Memoria 01: Posguerra -2-

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Después de juguetear un rato, Dáltira cortó la carne, encendió un fogón bajo un claro que dejaba escapar el humo, cerca de la corriente de agua que fluía dentro de la cueva, en donde lavó la sangre de toda la pieza y colocó dos cortes regulares en una parrilla con un par de raíces, hojas y algunos condimentos que tenía guardados en ese pequeño rincón que funcionaba muy bien de cocina.

-¿Crees que con eso está bien? Me hubiera gustado tener alguna cosa dulce para complementar tan buen platillo que... ¡Noah! ¿Qué haces?

Cuando volteó hacia donde el joven, le atrapó intentando meterse un pedazo carne cruda a la boca, a penas lo vio, tomó un trapo junto a ella y corrió a golpearlo

-¡Ah! ¡Dáltira! ¡No! ¡Déjame! –Él tiró la carne y se alejó del súbito ataque del trapo.

-Cruda no Noah, ya te dije que no te comas las cosas sin al menos ahumarlas, sabes que es peligroso, ¿Qué pasa si las vacas son venenosas como esos pájaros? Ya ves que solo hirviéndolos en agua se les quita el veneno...

-No creo que las vacas sean así de venenosas, o bueno no sé...

-¡Y todavía admites que podría ser peligroso! ¡Ay Noah! No sé cómo es que dices que tú eres el más apto para ir a buscar comida, si nunca sabes que traerás de venenoso a casa.

-Bueno es que yo soy más hábil, rápido y sigiloso, sobre todo sigiloso Dáltira, a los monstruos del exterior no los puedes cuestionar sin más, son bestias sin sentido.

-Sí, sí, ya lo sé, pero aun así ¡Ya tengo edad para salir yo también fuera de este lugar! ¿Sabes? Tengo mucha curiosidad por saber que hay más allá de las ruinas que resguardan la cueva, tal vez pueda ayudar, también soy hábil.

-No Dáltira, ya que dije que eso no, salir más allá del resguardo de este lugar es peligroso, yo lo hago porque soy el mayor y alguien tiene que salir a buscar comida, pero si no tuviera que hacerlo...

-Ya te he dicho que podríamos vivir de las frutitas que planté hace un tiempo en la parte de afuera del rio, y no quieres, ¡tú eres el que insiste en salir a buscar carne!

-Dáltira, una planta de como cinco palmas de alto a la que le salieron cuatro frutas por pura suerte, no es una forma segura de proporcionarnos comida.

-Si trajeras más cosas que plantar en lugar de solo carne.

-Dáltira...

La conversación se tornaba cada vez más seria mientras esperaban a que la carne se cocinara. Después de unos minutos en silencio, ambos pudieron finalmente dar una gran comida.

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-¡Ah! ¡Que delicioso estuvo todo! Realmente siempre es mejor cuando una experta lo cocina tan rico. –Noah se chupaba los dedos después de terminar.

-¡Ya! ¡Basta! Solo lo hice con mucho cariño para ti. –Dáltira sonreía orgullosa por la alabanza.

El ambiente de nuevo era familiar y agradable.

-¿Y de que era el libro que leías? –Noah rescató el libro del suelo y de nuevo lo puso en la frente en medio de ambos.

-Creo que era un libro de cuentos como el que trajiste aquella vez, son historias sobre un ser muy poderoso, que podía crear y destruir cosas con solo su voluntad, se ponía límites de días para hacer las cosas, también es sobre las vivencias de las dos personas y los animales que había hecho con su poder, y como les tenía cierto resentimiento por que los expulsó de un hogar en el que vivían felices para ponerlos a trabajar y sufrir solo porque eran personas curiosas...

-¿Cómo tú? ¿Ves lo que pasa cuando eres demasiado curiosa?

-¡Pero! ¡Pero! Ella solo quería saber que había más allá y su amiga la quería ayudar solo eso...

-¿Tenía una amiga?

-Sí se llamaba Serpiente...

-Vaya nombre... ¡Dáltira "serpiente" hasta donde yo sé es un animal!

-Pues como yo no conozco más allá del pequeño valle...

-Es por tu bien

-¿Pero por qué? –Dáltira de nuevo se quejaba berrinchudamente. –Siempre dices que ir más allá del valle es peligroso, pero tú siempre vas y vienes como si nada. ¡No es como que seas tan fuerte! ¡Jamás he visto un solo monstruo!

-Ya te dije que es porque el valle nos protege, y créeme no quieres verlos, son horribles además no solo están los monstruos, también...

-¡También los hombres de las capsulas! Y las plantas venenosas, y los monstruos voladores, y los terrestres y muchas ¡Muchas! cosas peligrosas a las que según tú, yo no puedo sobrevivir. –La mirada de reproche y la expresión de inconformidad eran claras.

-Dáltira... -Noah dio un gran suspiro. –Mira, sé que es difícil que me creas y más cuando tú no has visto nada de los peligros que yo te digo que existen, pero entiéndeme, si no los has visto es porque estas en lugar seguro en el cual no te pueden hacer daño, mientras que yo a veces tengo que salir fuera del valle a buscar comida, y otras cosas para que podamos estar bien, sé que a veces parece que te escondo de cosas que no existen, pero por favor, al menos trata de hacer memoria, ¿Recuerdas? cuando éramos pequeños, vivíamos con un monstruo y logramos escapar de él, ¿No es así? Realmente no quieres volver a encontrarte con algo así de horrible, ¿Cierto? –A pesar de los reproches recibidos, la explicación de Noah era amable y tranquila.

-Yo, supongo que no...

-Además Dáltira, ya lo sabes, eres mi hermanita linda y preciosa, no quiero que nunca te pase nada malo, yo ya no tengo nada que perder, no quieras terminar como yo... -Finalizó lúgubremente mientras rozaba con sus dedos el parque gris que cubría su ojo izquierdo, y la miraba fijamente con su oscuro ojo derecho.

-¡No! ¡Noah yo no! –Los bellos ojos azules de Dáltira se llenaron de lágrimas. –Lo siento, no quería referirme a eso, yo... -No pudo finalizar su frase antes de romper en llanto.

-Ya, ya linda, no te preocupes, no estoy molesto, solo te quiero advertir de los peligros que hay fuera, de lo mucho que no quiero que nada malo te pase, te quiero mucho y aunque no lo creas, tú eres la que siempre me da fuerzas para que sigamos adelante, algún día tal vez salgamos, no muy lejos claro, pero mientras, por favor no me pidas exponerte a los horribles peligros innecesarios del mundo. –Noah abrazó suavemente a Dáltira, mientras acariciaba su cabeza y consolaba su llanto, hasta que finalmente se tranquilizó y la cueva volvió a su calma habitual, que permitía escuchar el eco de la gota, como si fuera el eterno tic tac de un reloj. 

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