Capítulo 5

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Un chico hermoso se sentaba de frente a la entrada del bar, rodeado de sus amistades: le resaltaban los ojos marones claros, brillaban más que la luz de ambiente, iba vestido con jeans ajustados y una camisa azul cielo que combinaban perfecto con su color de piel. Era impresionantemente hermoso. La había subyugado nada más entrar.

-¡Oh no! Ahí está- espetó Letty, exaltada y nerviosa.

-¿Quién?, Letty- pregunta Carla, buscando entre las personas que estaban en el bar.

-Es que, me he estado hablando con el galán de la universidad- zanjó, encogiéndose de la vergüenza.


-¡No puede ser!, no te vayas a ilusionar, escuché que vino recientemente de España, no se sabe porque demonios. No tiene mucho bueno que decir de él, ten cuidado- aseveró Carla, sin ningún reparo.


En ese momento se apagó las patronales que Letty llevaba dentro; quería evadir aquel comentario, como si no importara lo que había escuchado, y las ganas de irse del bar la atormentaban aún más. Le venía a la mente la pelea que había tenido Paul. 


Paul había visto llegar a Letty, y con mucho cuidado la observaba, la atraía hacia él con la mirada y la fulminaba por no haberle respondido el mensaje. No sabía porque sentía rabia de verla en aquel lugar y ni siquiera comentárselo. Letty no era como todas las chicas que se le acercaban, no dependía de los chicos, era muy decidida y autoritaria; además, nunca había estado en una relación con nadie, era fría en esa parte de su existencia.

En su adolescencia había experimentado con un chico de su edad, pero fue lo más horrible que le pudo haber pasado. Desde entonces, no se había interesado así por nadie; por lo que se sentía enfadad de no poder controlar lo que estaba pasando.

Paul se dirige al bar por más tragos, y se para justo al lado donde estaba Letty y sus amigos. Sus ojos se escrutaron chispeantes. Esto lo hacía a propósito, porque ya la había visto y buscaba la forma de acercarse; mientras parecía no inmutarse por su presencia.


-¡Hey! No te hacía de estos sitios- comenta Paul, acercándose a buscar conversaciones.

-Ya ves- interrumpió Carla, con mirada fulminante.

-Mira, Paul, ella es Carla, mi mejor amiga- espetó Letty, tratando de que el ambiente no se torne tan tenso –vivimos juntas- agregó, distrayendo la mirada que le devolvía Paul a Carla. Estaba apretando la mandíbula; parecía una persona que se enfurecía rápido.

-Un placer, que la pasen bien- convino Paul al despedirse. Tomó los tragos y se retiró.

Carla estaba exasperada, no sabía nada de lo que estaba pasando, y sentía que Letty no le tenía la suficiente confianza para decirle las cosas. Se justificaba en que era una tontería decir que le gustaba alguien.

De vuelta a casa, Letty recibe un mensaje de Paul <<siempre he admirado a las mujeres como tú, al verte en clases y ahora en el bar, me gusta mucho tu color de piel y tu forma de ser, te he observado todo el tiempo, confieso que te he stalkeado por Facebook, me la he pasado mirando tus fotos. Espero conocer más de ti>>.

Letty se quedó impresionada, asustada, sin aliento, un sinfín de sentimientos encontrados la abordaban; una montaña rusa que no paraba de subir y bajar. Lo único que pudo contestarle fue <<muchas gracias>> nunca le había pasado algo así, más de la persona que se trataba. Se dirigió a la habitación emocionada a contarle a Carla, sin importarle lo que esta le había advertido.

-¡Oh Dios! ¡Un chico guapo por fin se fija en mí!- exclamó Letty, con un brillo en los ojos distinto, sonrojada y con el corazón exaltado de la emoción.

-No te vayas a ilusionar- enuncia Carla, poniendo los ojos en blanco, sin ningún tipo de emoción –el estar enamorado es lindo, pero duele, eres una persona de buenos sentimientos, no te apresures, hay que saber diferenciar la ilusión y el amor, el pasárselo bien. Luego me darás la razón- aseveró, sin más reparos.

-Tu que sabes de eso sin nunca has estado enamorada- replicó Letty, con un amargo sabor en la boca del estómago sintiendo como las mariposas se ahogaban y el miedo la arropaba. Una parte de ella estaba segura de que nada ni nadie podía hacer que perdiera su rumbo de liarse con el galán.

Cada día compenetraban más, hablaban hasta tardes horas, compartían en la universidad. La historia se iba liando cada vez más fuerte y la luz roja del BlackBerry parpadeaba sin parar. El amor entorpece hasta al más lúcido.

Gracias por leerme❤️

El amor cuando no duele mataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora