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No existía el cielo azul. No se escuchaba las hojas movidas por el viento ni los pájaros cantar alegremente. No existía la luz del sol. No existía la tranquilidad.
Desde hace años, una terrible guerra se llevaba a cabo en una pequeña isla. Pasaba desapercibida para todos, hasta para el gobierno mundial y los marines. Nadie fue a parar aquella guerra civil, ni los mismos piratas que navegaban en el Nuevo Mundo.
No había lo que se alguna vez se llamaron casas, solamente sus escombros.
Entre esos escombros, se escondía una chica rezando por que no la encontraran. Se encontraba en el territorio enemigo por error. Si la veían, no sabría que cosas horribles le harían. Los seres humanos eran terribles y este era un buen ejemplo.
La joven se situaba cerca de lo que alguna vez se llamaba puerto, aunque solo quedara trozos de barcos y un pequeña pasarela hacia el mar.
Bombas caían sin parar. Cada bala disparada tenía un nombre, una rostro y una historia. Las balas perdidas mataban a gente inocente que intentaban resguardarse para no acabar como los cuerpos que se observaban en todas partes.
Si el infierno existía, sería la mitad de la situación actual.
La muchacha llevaba días sin comer, ni beber, ni dormir por miedo a que la encontraran. Debido a esto, al ver a lo lejos un barco pirata, su primer pensamiento fue de una alucinación. ¿Alguien acercándose a esta isla? Debe ser un sueño.
Ese sueño se convirtió realidad al notar como una banda piraba bajaban del navío y se acercaban como si nada a su posición.
La chica miraba sin poder hacer nada. No tenía fuerzas para correr, no tenía fuerzas para vivir.
-Tal vez mi destino sea morir aquí- pensó la chica.
Cerró los ojos, esperando a que alguien se encargara de ella, de buena o mala manera. Se esperaba cualquier cosa en su estado actual.
Silencio.
Por fin, desde hace años, silencio.
La joven abrió un poco los ojos, encontrándose con un chico de pelo rojo hacia arriba, con un gran brazo de metal formado por armas. Le miró sorprendida. Había parado la guerra que todos ignoraban.
De un golpe acabó con todos. Estaba muy sorprendida. ¿Tan fuerte eran los piratas de ahora?
-Perdone, ¿está bien? -una persona con una máscara que le ocupaba toda la cara se acercó a ella.
-N-no -la chica negó, cayendo desmayada a los pocos segundos.
Se despertó de un salto y agitada. La habitación estaba a oscuras, por lo que aún era de noche. Pasó la mano por su frente, estaba sudando.
-¿Otra pesadilla, nena?- una voz ronca hizo que girara su rostro a su lado -¿La misma pesadilla?
-Sí... Otra vez la misma pesadilla...
Unos brazos rodearon su cuerpo. Desde que la banda de Kid le acogió en su barco tenía pesadillas de la guerra. Despertaba muy mal y se alargaba a todo el día.
-Todos esos tipos están muertos- volvió a hablar la voz- Nadie va a empezar una guerra cerca tuya si estoy aquí, no olvides eso, ____.
____ giró su cuerpo hacia el chico. Colocó sus manos en sus mejillas y las acarició con cariño.
-Eres mi héroe, Kid.
-Y futuro rey de los piratas, que no se te olvide, que te tiro por la borda.
-Sé que no lo harás- rió al ver la cara de molestia del pelirrojo- Lo sé porque fuiste tú quien me pidió ser tu novia.
-Lo hice porque no dabas el paso y sabía que te morías por mí, ¿o es mentira?
-Pero yo no era la que tenía las mejillas más rojas que tu pelo y tartamudeaba- rió recordando aquel día.
-Tks, cállate tonta.
El chico juntó los labios con los de su novia en un pequeño y cariñoso beso.
____ no era consciente, pero realmente ella fue quien alentó a Kid a ser el mejor. A formar un mundo mejor para ella. Un mundo mejor para poder estar juntos.
