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Admirar la Victoria Di Samotracia era uno de mis pasatiempos favoritos.

Normalmente, venir al museo en invierno un martes era la mejor idea.

La escasez de gente resaltaba y los tours brillaban por su ausencia.

Me podía pasar horas y horas admirando aquella escultura.

Tan destacable, tan intrépida, tan invencible...

Mi mirada se fijó en un hombre. Le podría echar perfectamente unos veintitrés años.

Tenía unos cabellos largos y blancos como la nieve. Una bufanda que tapaba sus labios, pero no su perfecta nariz de Dios griego, capaz de haber hecho a Miguel Ángel inspirarse para diseñar a Moises. Sus ojos pensativos, admirando al igual que yo tal preciosidad encontrada. Dorados como las arpas de los ángeles... los cuales habían cambiando su mirada para fijarse en mi...

Espera...

¡Dios mío! Había estado tanto tiempo mirándole que se me había olvidado que parecía una auténtica acosadora...

Zeus me ampare...

Está acercándose a mi.

¡Hera actúa normal...! Inspira, expira, inspira, expira...

- Hola- Pero madre mía que voz tan profunda y sexy... Hera contrólate.

- ¡H- hola!- le respondí nerviosa. ¿Pero que puedo hacer? Nunca se tiene a un auténtico Dios Griego delante de tus narices.

- Admirando la obra de arte, ¿no?- ¿Te refieres a ti? Jamás me cansaría, bebé. ¿Pero que digo? ¡Hera céntrate ya!

- Emm... si, efectivamente. Es una de las más maravillosas que posee este museo, ¿no cree?

- En efecto. Su misterio del autor y de cómo fue encontrada es un auténtico misterio. Lo que la convierte en aún más atrayente.

Habla como un auténtico intelectual... ¡HERA! Es un hombre con mayoría de edad. Eso es pedofilia.

- Si, sin duda alguna, emmm señor...- dije dudosa intentando sacar el nombre del apuesto hombre.

- Carla, Tsukinami Carla- Acomodó su bufanda- Y no me diga señor, perfectamente podemos rondar por la misma edad. Y usted, ¿cómo se llama?

- Hera Bourdeur. Y, no creo que rondemos la misma edad. Yo tampoco soy tan vieja es decir, tengo diecisiete años.

Carla me miró confuso y a la ves enojado. Entonces caí...

- ¡E-e-es decir! N-no es que usted sea viejo. Ambos podemos ser viejos o jóvenes. La verdad eso da igual, p-pero, bueno ya sabe a lo que me quise referir. Emm...

- Tranquila. Lo he entendido, para tu información yo solo tengo dieciocho años.

Hera.

Eres.

Estúpidamente.

Estupida.

- Em... si, lo siento Carla. Es decir, a veces digo las cosas sin pensar ni un poco.- rasqué mi nuca nerviosa y puse mi vista en la escultura.

- Me dí cuenta. Me temo, Hera, que mi tiempo aquí ya ha llegado, ha sido un buen momento hablar con usted este rato. Por cierto, la próxima vez que mire a alguien fijamente, sea un poco más delicada.

Sin más, mientras el se daba la vuelta y se iba mientras veía su espalda y sus cabellos blancos bajar de las escaleras, yo me quedé con la boca abierta.

Hera, felicidades. Has espantado a alguien que podría haber sido el amor de tu vida.

¡Deja de mirar fijamente!

The Louvre |• Carla Tsukinami•|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora