Habían encontrado el sótano de una casa abandonada, tenía una puerta doble que a primera vista era difícil de ver, además de estar atascada con enredaderas; les costó un poco quitarlas, incluso con la daga de Kotaro, pero lo lograron y dejaron que ventilara un poco antes de llevar a sus amigos.
No había tenido tiempo para hablar con su amigo, llorar de la nada no era normal en él, aunque tampoco quería explicarlo. Apenas conocía a Bill, ni siquiera habían hablado sobre la noche en que se conocieron, o el por qué se acercó a él en primer lugar aquel día en el mercado.Sin embargo, el oso era un gran amigo suyo, tal vez podía contarle lo que pasaba. Sabía que conseguiría apoyo emocional una vez que le dijera, pero algo dentro suyo lo impedía, al igual que cuando intentaba robar comida y sabía que sería descubierto, entonces se detenía hasta que fuera seguro. Siempre confiaba en su intuición, excepto cuando pasaba tiempo con el tigre, aunque no se sentía como su intuición pidiéndole alejarse; era miedo mas no sabía bien a qué.
Kotaro lo conocía tan bien, ni siquiera iba a intentar preguntar qué había pasado, pues solo conseguiría incomodar a Pina. En lugar de cuestionarlo, decidió invitarlo a una de las fiestas más conocidas en el pueblo, por supuesto que no se presentarían como todos; usualmente observaban desde otro lugar después de robar algo de alcohol y bocadillos.
Después de aceptar la invitación, cuando terminaba de anochecer, intentó dormir sin éxito; la imagen de la tigresa y Bill besándose rondaba su mente, y como aquella es tan traicionera, también imaginaba cómo habrían estado juntos. Entonces, decidió escabullirse y subir a investigar el resto de la casa, para así asegurarse de que no hubiera nadie, y algo bueno podría encontrar.
Subió por las escaleras interiores y abrió la puerta, ya sin seguro. No había pensado antes en lo oscuro que estaría, tampoco tenía una linterna o una simple vela.
Suspiró golpeándose mentalmente mientras caminaba casi arrastrando los pies, así podía sentir cualquier objeto cerca y no tropezar. Llegó a la cocina de esa forma, ayudándose también con las manos. Dio con una ventana iluminando la estufa, sobre la que encontró una cajita de fósforos y con ellos buscó entre algunos cajones hasta encontrar una linterna; era demasiado grande para que su luz pasara desapercibida, así que primero iluminó el camino de sus pies hasta un corto pasillo con algunas puertas.
La luz de afuera no entraba por las ventanas por alguna razón, con sus manos buscó los cristales y pudo sentir algo áspero cubriendolas, quizás papel periódico. Mientras no diera luz en esa dirección, desde afuera nadie sospecharia que están ahí.
Levantó el aparato para mirar mejor y notó que estaba en un pequeño cuarto de baño. Dejó la linterna sobre un dispensador de jabón y empezó a buscar en todo el pequeño cuarto, lo más interesante que encontró, que era muy útil, fueron dos carretes de hilo, uno celeste y otro negro.
Guardó ambos en un bolsillo, asegurándose de que la aguja atravesada no lo lastimara.Siguió su búsqueda llevando la linterna consigo, sintió un olor extraño y un poco desagradable cuando se acercó a la siguiente puerta. Bien podía ser comida que alguien dejó dañarse, no pudo evitar molestarse al pensar que era comida; cachorros mimados que dejan podrir buena comida solo porque no les gusta, cuando ellos tenían que buscar la forma de comer al menos una vez al día.
Forcejeó un poco con la puerta, aunque no porque estuviera con seguro, parecía más bien que estaba atorada. Cuando logró abrirla empujando un poco, tropezó y por poco cayó tras entrar, pudo sostenerse de la perilla con una mano, mientras con la otra cubrió su hocico para contener el vómito.
Estaba seguro de que no era comida, y también que había alertado a sus amigos al dejar caer la linterna.Escuchó los pasos suaves en medio del silencio, antes de que ellos llegaran se levantó luchando contra sus náuseas y el temblor de sus manos. Recogió el aparato, apartando la repugnancia que el ambiente le generaba, alumbró a la cama tan solo para descubrir a un carnero tirado en ella, un frasco con pastillas derramadas al pie del mueble. El hedor era completamente insoportable, en especial para los herbívoros, por eso nadie entendió cómo Pina ignoró la escena para buscar cosas en el armario.