Dia dos

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Se suponía que debería estar en su cuarto junto al bombon de su novio intentando superar las leyes de la naturaleza probando de cuantas formas podría tener sexo

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Se suponía que debería estar en su cuarto junto al bombon de su novio intentando superar las leyes de la naturaleza probando de cuantas formas podría tener sexo. Debería estar en esa situación, no fregando los platos en la casa de su pareja mientras el desgraciado estaba en el baño, y su cuñada lo miraba con sus intensos ojos rojos directo a su espalda en la entrada de la cocina aprovechando que su suegro había salido. 

Pero bueno, eso le pasa por no haber aclarado desde el inicio de la relación "solo cogidas", y terminar enamorándose del bombon de Hitoshi, que los dioses griegos se lo siguieran bendiciendo por favor.

No era un puerco, era un cerdo decente que reconocía la belleza al verla, y Hitoshi era una belleza que merecía ser vista, de preferencia en la intimidad de un cuarto si no era mucha molestia, para poder presenciarlo mejor por supuesto. No sabían si eran esos brazos, esas ojeras tan sexys, su espalda musculosa sin ser exagerada o su fifi lo que estaba prendiendo a Kaminari en esos momentos mientras fregaba la olla del arroz quemada. 

Estaba tan sumergido en sus fantasías sexuales con el bombon de su novio, que no advirtió sobre la presencia de Eri a su lado mirándolo intensamente. 

— Oye Denki — dio un grito arrojando la espuma por todos lados al ver la niña a su lado con expresión tan neutra que le hacia pensar en la película el resplandor. 

Dio un suspiro ante la mirada confusa de la niña, quien no entendía porque de su grito.

— ¿Que pasa Eri? — tomo uno de los trapos de la cocina para secar sus manos mirando a la menor.

— ¿Puedo pedirte algo? — los ojos de Eri se desviaron de su rostro teniendo un sonrojo en sus mejillas. 

— Seguro, ¿Que necesitas? 

— Es para una tarea, papá no esta y Toshi parece que se durmió en el baño, así que quería que tú me ayudaras. ¿Puedes? — la pequeña mantenía su mirada baja, aferrando con una de sus manos el borde de su camisa, sonrojada. 

Su interior se vio ablandado ante aquella imagen, porque cuando su cuñada no parecía espíritu en pena acosador de espaldas, era un ángel que Kaminari estaría dispuesto a salvar incluso si tuviera que sacrificar tres meses de intimidad. 

Bueno tampoco, pero se entendía hasta donde llegaba su cariño hacia la niña.

— Claro que si Eri, vamos a la sala para que te pueda ayudar — y dejando el trapo de lado, camino junto a la albina al sofá de tres en donde estaba un cuaderno y un lápiz sobre este.

Vio a Eri adelantarse al sofá, tomando sus materiales para sentarse en el medio dejándole espacio en alguno de los extremos. Se decidió por el izquierdo quedando al lado de la niña.

— Dime Eri, ¿De que es tu tarea?

— Es una entrevista, se supone que debemos entrevistar a nuestra mamá y papá, pero yo no tengo mamá y papá no esta, así que tu eres lo mas cercano a eso ahora — la niña lo miraba con una expresión neutra con sus manos en sus piernas. 

Shinkami week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora