Desde que Kibum fue despedido, sus días se tornaron un ciclo repetitivo de estupideces se levantaba, buscaba trabajos en los clasificados en línea y en el periódico local, descargaba su frustración en el gimnasio que tenían en casa y si eso no funcionaba, aseaba su casa al momento, no había ninguna parte de su casa que no brillara o estuviera reluciente apostaría que incluso el Sr. Limpio estaría impresionado.
La frustración era el nombre del juego, lo más gracioso era que Kibum no extrañaba su trabajo odiaba ser el del montón que se alineaba para ir a trabajar sin embargo, era algo que hacer y le pagaban por ello sin ese dinero, lo que le quedaba era recibir cheques por desempleo que apenas le alcanzaban para cubrir los pagos de su camioneta y el súper, haciendo que su hermano lo mantuviera en todo lo demás… algo que lo hacía sentir extremadamente mal lo poco que tenía de ahorros continuó sin ser tocado, porque Minho intervenía cada vez que Kibum mencionaba que quería sacar ese dinero para ayudar con los gastos mensuales.
Si no conseguía algo y pronto, colapsaría todo esto de cocinar y limpiar lo hacía sentir como un ama de casa con esteroides, sin embargo, no cambiaba el hecho de que necesitaban comer, razón por la cual estaba en el supermercado en la tarde de un lunes ya se les habían acabado varias cosas en la casa y sentía un antojo por carne roja.
Enormes hamburguesas a la parrilla sonaban perfecto para el postre planeaba comprar un poco de Pastel pero podría comprarlo de una pastelería y al cubrirlo con crema y fresas extra, parecía casi hecho en casa anticipaba la comida tanto como las formas creativas en las que él y Minho podían encontrar para usar lo que quedara de la miel.
Con ese pensamiento en mente, tomó una bandeja de uno de los aparadores de la pastelería y lo agregó a su canasta que colgaba de su antebrazo izquierdo, la colocó justo sobre los tomates rojos y la carne molida todo lo que le quedaba por hacer era comprar el pan para hamburguesas.
Se acercó al pasillo del pan, ignorando las miradas que algunas amas de casa y personas mayores le lanzaron miró unos bollos de pan y eso lo hizo titubear entre cual era la mejor opción para sus hamburguesas mientras estaba parado ahí, no pudo evitar escuchar lo que dos voces hablaban en el siguiente pasillo.
—Es enfermo, te lo aseguro —dijo la primera voz— no solo ya era lo suficientemente malo que fueran maricas…
—Lo sé, —respondió la segunda— ni siquiera quiero pensar en ello, alguien debería intervenir y hacer algo.
La curiosidad lo obligó a mirar por la esquina la identidad de las dos mujeres que hablaban no le sorprendió, para todos Eunjung y Yubin eran un par de dulces y amables viejecillas, pero la realidad no era así ambas tenían más de sesenta y las hermanas eran dos de las más chismosas de todo el pueblo Eunjung estaba casada con el pastor de la iglesia y por lo tanto siempre estaba interesada en las últimas noticias, mientras Yubin era viuda y no tenía nada mejor que hacer que hablar de los chismes a quien fuera que estuviera dispuesto a escuchar a Kibum le dio pena pensar en el pobre bastardo que había caído presa de su radar.
Debido a que las señoras estaban en el pasillo al que necesitaba ir para obtener el pan de las hamburguesas, Kibum decidió mejor tomar los bollos frente a él agarró un paquete y se dirigió inmediatamente a la caja.
Un calor opresivo envolvió a Minho como si estar vestido con manga larga y pantalones de algodón con una temperatura de noventa grados no fuera lo suficientemente malo, acababa de terminar un turno de diez horas con una máscara, soldando vigas en la fábrica local para la cual estaba esclavizado para ganar dinero era más terrible que antes algunas veces se preguntaba por qué se molestaba después de quitarse la máscara, Minho se acercó a los casilleros de los empleados para guardar su equipo y tomar su lonchera antes de irse a casa.