Capítulo 2: Raíces

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Tercer día que me despierto entre las mismas cuatro paredes de este hospital. Pasar tantas horas en un mismo lugar sin poder salir me recuerda a los años que pasé entre rejas; la época de mi vida que pasé en prisión fue la que me hizo cambiar y convertirme en quien soy ahora, por lo que es imposible olvidarlo. Por fin hoy es el día en que lograré salir de aquí, aunque realmente no sé si es lo que quiero. Cuando salí de Cruz del Norte sentí una sensación de vértigo muy grande, y es exactamente lo mismo que estoy sintiendo ahora. ¿A dónde voy a ir yo sola y con un bebé recién nacido? Sé que debo reencontrarme con mi familia y debo buscar a su padre, ¿pero por dónde debería empezar? ¿Qué es más importante; que mi hija tenga un padre o que yo recupere a mi familia? En este momento no puedo pensar con claridad, tan solo necesito pasar tiempo con mi hija y relajarme.
Entra una enfermera a mi habitación, la misma que vino el primer día que pasé aquí, y me saluda educadamente sin tener en cuenta el desencuentro del otro día. Yo le doy los buenos días desde la cama con mi hija en brazos.
-¿Cómo está la pequeña?-me pregunta sonriente acercándose a Zulema.
-Muy bien-respondo con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Y mejor que va a estar!-exclama alegremente.-Hoy podrán salir de aquí-me informa.-¡Hoy podrás conocer tu casita!-dice en un tono elevado dirigiéndose a mi hija.
Cuando oigo eso no le digo nada. Ya sabía que hoy era el día en que iba a recibir el alta, pero aún así la sensación de vértigo me impide celebrarlo y alegrarme por ello.
-¿No está contenta, Macarena?-me pregunta extrañada por mi inexistente alegría.
-Sí, sí-contesto rápidamente fingiendo normalidad.
Frunce el ceño algo sorprendida por mi respuesta.
-¿Está bien?-insiste.
-Perfectamente-digo con una sonrisa forzada.-Pero no me trates de usted, tutéame-le pido.
-Ya no creo que tengamos que hablar mucho más tú y yo-me dice dulcemente.-La vida fuera te espera, que disfrutes de tu hija.
Al oír esas palabras se me ilumina la cara; por fin puedo disfrutar de una libertad plena, de una hija y de una vida sin policías ni inspectores tratando de jodérmela. Definitivamente soy libre. No más atracos, no más delitos, no más encierros; tan solo quiero formar una familia de verdad y vivir feliz. Recuperar la vida que tenía antes es verdaderamente imposible, empezando porque durante mi estancia en Cruz del Sur perdí a mis padres, pero quizá puedo tratar de construir una vida mejor (a pesar de las limitaciones del momento).
Tras recoger todas mis pertenencias y meterlas en una mochila, salgo del hospital con mi hija en brazos. Al encontrarme con una situación todavía desconocida para mí hasta este momento, siento la misma sensación que cuando obtuve mi libertad de prisión. Llamo a un taxi y en pocos minutos lo tengo en la puerta del hospital. Le indico la dirección del hotel en el que me alojo y enseguida emprendemos viaje. La niña va entre mis brazos tranquila, pero no dormida. No puedo parar de mirarla a los ojos y en ese reflejo ver la mirada de la mujer por la que le he puesto este nombre; Zulema.
Mientras que recreo la última escena que viví con esa vieja amiga, el taxista aparca justo en la puerta del hotel en el que me alojo. Le pago lo que le debo por el viaje y me bajo del taxi con Zulema en brazos. Cargo mi mochila con varias pertenencias nuestras en mi hombro izquierdo, mientras que la bebé va sujeta en mi brazo derecho. Entro al hotel y me paro en recepción para pedir que me suban una cuna a la habitación; me informan de que enseguida me la subirán.
Subo en ascensor y vuelvo a entrar en mi habitación de hotel después de tres días fuera. Al entrar, dejo la mochila en el suelo y me tumbo en la cama con mi hija. Ambas quedamos tumbadas boca arriba una frente a otra mirándonos fijamente. Yo no puedo evitar decirle piropos mientras la miro con una inmensa sonrisa en la cara, ella apenas puede abrir los ojos por lo que tan solo trata de mantenerse despierta unos minutos (que para una bebé ya es un esfuerzo).
Paso varios minutos reflexionando sobre cuál va a ser la vida que le voy a dar a mi hija, y me doy cuenta de que no la puedo criar sola, pero tampoco puedo pensar en un padre para ella si yo ni siquiera tengo a mi familia. Tras una larga reflexión decido que lo que más me tira son mis raíces. Miro a Zulema y veo que ha caído dormida. Me acerco a ella y le susurro:
-Te voy a conseguir una familia, pequeña.
Le doy un beso en la frente y voy a buscar mi móvil. Abro la mochila con la que he cargado desde el hospital y lo agarro. Marco el número de mi hermano y espero a que dé línea.
-¿Sí?-oigo al otro lado de la línea.
-¿Román?-pregunto emocionada al oír su voz de nuevo.
-¡Maca!-exclama emocionado.
-¿Cómo está Macarena?-pregunto refiriéndome a mi sobrina a la que aún no conozco.
-Deseando conocer a la responsable de su nombre-bromea.
-Estoy en España.
-Ni siquiera sabía que te habías ido-me responde algo molesto.
-Sé que te debo mil explicaciones, pero tranquilo porque te las voy a dar-le contesto con un tono dulce.-Yo también he sido madre de una niña-le digo ilusionada mientras miro con cariño a Zulema.
-¡No me digas!-exclama con entusiasmo.-¿Cómo se llama?
-Zulema.
-¿Zulema?-pregunta asombrado por volver a oír ese nombre después de tantos años.
-Zulema-recalco.
-¿Tengo que recordarte quién se llama así también?-me pregunta aún sin asumir el nombre de mi hija.
-No hace falta que me lo recuerdes porque el nombre se lo he puesto en homenaje a ella-me pongo a la defensiva.
-¿En homenaje? ¿Acaso ha muerto?
Sus palabras se clavan en mi pecho muy duramente. Por un instante, había olvidado que Zulema estaba muerta, hablar de ella como si nada me había hecho olvidar aquel fatal desenlace de nuestro último golpe.
-Pues sí, está muerta-respondo al borde del llanto.
-Lo siento... supongo-me dice algo confuso por mi extraña reacción desde su punto de vista.
-Tú no tienes que disculparte-le advierto.-Soy yo quién en unos días voy a aparecer en tu casa para darte todas las disculpas y explicaciones que te mereces-y cuelgo antes de que pueda negarme mi proposición.

𝐌𝐚́𝐬 𝐚𝐥𝐥𝐚́ 𝐝𝐞𝐥 𝐎𝐚𝐬𝐢𝐬 (✍️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora