Delirios de apuestas ganadas

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Título: Delirios de apuestas ganadas.

Géneros: angst, songfic, ¿romance?

Serie: Delirios entre melodías.

Personajes: Miya Osamu || Kozume Kenma.

Descripción: El amor es un juego y Osamu un perdedor.

¿Y Kenma? Kenma es la apuesta más grande de su vida, aunque bien sepa que no la ganará.

Enormes gracias a Smokun que beteó esto y me sacó de la inseguridad que me provocó.

Arriba les dejó la canción que usé para escribir esto. No les pido que la escuchen, pero resume muy bien lo que yo sentía mientras narraba. Amy fue una diosa, no tengo palabras para describir lo que su música causa en mí.

 Amy fue una diosa, no tengo palabras para describir lo que su música causa en mí

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Osamu es un chico tranquilo, de veras que sí. Cualquiera te lo podría confirmar si tienes dudas; aunque son pocos los que tienen el privilegio de conocerlo bien. Es el irrelevante de los gemelos Miya, el que habla poco y nada, el que no tiene talento para el deporte ni habilidades sociales.

El que toca el piano, te pueden decir algunos; otros, como su mejor amigo, chasquearán le lengua con asco y dirán que es un obseso de la práctica. Suna Rintarou no es de fiar, pero por una vez, no se equivoca. Atsumu, el mellizo, comentaría que, al acostarse, siente una música fantasma que no le deja conciliar el sueño, producto de las exhaustivas horas que su hermano se dedicaba a sentarse en el banquillo y llenar la casa con el pulsar seguido de las teclas.

El que trabaja en la cafetería de la esquina, agregaría la vecina del local, a sabiendas de que cuando el lugar se llenaba, el dueño le permitiría a Osamu deleitar al público con una de sus prodigiosas performance. El que se fue a Tokio, en palabras de las mujeres de la cuadra, que con incorregible malicia seguirían a la madre de la criatura desde sus jardines, asomando las miradas por sobre las vallas.

Ese es Osamu: callado, calmo, sin una pizca de maldad, honrado; el típico muchacho que cualquier jovencita querría tener como esposo.

Hasta que, en palabras de todo el pueblo, se le soltó un tornillo, armó sus maletas y, con los escasos ahorros que tenía, se instaló en la capital japonesa. Si hasta lo hacía lucir fácil a ojos ajenos, qué barbaridad.

Un chiflado, se comenta ahora; aunque importa bien poco, porque del tímido muchacho que se encerraba en casa a practicar jornadas eternas no quedan ni sus cenizas.

Apenas consigue un lugar donde quedarse de manera fija, comienza a buscar empleo en cualquier lugar que se atreva a contratar a un adolescente recién salido de preparatoria que prácticamente no habla ─lo cual es una ventaja, porque cuando abre la boca, es consciente de que tendrá que repetir el discurso producto del nulo entendimiento de los capitalinos respecto a los acentos del interior.

Color Club: Silver || HaikyuuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora