Capítulo Diez

691 87 16
                                    

Lentamente comienzo a moverme. Tengo las piernas y los brazos adormecidos y, a pesar de haber estado durmiendo, me siento muy cansada.

Abro los ojos con los párpados pesados. Estoy tumbada boca abajo en el suelo de una habitación oscura. Algo me cubre la espalda y parte de las piernas, dejando mis pies al aire.

Mis brazos templan cuando me apoyo sobre mis manos para incorporarme. Mis ojos no tardan en acostumbrarse a la oscuridad y, de esa forma, puedo apreciar mucho mejor lo que tengo delante: una habitación amplia que parece un taller con una mesa de madera alta y diversas herramientas ordenadas por tamaños colgando en una pared.

Siento que el frío penetra mi piel, pero no veo ninguna ventana.

Me levanto con las piernas temblorosas y miro a mis dos lados, buscando algo, alguien, pero solo divisó oscuridad.

¿Dónde me ha traído Jason? ¿Qué es este lugar? ¿Y si había perdido la cabeza y me había secuestrado, traído a una cabaña abandonada, en un lugar lejano, para mantenerme cautiva hasta que se aburriera de mí? ¿Y si todo ha sido un engaño desde el primer momento en que se presentó delante de mí?

Un escalofrío me recorre la espina dorsal mientras siento que algo se desliza sobre mis pies. Es pesado, grande y me produce un cosquilleo desagradable.

Una serpiente.

Me aparto de inmediato, soltando un gemido.

Odio las serpientes.

No sé hacia donde ir, pero salgo corriendo lo más rápido que puedo.

Lo que parecía ser una habitación, se comienza a estirar como un largo pasillo que no parece tener fin a medida que recorro distancia a base de zancadas. La oscuridad comienza a desaparecer y luces de colores alumbran una habitación frente a mí.

Allí habría alguien, alguien que pudiera ayudarme a salir.

Corro más rápido, pero me paro en cuanto las luces me ciegan durante unos segundos.

Cuando me aparto las manos de la cara, el horror me clava una estaca invisible en el pecho. Se extiende por todo mi cuerpo y me inmoviliza por completo. Se me revuelve el estómago y se me corta la respiración. Durante unos instantes, siento que mi corazón se para.

Delante de mí hay estanterías gigantes que parecen llegar hasta el alto techo de aquel lugar, todas ocupadas por chicas jóvenes, muñecas, sentadas, con las piernas abiertas y las cabezas giradas, todas de cabellos y rostros diferentes, pero todas parecen mirarme a mí, con los ojos bien abiertos, ensangrentados y una sonrisa permanente.

A algunas les han sustituido los miembros por piernas de caballo, de cabra, brazos deformados y de colores, con pinchos, colas de gato, escamas... todos cosidos de forma precisa, impecable y aterradora, como las pelucas de colores. Los vestidos parecen nuevos, pero están manchados con gotas de sangre.

No soy capaz de contener el vómito. El olor a muerte y putrefacción son demasiado. Me marean. ¿Qué clase de muñecas son? No he visto nada igual en toda mi vida; es repugnante.

Aquello que me ha acariciado los pies se extiende por mi pierna, rodeándola y trepando.

Vuelvo a sentir el escalofrío y quiero volver a salir corriendo, escapar de la serpiente, que parece ser cada vez más grande, y por buscar aire fresco, por escapar de la muerte.

No puedo.

Algo me ha atrapado las piernas y no me deja moverme.

Expuesta delante de tantos ojos cristalizados, comienzo a gritar cada vez más fuerte, rezando por que alguien me oyera, cuando algo afilado se clava en mi piel, son perforarla.

Algo se enrosca alrededor de mi brazo y tira fuerte.

Grito por el pánico, las lágrimas se deslizan por mis mejillas, tiemblo. Sin embargo, me atrevo a abrir los ojos para ver qué es lo que me está atrapando y agarrando con fuerza.

Una serpiente. No me equivocaba.

Pero es una serpiente gigante y de ojos saltones, sin escamas y de color violeta. Su piel está hecha de tela, con parches de colores, dientes afilados y una boca inmensa que se está tratando mi brazo muy lentamente.

Quiero soltar otro grito al ver aquella cosa. Era imposible que, siendo de trapo, estuviera viva, que hubiera trepado por mi pierna y me estuviera engullendo el brazo.

Me agito con violencia para que me suelte, pero no sirve de nada. Se ha adherido a mí como una sanguijuela.

Lo que me ha rodeado el brazo dentro de su boca me aprieta más y empiezo a sentir que se me corta la circulación por todo el antebrazo.

—¡Suéltame!— sollozo. Pero su boca sigues avanzando por mi cuerpo con intenciones de devorame por completo, como una pitón.

—Mr. Glutton, te ha dicho que la sueltes.

Una voz se dirige a la serpiente como si fuera un niño pequeño que había hecho una travesura.

Mientras la serpiente va liberando mi brazo poco a poco, junto con el resto de mi cuerpo, advierto una marca horrible y enrojecida que envuelve mi antebrazo hasta la muñeca y parte del dorso de mi mano izquierda. Me arde bastante, por lo que no puedo evitar soltar un gruñido de dolor mientras me llevo el brazo al pecho.

Cuando la serpiente se aleja de mí, me siento lo bastante capaz de alzar la mirada para saber quién había impedido que esa cosa me tragara.

Un hombre alto y de cabello rojo estaba parado frente a mí, vestido con ropas antiguas y elegantes. Sin dejar de sonreír, se quita su sombrero de cope y se lo lleva al pecho con la mano derecha, haciendo una reverencia frente a mí.

—Bienvenida, querida Gisa, me alegro de que hayas despertado— dice Jason, sin dejar de mirarme.

Una mano invisible me estruja el corazón sin piedad.

Jason.

Jason me había traído aquí.

Jason me había secuestrado.

—¿Qué te parecen mis creaciones? Hermosas, ¿verdad?— inquiere.

Quiero pensar que está de broma, pero es evidente que no. Él es el autor de estas atrocidades, él las ha creado.

¿Qué clase de monstruo es?

Parpadeo, sin dejar de mirarlo. Él hace lo mismo, esperando una respuesta que no tengo a su pregunta.

Mi pie avanza en su dirección. Él le observa, atento a todos mis movimientos y, en ese momento, salgo corriendo.

De nuevo, no sé hacia dónde voy, solo quiero escapar de él, volver a casa.

Necesito volver.

Jason se queda atrás y yo sigo avanzando todo lo rápido que puedo y con la respiración agitada, mareada y fatigada. Busco una salida mirando de un lado a otro en la oscuridad, huyendo de las luces de colores y de mi captor.

Finalmente, al final del pasillo y lo que parecía ser un callejón sin salida, hay una puerta azul justo en medio.

Freno mi acelerada carrera chocando mis manos contra la madera decrépita y me aferró al pomo plateado y oxidado. Empiezo a girar en todas las direcciones y a hacer fuerza hacia mí para abrirla, pero no cede.

—Giselle, ¿dónde estás?— escucho a Jason llamarme por mi nombre completo desde la lejanía, cada vez más cerca de donde yo estoy.

El sudor empieza a acumularse en mi frente. Sofocada, tiro con más fuerza, suplicando que se abra. Estoy a punto de darme por vencida cuando, de golpe, se abre y las bisagras viejas chirrían.

No lo pienso dos veces y salgo, cerrando la puerta con fuerza detrás de mí, justo antes de que Jason me alcance.

Stockholm[Jason the toymaker]© Book 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora