ya estaba a un mes. A 30 días, tal vez 28... La ansiedad que lo carcomía a la espera del momento le mantenía el pecho apretado y al omega alerta.
Suspiró. Sabía que el mayor estaría ahí cuando lo llegase a necesitar, pero eso no disminuía el pre estrés que la labor de parto le estaba floreciendo desde ya. Otra ráfaga lo estremeció, pero esta no fue del viento. La avalancha de preguntas que le llegó después, solo le provocó otro espasmo.
¿Iba a dolerle? ¿Iba a poder pujar? ¿Iba a poder con todo? ¿Y sí el bebé nacía mal por su culpa? ¿Y sí venía de nalgas? ¿Y sí estaba demasiado grande para un parto? ¿Y si no podía? ¿Y sí...?
—¿Quieres mi chaqueta? —La voz del alfa lo sacó de sus pensamientos, pasmándolo un momento antes de responder.
—No, yo no...
Fue inútil porque el rizado ya se la estaba colocando encima de los hombros.
—Has estado muy callado desde que dejamos la consulta. —Señaló el más alto, abriéndole la puerta del vehículo cuando llegaron a él—. No es usual en ti. Menos después de haberlo esperado tanto.
—Lo sé, pero... —Suspiró—. Olvídalo, no lo sé. Necesito pensar y relajarme.
—No vas a relajarte si sigues pensando. —Apareció a su lado y cerró la puerta para después colocarse el cinturón—. Vamos, es tu último mes. ¿Qué se te antoja?
—¿Eh? —Louis lo miró confundido.
—¿Algo que se antoje? —El castaño seguía sin seguirlo—. Es decir, ¿no se supone que los embarazados tienen antojos?
—¡Oh! —Se ruborizó. ¿Cómo no pudo captarlo antes? —. Sí, bueno, hm... ¿helado?
—Bien. —Dio reversa para salir del estacionamiento.
Salieron a la avenida principal en un tráfico que estaba tranquilo. Londres se erguía impetuoso con un cielo azul abarrotado de nubes en aquella tarde de viernes. Louis se entretuvo en el andar de la gente y en el izar de las puertas de los negocios que cerraban temprano. Después de unos minutos donde se perdió en sus cavilaciones incitadas por lo cotidiano, la voz del alfa salió removerlo.
—Ahora que lo pienso —Hizo una pausa, chasqueando la lengua contra el paladar—. Nunca me hablaste de antojos. ¿No te dieron o algo así?
El castaño se removió y alisó el pliegue de su vestido. Debido al tamaño y la sensibilidad de su barriga, no se podía permitir usar algo menos suelto.
—Bueno... —Carraspeó y se hundió un poco en su asiento—. Sí me daban, desde luego. Solo que nunca te dije nada porque, bueno, ya sabes, no nos llevábamos muy bien.
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The war is blue || L.S. (Omegaverse)
FanfictionCuando Mick Styles se va a la guerra, es irreversible el hecho de que haya dejado a su novio encinta y que, debido a las circunstancias de la situación, Anne Styles quiera encomendar a su primogénito Harry a hacerse cargo de un omega y de un hijo qu...