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Las semanas pasaban, y no había un solo día en el que Midoriya no pensara en aquel chico. Midoriya al no saber su nombre, lo había apodado por muy largo que fuera, El chico del apartamento 512. El que hace al pobre corazón de Midoriya saltar, debido a esto Izuku había empezado a hacerle cartas noche y día que no puede entregar. Ese chico del apartamento 512 le hacía tartamudear y mas siempre que hablaba de él con Uraraka, aquel chico que siempre piensa y sueña noche y día. Él, y solo él.

Midoriya se le hacía algo absurdo escribir cartas, pero era de la única manera en que podía descargar lo que sentía por aquel chico. Midoriya suspiro enamorado y guardo la carta que había hecho aquella noche en el cajón de su escritorio, apago la luz y durmió pensando en aquel chico.

Un día cuando Midoriya subía por el ascensor para ir a su trabajo, el ascensor se detuvo en uno de los primeros pisos donde un hombre de aspecto musculoso, alto, de cabello rojo, entro.

El viejo lo invita —chico, ven a verme—

Midoriya hizo una mueca, afortunadamente ya había llegado a su piso y las puertas se estaban abriendo, por lo que Izuku le dijo —No me caen los viejos rabos verdes— y camina muy lentamente a su departamento

Antes de entrar a este sucede algo que Izuku no se lo esperaba. Del ultimo apartamento sale el chico que le roba los suspiros y pensamientos, allí está el caminando hacia el ascensor con la vista baja viendo las cartas que sostenía en sus manos. Midoriya se había quedado fuera de su departamento petrificado. Cuando sus miradas se cruzaron, la cara de Midoriya ya parecía un tomate, abrió rápido la puerta de su departamento y cerró la puerta tras de sí con el corazón latiéndole a mil por hora, podía sentir como su corazón golpeaba su pecho y su cara hirviendo.


El chico del apartamento 512Donde viven las historias. Descúbrelo ahora