Capítulo 7| Amistad rota

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Escuchaba ese molesto sonido en mi sueño.

Tintirintitinti.

Joder, esa es la alarma.

Me incorporo en la cama, agitada.

Joder, pero si es la alarma y llevo bailando en el sueño con esa musiquita más de media hora.

Escucho el sonido de la manija y dirijo la mirada hacia allí. La puerta se abrió lentamente y la cabellera rojiza de mi madre se asomó por el umbral de la puerta.

—Hola, tesoro —saludó.

Di un asentimiento y me desperecé.

—Hola, mamá —dije para luego bostezar.

—Debes levantarte ya. Tu alarma lleva sonando unos quince minutos, si no es que más.

Me estiré para alcanzar el celular, cuando lo encendí para mirar la hora volvió a sonar la alarma, lo que hizo que me sobresaltara.

Apagué la alarma y me fijé en la hora: 7:20 AM

¡Rayos, se hace tarde!

Salí rápido de la cama, o al menos eso intenté. La sábana había quedado enredada en mi pierna, causando que yo cayera sentada en el frío suelo de mi habitación.

—Sabía que pasaría eso —dijo mi madre entre risas— siempre pasa. Es que parece que amas el suelo —concluyó.

Me levanté y desenredé la sábana de mi pierna para levantarme. Aún masajeando mi trasero por el dolor que el impacto dejó; me dirigí al baño y me miré en el espejo. Mi cabello hoy no se veía tan mal, así que decidí dejarlo suelto. Pero luego pensé en lo mucho que Diosito me ama y probablemente haya más viento que nunca. ¡No, no quiero cabello en mi cara! Lo sensato es una hermosa, y no muy elaborada, trenza.

Cepillé mis dientes y me duché, me dirigí a mi armario en el cual estaba mi uniforme con un planchado impecable.

Me puse la ropa interior y mi blusa de tirantes negra, saco la camisa blanca y empiezo a ponérmela; prosigo con la falda azul rey, mis medias blancas hasta la rodilla y mis zapatos negros.
Me miro en el espejo de mi tocador y retoco mi trenza; me pongo brillo labial, levanto la mochila, la acomodo en mi hombro y salgo de mi habitación.

—¿Que tal estás hoy, zanahoria? —giré mi cabeza hasta donde provenía la voz de Liam y lo miré fijamente.

— Fíjate, estoy mejor de lo que quisieras, ¿y tú, oxigenado? —pregunté divertida.

—Mejor de lo que desearías.

Le saqué la lengua y volví mi vista al frente para proceder a bajar las escaleras.

En la cocina estaba mi madre muy alegre bailando al son de las Little Mix. Movía sus caderas de un lado a otro mientras servía los panqueques en los platos.

—Hoy alguien amaneció de humor —dije, provocando que detuviera su baile y se girara sobre sí para mirarme. Al posar su mirada en mí me dio una sonrisa cálida.

—No hay nada mejor que empezar tu día bailando.

Asentí y tomé asiento en una de las sillas de la isla. Dos minutos después Liam estaba sentado a mi lado devorando su panqueque.

Ya era viernes, la semana se había ido como agua entre los dedos y estaba muy nerviosa.

Hoy era mi cita con Theo.

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