Capítulo 3.- Petición inhumana.

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La noche transcurre con rapidez mientras mis dedos continúan escribiendo, me queda poco tiempo, casi toda las noches entran los hombres vestidos de fantasmas a tratar de dormirme,  vendrán al saber que he vuelto a escapar de la celda, las gotas de sangre escurrían por mi nariz a su vez que mi mano se palidecía más, seguiré justo donde lo dejé, espero encuentre alguien estos escritos y finalmente revele el horror que por mucho tiempo fue escondido.

...

Mis botas lentamente eran desgastadas por las piedras congeladas y el andar rápido, tan solo faltaban un par de kilómetros, a un lado mío, como un parásito de mi conciencia, Simón mientras que al otro, con un rostro afligido y cabeza baja, el joven Ismael.

— Vamos muchacho, si la bestia nos ataca, corre y no mires atrás , tenemos aún tiempo  para que anochezca — buscaba animarlo, entre todo el grupo, era al que menos conocía; con respecto al doctor, tal vez sea un hombre misterioso pero debo admitir que es alguien ingenioso y se podrá cuidar por un tiempo. 

Mi estado mental se caía a pedazos mientras mi cabeza estaba por romperse de la presión, desesperado, al oír de nuevo esas voces, tomé un arma y disparé sin cesar hacia el cielo sin importarme a donde, buscando callar los alaridos de culpa de ambas; este frío me esta enloqueciendo por lo cual decidí tomar un descanso, en verdad que era agobiante.

Sin otra opción me dispuse a beber todo el ron que contenía mi cantimplora, rápidamente caí bajo los insumos del alcohol, mi paso se hizo irregular y los ojos me pesaban, esa sensación de felicidad reflejada esplendorosamente en el líquido color ocre, me hacía recordar los días de juventud cuando salía a las cantinas a beber y apostar mi paga de forma tan repulsiva que nadie solía acompañar mi presencia, ni siquiera, Simón que en paz descanse.

— ¡Escucha, debemos irnos! — gritaba con severidad mi esposa mientras golpeaba mis rojas mejillas, mi mente desconectada cada día más, no podía volver a sentir todo esto de nuevo, apuntando el rifle a mi boca sonreía a la vez que Ismael gritaba:

— ¡ Capitán, debemos irnos, rápido ! —ambas escenas aparecían fragmentando mi visión a tal punto que por fin, luego de 10 años, volví a ver aquella figura resplandeciente y santificante, cualquiera la confundiría con un ángel  o santo pero no, tan solo se trataba de mi esposa, pero sabía que todo resultaba otra jugada, un escapismo más causado por mi mente, pero esta vez no volvería a caer, saliendo con lentitud de esa alucinación pude al fin oír las advertencia del muchacho frente a mí. 

—¡ Está justo tras de usted ! — gritó el muchacho señalando a mis espaldas.

Como el terror invade a los infantes a la hora de dormir o aquel miedo que carcome las almas de los adultos de diversas formas, justo resultaba ser el mismo miedo el que me motivó a jalar del gatillo sin abrir los ojos, mi estado de ebriedad era lo de menos, si tenía algo que admitir era mi miedo, mi miedo a morir en ese maldito bosque. Solo tuve tiempo de divisar la silueta acercándose cuando abrí fuego.

Cayendo a lado mío, noté el rostro perforado del doctor junto a una risa eufórica, mi mente en ese momento había perdido sentido, solo se reflejaban en mi ser los más primitivos sentimientos aglomerados, desgarrando mi mente ansiosos por salir.

— ¡No puedo creer que hayas caído en esa escusa, era tan patético! —un escalofrío recorrió por mi espalda, sonriendo Ismael se veía animoso y enloquecido,  tomando unas gotas de sangre de la frente del cadáver lame su mano con deleite — No creí que el miedo lo consumiera tan rápido, Capitán. 

— ¿ Qué estás haciendo, Ismael? — cuestione al ver el asesinato fortuito que provoqué notando la sangre en mi rifle pues fue un tiro casi a quemarropa. 

Voces en el bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora