- Me parece tremendo. ¿Qué haces aquí?
- ¿Yo? - Iván se siente indignado. ¿Qué, que no puede tener algo de tranquilidad en su propia habitación?
Ahhh pero no lo es, ¿verdad?
- Iván, en serio. Mira, yo no entiendo nada. -Andy se asoma desde la puerta por la cual acaba de entrar. – Di la verdad. ¿Los jueces tienen algo que ver?
- Este es mi cuarto. Mi nuevo cuarto.
- ¡Es el mío!
- ¿Qué? ¡No! - Parecen niños del Junior, Iván ni se molesta en contestarle.- ¿En serio te crees que quedando libre esta habitación yo voy a seguir compartiendo con José Mari? -Ya. Buen punto...- Esta es la mejor habitación. Quería que fuera la mía.
Igual el problema de Andy es la franqueza. Y el suyo, para qué nos vamos a engañar...
- Mira qué listo el pollito – no puede evitar sonreírse.
- ¿Oye, y si compartimos? Michael compartía antes.
- Ya. Bueno.
- ¿Y tú?
- ¿Yo qué?
- ¿Tú no compartes con Alberto? – Andy entrecierra la mirada. - ¿Ha... pasado algo? –Andy empieza a moverse lentamente hacia los lados de forma inconsciente. - Bueno, ¿qué? - Abre un poco los ojos, fingiendo sorpresa. - ¡Alberto y Luna! - Se recoloca la bolsa que lleva colgada al hombro, sujetándola mientras lanza una carcajada. Alarga los movimientos inconscientes. - ¿Ya hay lío? – Reprime la sonrisa, parece darse cuenta de que está balanceándose y frena el movimiento. Mueve un pie. Lo deja quieto. La mano busca el tirador de la maleta y en él se apoya.
- No. No lo sé. – No lo sabe.
- Ah, vale - parece decepcionado. – Oye, yo le dije a Michael que me quedaría su cuarto cuando hablamos. ¿Te dijo también a ti que era tuyo?
Tendría su gracia.
- No... sólo he venido.
- Vale. – Baja la mirada hacia su maleta. Iván siente que tal vez debería explicarse más. - Bien. Entonces me quedo. – Levanta la mirada, como pidiéndole permiso, parece pensarlo y vuelve a bajarla, se ajusta la bolsa que lleva al hombro y que se está resbalando del batín de tela suave. Bueno, Iván cree que debe ser suave. No lo sabe todavía. Todavía, no. No lo sabe. Parece de seda, ¿vale? Como el batín de un viejo rico, de esos batines de seda roja y verde de amebas. Rancio, su madre diría elegante o tradicional. También se entrevé un pijama clásico. No es que a Iván le importe lo más mínimo.
Andy sigue de pie junto a la puerta, pegado a su maleta, bolsa de piel al hombro, con la mirada baja. De repente, como activado por un resorte, eleva la mirada prestándole plena atención. No sabe qué gesto ha debido de hacer, porque, un segundo más tarde Andy asiente y comienza a moverse asiendo la parte alzada de la maleta. Antes de rodar con su equipaje hacia el armario, añade. - ¿Te parece?
- ¿Qué? Sí, bien. Claro. -Lo observa atravesar el pasillo de la habitación, directo a su objetivo. Deja primero la bolsa grande de cuero sobre la cómoda.
Regresa, la mano en la barra extensible de la maleta y la hace rodar.
Iván sólo puede pensar en que la maleta negra de Andy debe de ser incómoda de llevar, como su personaje, y que una barra de asa telescópica doble es más estable que la de Andy, cuya empuñadura de una única barra parece más vacilante. Pero es más chula. Aunque tenga más tendencia a balancearse. Entre el negro y el blanco, como su dueño.
Le asombra la maña con la cual Andy hace girar la maleta sobre su propio eje, el pie de plástico de la maleta apoyándose elegantemente en la alfombra de su habitación compartida.
Podrían dar un premio a la elegancia hogareña. Hay un claro favorito.
