Hago un hechizo y abro la puerta de la habitación de Victorino. La penumbra en la que se encuentra no me permite verle, así que me acerco con cuidado hasta su cama. Está dormido. Tiene la boca abierta y los cabellos revueltos. Esbozo una sonrisa al verle, es el mismo gesto que hacía en nuestra casa a la hora de dormir.
Recuerdo que la cama que compartíamos era muy pequeña, a mí me colgaban las piernas. Siempre trataba de dormir a un rincón para que él pueda tener más espacio, pero ni así podíamos dormir cómodos. Muchas veces mi padre intentó comprar una nueva, pero el dinero solo nos alcanzaba para comer.
El resplandor de la luna entra suave por la ventana y me permite ver un poco su cara. Es idéntico a mi padre. Cierro los ojos y suelto un suspiro.
—¿Marie? —su voz me repone.
Está sentado en la cama y se soba los ojos.
—No quise despertarte —susurro.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a verte —le digo. Sus expresiones son serias—. Saber cómo estabas.
—Estoy bien —dice cortante.
La sonrisa se me va borrando de la cara. Bajo la mirada. Tal vez está enojado por las veces que lo he dejado solo, porque desde que he venido lo he notado con una actitud rara.
—¿Por qué estás tan serio conmigo? —le pregunto. Me mira con el rabillo del ojo—. Si es porque te he dejado solo, lo siento. No he tenido otra opción. Formar parte de la guardia del rey ha sido la única forma de que podamos estar aquí y que estemos con vida.
La capa de frialdad que tiene su mirada, se agrieta.
—No estoy molesto contigo...
—Lo siento. De verdad, pero a veces no hay más puertas —me enderezo y le sonrío—. Me voy. No quiero interrumpir tu sueño.
—No importa. De todas formas no puedo dormir.
Esbozo una sonrisa. Él también me da una tímida.
—¿Qué tienes? —le pregunto.
—Estoy un poco aburrido —dice a regañadientes.
—Tengo una idea —digo. Él frunce el ceño y ladea la cabeza—. Ponte tus botas y acompáñame.
Minutos más tarde, estamos en una de las torres del castillo. Escabullirse entre los guardias del rey Dálibor ha sido muy difícil, pues la seguridad se ha triplicado después de la reunión que hicimos para estar alertas contra un ataque sorpresa. Mi magia fue la que nos ayudó a burlarlos. Ahora, estamos sobre un balcón de piedra, arriba de nuestras cabezas flamea la bandera del reino. Desde aquí, se puede ver casi todo el reino y las aguas extendiéndose hasta el infinito. La brisa del mar sopla con fuerza, a mi hermano se le revuelven los cabellos, yo cierro los ojos y dejo que el viento acaricie mi piel. El silencio es inquietante, la soledad es perturbadora. No hay ni un aldeano afuera, solo la guardia escolta las calles y las fronteras.
—Nunca había estado en una torre de un castillo —comenta.
Lo veo pasar por mi lado con la boca abierta y los ojos de par en par. Camina muy lento mirando a cada extremo. Se detiene justo en los bloques de piedra y apoya sus manos en él. Verle contento hace que mi energía se calme un poco, pero aún sigue inquieta. Me vuelvo para ver hacia atrás, tal vez un guardia nos ha seguido, pero todo sigue en calma. Camino hasta donde está y me quedo en silencio a su lado. Al levantar la mirada, veo el cielo estrellado.
—Yo tampoco —susurro—. Mira.
Él sigue la señal que le hago con un movimiento de cabeza.
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El último reino
Fantasy[Tercer libro de la trilogía La bruja rebelde] Aquellos que amas siempre pagan las consecuencias de tus errores. ••• La guerra por el poder se acerca y solo uno de los dos reinos quedará en pie, pero la reina Deméter no es un peón más en este enfren...