Capítulo 12

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Capítulo 12

Draco fue abruptamente sacado de su sueño en la madrugada. Repentinamente, como si alguien lo hubiera despertado. Abrió los ojos y miró alrededor, con el corazón acelerado. ¿Qué era eso? ¿Qué lo había despertado?

No había sonidos. Estaba aferrando las sábanas contra su pecho. Sus ojos se sentían arenosos y él estaba incómodo porque se había ido a la cama totalmente vestido. Sus pantalones estaban torcidos en sus piernas y su camiseta se había levantado para dejar expuesto su abdomen a la fricción de la sábana de algodón. Sus calcetines se habían medio salido de sus pies. Draco pateó los cobertores para quitarlos, irritado, y desembarazó sus piernas de las sábanas. Se puso de pie y escuchó atentamente por un momento. Nada. Se sacó las ropas y las aventó hacia una silla. No se dejó nada, aunque la habitación estaba fría para ser agosto. Escuchó de nuevo, con oído crítico y se hundió lentamente en el borde de la cama.

Y entonces lo sintió. No era un sonido lo que lo había despertado. Era un sentimiento. Una sensación. Draco frunció el ceño, tratando de identificarlo. Se sentía lento y atontado, como un conejo sacado de su madriguera a media noche. Aunque, meditó, los conejos eran nocturnos. La Madriguera. Algo se disparó. La Madriguera. Potter. Su mente se llenó con las líneas rojas de los hechizos de los aurores que había visto el día anterior: era eso. Algo había activado una de sus trampas.

Fue como un cubo de agua helada. Draco estaba despierto y el corazón se le fue a la garganta. Se precipitó hasta su maleta, buscó ropa nueva y se la metió a tirones lo más rápido que pudo. ¿Cómo iba a saber qué trampa había sido activada? Draco peleó contra su propia lentitud, restregándose los ojos furiosamente. Piensa, Draco. Snape te lo dijo. Tenía la varita en la mano cuando logró recordar el hechizo correcto.

Ahí: ahí lo tenía. Los mortífagos estaban en Little Hangleton. Draco recogió, lanzó su hechizo de ocultamiento y se desapareció de la habitación.

* * *

Se encontró en las orillas de un panteón e instintivamente se puso de cuclillas con la varita apretada en su puño. No escuchó nada. Había un mejor escondite tras el arbusto que había entre él y el camino, así que Draco se movió entre las sombras y se puso la capucha para ocultar su cabello. El hechizo de ocultamiento estaba firmemente en su lugar, pero igualmente sentía que era mejor no correr riesgos innecesarios.

Ahí vino una ola de magia, erizándole la piel del cuello y de los brazos: el susurro de la tela y alguien que se aparecía en el lugar justo opuesto al arbusto de Draco. Un ligero plop siguió a esto, el sonido de alguien que se aparecía con menos talento. La primera persona habló y todo el rostro de Draco se tensó.

—Rabastan, qué gusto verte. —Su padre.

—Un placer como siempre, Lucius —la segunda voz tenía trazos de sarcasmo y una arrogancia que fácilmente se podría tornar en violencia, pero parecía calmada por el esfuerzo de parecer amable.

Empezaron a caminar. 

—¿Cómo están tu hermano y mi cuñada? —inquirió Lucius, con aires de estar sosteniendo una discusión durante la hora del té y no paseando en un cementerio a las tres de la mañana. Era particularmente rara su pregunta, ya que involucraba a alguien que Draco estaba seguro que su padre detestaba. Bellatrix era útil; eso martilleó en su cabeza. Pero traicionaría prácticamente a cualquier persona menos a Rodolphus (aunque esa teoría todavía tenía que comprobarse) para salir ganando ella.

—Espléndidamente —dijo con el sarcasmo a flote—. Ahórrame las nimiedades. Dime cómo escapaste de Azkaban.

Draco se inclinó hacia el arbusto. Las caras túnicas de su padre rozaban contra los matorrales en un crujido sedoso, casi tan suave como su voz. 

Walking the Line [fanfiction drarry/harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora