¡Daddy! ¡Daddy! ¡Do!

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Haría lo que le pidió, solo porque confiaba en Bill, entregarse en el orfanato era la mejor forma de encontrar una buena familia, que por lo menos le diera una buena formación y estudios. Eso hizo, lo recibieron con bastante amabilidad, y consiguió hacer amigos como si tuviera apenas 10 años.

Pero esa noche no podía dormir, quizás porque era un lugar nuevo, quería consolarse pensando así, pero esa punzada en el pecho le decía otra cosa. A los días pasó como si nunca hubiera llegado, aunque él todavía temía que algo le hubiera pasado a Bill. Nuevamente pensó que debía confiar en él, y una voz en su interior le respondió: "¿Hasta cuándo?".

El pensamiento lo asustó, pero el tiempo lo calmó. Con el paso de los meses, una pareja lo vio y quedaron embelesados con su apariencia, las heridas que tenía desaparecieron pronto y su rostro cambió. Entonces se lo llevaron, haciéndolo parecer muy fácil, aunque sus nuevos padres, un carnero sin un cuerno y una oveja muy hermosa, lo querían solo por el beneficio que podían tener de él

No era muy importante, no esperaba una familia amorosa, aunque su madre si lo era, y su padre muchas veces se portaba como un padre. Todo eso siempre y cuando él fuera sobresaliente en todo lo que aprendiera. Aprendió una docena de bailes, cuatro instrumentos musicales, cantar, cuatro idiomas, primeros auxilios, a nadar, desarrollando sus habilidades e inteligencia al mismo tiempo.

Fue duro, en realidad, porque nunca tuvo el derecho a fallar más de una vez, por lo que sabía muchas cosas a la perfección. Su fuerte fue el modelaje, su cuerpo se volvió más fornido, por los ejercicios que hacía, su pelaje más suave y reluciente, su rostro se volvió más largo y angosto, lo que lo hacía ver más varonil.

Recordaba su vida desde que salió del pueblo, mirando el fondo de una copa que minutos antes contenía algún martini. No era feliz con su vida, pero no era infeliz, tenía cosas que a lo mejor nadie más podía conseguir y estaba orgulloso de sus logros, pero aún sentía que le faltaba algo.

Quizás había sido toda la presión de sus padres, que muchos recuerdos del pueblo parecían borrosas. Seguramente ahí estaba la razón para ir a "Del 6" cada domingo. Nombre raro para un bar, pero era lo bastante popular porque Pina lo frecuentaba.

Cinco años llevaba viviendo en la ciudad, solo dos desde que pudo ir allí por su cuenta y legalmente. Estaba ya aburrido del mismo bar, seguía yendo porque tenía el 50% de las bebidas gratis, al menos creía que era por eso. Pero ese domingo estaba demasiado cansado, como si eso que tanto esperaba nunca hubiera llegado.

Pagó su cuenta decidido a salir, cuando una cabra bien arreglada entró, mirándolo de reojo fingiendo no reconocerlo, Pina sabía que era una fachada porque muchas veces hacían eso para llamar su atención, y a él le gustaba jugar.

Se acercó, besando el torso de su mano, saludando bastante galán. Le invitó los tragos a ella y su amiga, una tigresa bastante bonita, aunque no era su tipo.

Escuchó la canción y no pudo evitar parar las orejas animado, tiró de su mano para llevarla a bailar aunque quiso rechazarlo, él insistió y, por supuesto, no se hizo rogar más.

Sujetó su cintura y una mano, guiandola y atrapandola al momento en que la echaba en sus brazos. Se notaba lo encantada que estaba por como bailaba, aunque a él le gustaba, no era más que solo una distracción.

Se acercaba peligrosamente cerca de su rostro, sujetando su barbilla, mirando sus ojos y labios, sonriendo al alejarse de nuevo. Repasaba su rostro con la yema de sus dedos, jugando a que la besaría, en realidad no le importaba hacerlo, tenía suficientes hembras para poder elegir y nunca estaba a gusto con ninguna.

La puerta se abrió, dejando ver entrar a un tigre de buen tamaño, junto a una gacela que terminó por irse cuando el tigre lo ordenó. Pensó que sería muy divertido que él baile con la amiga, así que, aún bailando, se acercó a él y tiró de su brazo hasta la tigresa, casi obligándolos a bailar.

Aquel valsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora