La cresta del pollito

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- ¿Te ayudo?

- ¿Iván? Dime.

Se asoma a través del marco de la puerta, quedándose bajo el dintel. No sabe si es bien recibido. - Si quieres te ayudo, Andy -levanta una ceja-, que las de la cocina no sé yo, pero estas tijeras no creo que se te den bien.

- Gracias -se las pasa. Son tijeras de costura. Iván las observa y las deja en la repisa sobre el lavabo. Se vuelve a acercar a Andy y coge de su otra mano el cepillo enorme e incómodo que le ha dejado Luna.

La canaria tenía de todo en el enorme neceser acolchado que le ha dejado, la mayoría era maquillaje, y eso es lo que más se ajustaba al peine de su peluquero de Madrid. Un enorme cepillo rectangular, plateado como el neceser e igual de aparatoso. Se oye un chirrido.

No le da tiempo a girarse cuando Iván le da un golpecito en el hombro para que se siente en el taburete blanco de metal que acaba de mover junto a él. No lo había visto, sí, habría sido de lo más cómodo usarlo desde el principio. Sólo le ha dado tiempo a echarse un poco de agua en el pelo y peinarse (aunque no lo parezca).

- Gracias -le dice.

Iván no le contesta. Andy no se decide a sentarse. Se quita la chaqueta negra de punto para quedarse en camisa. Más cómodo, si van a estar dos en un cuarto tan reducido. No sabe dónde dejar la chaqueta.

Mira a Iván y se acuerda de algo- Tu novia es un encanto. Sandra. Dice mi novia que te lo diga - deja la chaqueta colgada en el tirador redondo de la portezuela del armario empotrado.

- También le ha caído genial la tuya. Me sorprende. No suele hablarme así de gente que acaba de conocer y menos si sólo la ha visto una vez.

- Por eso te digo, acabamos de tener una videollamada y me ha pedido que te lo diga. -Alza los brazos, defendiéndose -No es cosa mía. También me ha pedido que me vaya cortando el pelo -añade, sintiendo mientras lo dice que es una tontería tratar de hacer esa confesión cuando ellos no se tienen confianza- aunque en plató dijo que no le disgustaba. - Andy se sonríe. - Ha tenido gracia, no me digas que no. Ambas eligiendo nuestros platos.

- La de Jose María también ha-

- Que le den.

Da dos pasos hacia el taburete, hacia Iván, en el centro del baño.

- Vaya, vaya, vamos aprendiendo -otra vez esa voz socarrona. Voz de reality.

Se ha quedado quieto frente a él, Iván baja la mirada al taburete que le ha movido para que se sentara. Andy lo esquiva, volviendo a mirarse en el espejo del cuarto de baño.

Suspira, se tambalea de esa forma que le ayuda a soltar tensión. ¿Y si se espera mejor a que les manden a un peluquero del plató? Tampoco lo tiene tan mal. Queda casual, le da buen rollo, aunque es incómodo para cocinar y le daría pavor que se le cayera un pelo cocinando.

Andy se apoya contra el lavabo, con el puño en la mejilla, en la postura reflexiva que ya le identifica.

- Vamos, pollito.

Debería -deberían, Andy el primero-, dejar esos jueguecitos donde va a parecer que el que se pelea, se desea. Suelta un bufido, una medio risa.

- Anda, bah, ven aquí pollito. ¡Vamos a trasquilar al rebaño! -Andy levanta la mirada hacia Iván, asintiendo después de un instante donde sólo le observa fijamente como mirando a través de él.

- Tiene gracia -comienza a decir Andy, observando el corte de su barba que le delimita las facciones-. Iván, a ti sólo te falta un sombrero de paja para parecerte a un granjero. Pero no queda nada mal. - Se señala, apuntando al matorral su cabeza. - Yo parezco un náufrago que no ha dormido en años.

Ivandy: PruebasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora