Choi Minho ingresó al estacionamiento del área de descanso, su pene se endureció con solo ver el edificio de ladrillo cerca de la autopista de su pueblo aparte del clóset, no había puntos donde los gays pudiesen encontrarse en esta ciudad, los encuentros clandestinos y anónimos que se llevaban a cabo dentro de la estructura eran lo mejor que un hombre soltero podía encontrar, a menos que estuviera dispuesto a conducir dos horas para llegar a la ciudad más cercana.
Minho no tenía ni el tiempo ni las ganas de hacerlo. Cuando no trabajaba turnos
dobles en la fábrica, su tiempo libre lo utilizaba para reparar la propiedad que su hermano y él habían comprado hace un año colocó el freno de mano, más por costumbre que por necesidad, y salió de la camioneta. Solo porque el asfalto del
estacionamiento estaba nivelado, no significaba que debía confiarse el dicho“es mejor prevenir que lamentar” aplicaba más que a granadas de mano lo último que necesitaba era que su camioneta se fuera rodando mientras alguien le chupaba el pene minho cerró la puerta y miró a sus alrededores otros seis vehículos estaban estacionados alrededor de su Ford, aunque eso no era inusual. Se sabía que, desde hace años, las personas usaban esta área como un lugar de “encuentro” Su propio hermano lo había usado como picadero ocasionalmente, muestra de ello, era la camioneta estacionada a medio aparcamiento.
Después de acomodarse la gorra sobre la cabeza, Minho entró al baño para caballeros el pensar en su hermano gemelo hizo que acelerara el paso, aunque no podía pensar la razón, ni tampoco se sentía cómodo al analizarlo ahora, ciertamente, no era el momento de detenerse a pensar en los pequeños misterios de la vida Imaginó que sus largos pasos lo hacían lucir como cualquier otro hombre con un enorme deseo de orinar, aunque la verdad era completamente distinta si alguien lo miraba de cerca, notaría la endurecida prueba de su deseo presionándose contra la cremallera de sus jeans, buscando la satisfacción que esperaba encontrar dentro.
Minho había visitado el área de descanso cada semana por los últimos dos meses, gracias a una conversación que escuchó, la cual le dio una pista de lo que ocurría en este lugar aunque estaba sorprendido que alguien estuviera dispuesto a sentarse en un retrete maloliente, y succionar el pene de quien fuera que tuviera el valor de introducirlo por el agujero colocado estratégicamente en el tabique. No analizaría las intenciones de la boca del extraño si serviría para apaciguar sus deseos.
Al entrar al baño, se sintió aliviado al notar que estaba casi vacío podía oler los desagradables aromas de sudor, orina y semen caminó rápidamente a la parte trasera e ingresó en el último cubículo a la izquierda. Aunque el lugar permaneció en silencio, podía observar un par de zapatos deportivos debajo del panel separando su cubículo del de al lado un escalofrío recorrió su espalda y se acumuló en sus testículos mientras pensaba en lo que ocurriría pronto las cosas saldrían bien, como había pasado antes, o podrían salir fantásticamente mal si rumores de este sitio ya habían empezado a circular desde la última vez que vino, probablemente alguien sería arrestado fácilmente podía imaginarse a los policías capturando a todos los hombres pervertidos que se aprovechaban de un poco de acción anónima en la semiprivada área de descanso aunque no sería la primera vez que lo arrestaran por estar del lado incorrecto de la ley, pero no podía imaginarse ser arrestado por comportamiento inmoral el rumor se desperdigaría mucho más rápido de lo que recibiría una condena judicial.
Aunque, eso no lo haría darse la vuelta. Su pene estaba tan duro como el acero sabía qué era lo que recibiría y no aceptaría menos que la boca húmeda y caliente que lo había satisfecho tan bien los recientes meses. Aunque en realidad, no sabía si se trataba del mismo hombre.
Honestamente, no quería relacionar ningún rostro con la boca que lo chupaba. Eso haría que el sujeto del otro lado de la pared se convirtiera en algo real la situación actual era que Minho entraba, tenía un orgasmo y se marchaba. No tenía que hablar ni pasar por los incómodos momentos que implicaban conocer a alguien y tratar de follárselo.