Por cierto, sería bueno para todos que Samantha no necesitase regresar a grabarles dentro de la casa. No de noche, al menos. No cuando estén los dos en pijama, en su habitación. No sabe por qué ha venido a su mente precisamente eso.
Miente. Mentira, como mentira es que en MasterChef ser el mejor siempre reporte ventajas. Seguro que dedican un ratito del próximo programa a preguntarles por esta mudanza, pero no hay tiempo para sacar imágenes de Fidel dando indicaciones en su cocinado...
¿Sabe por qué está dándole vueltas la imaginación, por qué agradece infinitamente que Andy no sepa legeremancia leer su mente?
Sí, lo sabe. Alberto le ha dicho esta tarde que el Ivandy es real.
¿El qué es real? Respondió él con voz estrangulada cuando lo oyó perfectamente.
Y Alberto soltó una carcajada y entonces le ha contado lo que opinaba su madre del concurso que llevan. Y que la buena mujer observó, y su amigo simula unas comillas con los dedos, miraditas. "El Ivandy", eso dijo, así lo bautizó Alberto cuando su madre le comentaba que le gustaban esos dos chicos que hablaban constantemente el uno del otro y se ponían juntos en la hilera del grupo, hombros pegados, pero con la mirada al frente sin cruzarla. ¿Cómo? ¿Esa señora vio acaso la mesa que tenía delante? Ahí estaba su novia Sandra, guapísima y manejándose en el plató con mucho encanto, por cierto. Y la de Andy, no recuerda el nombre, también muy mona. Y a este paso se van a ir de cena y después, por qué no, a Irlanda los cuatro, con el dinero del premio. No, no. No. Mejor cambiemos de hilo de pensamiento.
Da igual, todos sabemos que, de ir, Andy sólo iría a trolearle el viaje a Juana.
Le va a entrar la risa. Se está volviendo a acordar de que, durante la tarde, Alberto, un chico majísimo, lo dijo un par de veces a ver si alguien se enteraba, para martirio de Iván. Pero estaban a otra cosa. Así que Alberto se ha inventado un nuevo término, Ivandy. Perfecto. El Ivandy es el nuevo negro, va con todo y justifica filias y fobias, por lo visto. Hay que reconocerle a Alberto tener más paciencia que el santo Job, ser el único que trabajó y fue educado con el bicapitán mi capitán, y que, en el fondo, es el más divertido y salao de todos. Agotaría a Luna, pero él las mata callando. Y así, la cena transcurrió con ellos cuchicheando y con la adorable de Luna, medio en broma medio en serio y pensándose que estaban hablando de ella, haciendo aspavientos de enamorada. En el postre, cuando Andy se sentó entre Ana y él, Alberto que estaba sentado también junto a Iván les gritó IVANDYYYYY haciendo un corazón con algunos dedos de sus manos. Cree que nadie más que él lo vio, pero en cualquier caso, fue un instante horrible donde sabe que perdió un latido de corazón. Andy, que estaba hablando despreocupadamente con Ana del postre que había hecho, se giró un poco sobresaltado, y como creía que habían dicho su nombre para pedirle algo, les pasó la jarra del agua.
Andy. Trasteando en su bolsa de zapatos y zapatillas. ¿En serio lo tiene todo así de bien plegado y colocado? Impresionante.
¡Si ha sido para cruzar desde la otra habitación a ésta!
Más de uno lo habría traído al brazo. Sobre todo, si pensaba que iba a estar solo.
No, en serio, este Andy que estará viendo es el verdadero Andy.
Aquel que le espetó al guasón traicionero de JoseMari que "¡¿Cómo va a ser eso posible, tío?!", repitió la frase siendo ya Andy el personaje, con confianza y entre risas. ¿Podría hacer uso del sacrosanto Pin para largarlo a su casa sin cocinar? ¡Venga ya!
Va a ser como admirar a una estrella de rock en la intimidad. No puede esperarse a ver los ensayos en primerísima fila.
(fin)