48. Lo que nunca imaginé

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¿Quien no estaría preocupado por una persona desaparecida desde hace días? Todos los sitios locales buscando a Borja Luzuriaga por los alrededores pero no un rastro de su presencia, para la mala suerte de ellos, las escasas pruebas que tenían de la desaparición del joven Luzuriaga eran inútiles y no llevaban a nada. Solo servía para resolverse más, pero si encontraron una pista, pequeña, casi nula pero si. La botella de vino que contenía veneno. Ni uno de los conocidos de Borja sabían qué onda con ello, pero Auron si, este sabía de que iba por lo que pidió (o exigió mejor dicho) que le hicieran muestras a la botella. Y efectivamente, ahí había unas huellas que podían ser del secuestrador de Borja Luzuriaga, el señor Emiliano Magno.

(...)

¿Cuanto había pasado? La noción del tiempo se pasaba lento, luego rápido y esto casi nunca pasaba. Jugar, por llamarle de algún modo, con una baraja le confundía más. Aquello ya parecía mucho, hasta parecía una infinidad al sentir como su vello facial crecía más.

Un día o noche de aquellos donde la cordura de Luzu y la de Emiliano eran casi nulas, este último mencionado entró nervioso. Nunca faltaba el policía corrupto que pedía dinero por información, y Emiliano al tener dinero podía permitirse esos caprichos pero no sabía si le agradaba lo que le había contado pero era cierto, la botella de vino. Había planificado todo, dejar a Luzu ahí hasta que este pidiera que lo mataran, cumplirle su petición y deshacerse del cuerpo. Pero al contrario, esa botella de vino le estaba jodiendo sus planes y ahora corría el riesgo de ser pillado con las manos en la masa.

—Ay Luzu Luzito...—cantó sentándose al lado del menor con una vil sonrisa.—Debo obligarme a creer que necesitas algo más que lo que mereces. ¿No es así?

La vida había tratado varias veces a Luzu como una porquería, pero era turno de plantarle cara a eso. Aquello nunca se le había pasado por la cabeza, aquello a lo que nunca había imaginado hacer, a lo que le tenía miedo, pero si el karma no le hacía caso, él si lo haría, él quería justicia. Miro a Emiliano con el ceño fruncido esperando a que dijera algo más.

—Ah... ¿no te has sentido inútil? Yo si, varias veces me pasa... en algunas mañanas yo... me levanto y siento que falta aquello con lo que te sentías completo o simplemente aquello que nunca encontraste, o dejaste ir...—suspiro sacando un cigarro, provocando una tos por parte del menor cuando se encendió este y el mayor le daba una calada.—Yo si me suelo sentir así desde que tu abuelo... desde que tu y yo matamos a tu abuelo. Yo si me siento culpable, ¿tu no?—le dio otra calada a lo que Luzu intento no inhalar el humo.—Yo quiero morir por ello, no le merecíamos, por lo que cuando te mate, yo me suicidare.

Aquello no se lo había imaginado ni en un millón de años. Quería suplicar que no lo matara, que lo hiciera por el legado de su abuelo pero las palabras no le salían de la boca, solo lágrimas que ante los ojos de Magno, eran un estúpido intento por librarse del destino final.

—Niño... a veces pienso ¿por que no le dejo libre? Pero no se, miedo supongo.

—¿A que le tendría miedo un hombre como tú? ¿A que le gane con el dinero?

—No, Luzu, a que me delates.—confesó en un suspiro.—Si te suelto, ¿puedes prometerme que no me delatarías?—pregunto.

—Claro que no.—mintió, ¡pues claro que lo haría! ¿Quien no lo haría? Solo una persona en su mal juicio lo haría. Pero al ver la maldita sonrisa de Magno, el menor se alteró, no significaba nada bueno y sabía el porque. Solo una persona en su mal juicio lo haría, eso era lo que buscaba Emiliano y Luzu no podría ofrecérselo en un buen tiempo.

Lo que nunca imaginé [LuzuPlay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora