A pesar de que no tenía nada que hacer y que de seguro se aburriría solo en su casa, prefería quedarse; por lo menos se aburriría en la comodidad de su habitación. Sin embargo, fue obligado a asistir a una fiesta, con disfraz y vestidos largos e incómodos, donde solo bailaban música lenta. Era aburridisimo y se había opuesto hasta que no tuvo más opción.
Después de todo, vivía bastante bien para lo poco que aportaba, era lo mínimo que podía hacer por la reputación de sus padres. Suficiente tenían con aceptar que saliera con aquella tigresa, quien probablemente sólo buscaba aprovecharse de él; pero no era ningún tonto, tampoco es que estuviera enamorado, él solo quería alguien con quien pasar el tiempo, podía decirse que no era muy bueno para estar sólo.Estaba sentado con poca gracia, dejando caer su brazo por el respaldar, con un plato pequeño en su pierna, tratando de mantener el equilibrio mientras comía algunos maníes.
Veía a algunos amigos suyos bailando, no eran tan cercanos para hacerle compañía pero sí para saludarlo cuando lo veían. Los observaba por curiosidad, nunca había aprendido a bailar valses y pensó que al menos podía intentar imitar sus movimientos. Era lo único que podía hacer además de matar la ansias con maní, sus padres estaban demasiado lejos y ocupados para conversar con él, ni siquiera se volteaba a verlos.
Sintió una mano tocar su hombro, al voltear se encontró con su padre dejándole saber que volverían a su hogar, estuvo por aceptar cuando vio a alguien llegar sola. No era una trigesa, ni siquiera era un felino, pero aún así era tan hermosa que no pudo despegar la mirada por unos segundos, terminó por volver a ver a su padre y dejarle saber que se quedaría unos minutos más.
Se despidieron sin haber tomado mucha atención a la mirada perdida de Bill, no creyeron que fuera muy importante, seguro habría llegado alguien a quien ligara y, con suerte, podría dejar a esa tigresa.
Por fin, se había quedado sólo, se levantó dejando el plato con maní sobre la mesa más cercana. Vio que ella se había sentado sola en una esquina, mirando a las demás parejas bailar con aires de tedio. Su rostro era tan hermoso y puro, ni siquiera los pequeños cuernos podían manchar esa imagen; si bien era extraño ver una oveja con cuernos, podía ser una malformación, aunque no lo parecía, por el contrario lograba enmarcar su rostro con elegancia.
Pensó que seguramente alguien la había obligado a asistir, ya que golpeaba sus dedos en la palma de su otra mano, quizas ansiosa por irse y terminar la noche. Tal vez el vestido que usaba era incómodo, aunque no era pomposo, parecía quedarle grande en la parte del pecho, por supuesto que no se lo diría. Sin embargo el vestido le quedaba muy lindo, la combinación de turquesa con negro lograba resaltar la forma de su cuerpo.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca, ella volteó a mirarlo con evidente confusión en su rostro, no sonrió y su mirada en él no duró mucho, parecía no querer hablar con nadie. O eso era lo que quería pensar para no sentirse rechazado, ya que cuando se acercaba a hablar con alguna hembra, siempre sonreían antes de que llegara, por lo tanto ya se comenzaba a sentir odiado.
— ¿Bailas? —. Trató de no acercarse demasiado para no incomodarla, extendió su mano esperando unos segundos para saber si lo aceptaría, con la mirada que recibió se sintió más nervioso y juraba que se negaría.
Pero luego sintió sus delgados dedos sujetar su mano, al mismo tiempo que se puso de pie, aunque seguía sin sonreír o mostrar simpatía, la única señal de aceptación fue un movimiento suave de cabeza. Lo que fue suficiente para que se sintiera satisfecho.
La guió hasta llegar al lado de otras parejas bailando, acomodó su mano de forma que acumaba sus dedos, ella se veía nerviosa y quizás algo asustada. Cuando sujetó su cintura pudo sentir que temblaba un poco, sin embargo supo que trataba de estar serena cuando posó la mano en su hombro y el ligero temblor se fue.
— Espero que no te moleste que sea mi primer vals. — Comentó guiando lentamente siguiendo el ritmo de la música, era lo bastante lenta para no ser torpe mientras bailaban. Lo nervios desaparecieron cuando por fin la vio reír, o al menos intentar aguantar la risa; sonrió de vuelta y consiguió más confianza para bailar.
Aunque le extrañaba que mantuviera la mirada gacha, asumía que era vergüenza y no dijo nada, además sabía que no le diría nada. No conocía su voz a pesar de que había aceptado bailar con él, tampoco podía intentar conversar ya que sería como hablar solo. En algún momento pensó que era suficiente baile, la verdad es que estaba aburrido, era raro no hablar con alguien que esté tan cerca. Quería terminar y volver a su hogar, olvidar que una chica no tuvo interés en él y así no ensuciar su hoja de vida.
Sin embargo, las luces bajaron un poco para conseguir un ambiente romántico, entonces ella levantó la mirada buscando, a lo mejor, protección de su parte. No le gustaba la oscuridad, al menos en ese lugar, era incómodo e inseguro, por lo que se apegó un poco a él, pasando su mano más arriba de su hombro, y sonrió volviendo a esquivar la mirada.
Era demasiado hermosa. Si bien era cierto que le aburría no poder hablar con ella y recibir repuestas, se sentía diferente, como si pudiera conocerla bailando, una nueva especie de seducción y por supuesto no iba a desperdiciarla.
Bailando se alejó de los demás y se acercó a una puerta, que pensó que era una salida trasera; había querido disuadir a su pareja de baile, porque sabía que podía, pero se encontraron con un jardín a oscuras, es decir, no tenía luces artificiales pero la luna era tan brillante que ni siquiera ella, siendo herbívoro las necesitaba.
Todavía sujetaba su mano, no porque hubiera olvidado dejarla ir, era su forma para conseguir esa cercanía que buscaba. Ella lo soltó al acercarse a un banco de madera, que al sentarse le permitía contemplar el hermoso cielo estrellado, la luna y sentir la suave brisa mover las hojas de los árboles.
No podía quitar la mirada, era lo más maravilloso que jamás había visto. Tomó un respiro profundo sin apartar la mirada, sentía nostalgia y quería observar ese cielo un poco más, solo un poco más.
Bill se acercó y se sentó a su lado, dejando reposar su brazo detrás de ella, sobre el banco. Incluso si su intención era conseguir a esta chica, no pudo quitar los ojos del cielo, al igual que ella; fue el suspiro de ella que llamó su atención y logró romper aquella extraña hipnosis con el cielo.
Sus ojos brillaban cristalizados por el cielo, mientras la brisa cambiaba su peinado, unos mechones dejaban su lugar y caían por su rostro. Esa imagen era tan bonita, él nunca había visto algo tan bonito, conocía lo sensual, lo atractivo, lo precioso, pero ella era tan bonita, como si la palabra "bonita" superara cualquier otra.
Su corazón agitado le pedía, mejor dicho le ordenaba, impulsandolo a ella, se acercaba lento y paciente, acomodando unos mechones detrás de su hombro, lo que hizo que volteara a mirarlo. Era como una mona lisa muy diferente, era cierto que no sonreía pero eso no evitaba que fuera la chica más bonita que hubiera visto.
Bill relamió sus labios sintiéndose un poco nervioso, era expectación, el no haber tenido que decirle mil cosas que en realidad no creía, hacían que su deseo aumentara y no pudo contenerse. Se acercó lentamente esperando a ver si ella lo rechazaba, podía sentir su aliento y ella no decía nada, ni se apartaba, entonces presionó sus labios con los de ella.
Algo tan dulce y caballeroso, tan respetuoso, no podía ser él quién le diera un beso tierno, y sin embargo lo era. Subió su mano a su nuca y la acercó un poco a él, con la intención de profundizar el beso, pero antes de poder hacerlo ella se alejó. Se puso de pie súbitamente, no parecía enojada pero aún así entró corriendo, como pudo, al salón nuevamente.
Sus pasos se dejaron de escuchar y Bill todavía seguía sentado pensando en qué acababa de pasar, se dio cuenta que ella ya no estaba cerca y caminó tras ella, no quería llamar la atención demasiado, de todas formas ella ya se había ido, tal como llegó, desapareció.
— Carajo... — Susurró en la puerta del salón, con las manos en los bolsillos y la cabeza apoyada en la pared al igual que su espalda. Era la primera vez que había "fallado" una conquista, así que decidió que lo olvidaría, nadie sabía de eso después de todo.
A los pocos segundos, alguien había llegado acercándose a él para darle un beso de saludo, trató de no ser indiferente y esperó que su novia no notara su poca concentración o lo distraído que estaba. Quiso bailar con él, pero se negó porque ambos sabían que no bailaba, esa fue suficiente razón para que ambos se sentaran a comer bocadillos y conversar con más amigos.