Había pasado tanto tiempo desde que despertó gracias al cantar de algún ave, quizás eran los vecinos de esa casa, era tan relajante despertar de esa forma, que hubiera amado quedarse así para siempre.
Miró a un lado de la cama esperando encontrarse con Bill, sin embargo estaba sólo en esa cama de tigre. Dio una vuelta envolviendose con la manta y al quedar del otro lado, encontró a su nuevo amigo. Estaba sentado de espaldas, un platillo con dos emparedados a su lado, al igual que una taza blanca y un vaso de jugo, seguramente él ya había comido y eso era para Pina.— Buenos días... — Susurró sonriendo abrazando con más fuerza la almohada, antes de levantarse para quedar sentado, estiró sus brazos sobre su cabeza, sentía como si el estrés de 15 años se hubieran ido en una sola noche.
Bill volteó al escuchar su voz ronca saludar, sonrió al verlo y darse cuenta que era igual de hermoso al despertar, no pudo evitar sonreír por sus acciones. Se levantó para dejar la silla vacía, descubriendo un plato vacío con otra taza blanca sobre él.
— Buen día. — Se acercó a la cama, revolviendo su blanca melena como saludo. Pina se apartó fingiendo molestia pero aún sonriendo por la tranquilidad. — Por error hice demasiados emparedados y café, ahora tendré que tirarlos...
Desvió la mirada pretendiendo ser serio, aunque era evidente que lo había llevado para pina, por eso no tenían carne de soja o algo para carnívoros. A pesar de la astucia de Pina, parecía no haberse dado cuenta y preocuparse porque este tigre piense en tirar la comida.
— Quizás yo puedo comerlo, para... Eehh... Enmendar tu error. — Se acercó a él, empujando el codo en su costilla. Era obvio que Bill lo había preparado para él, y seguro pensaba que no lo comería si fuera por caridad, por eso decidió seguir el juego. — Estoy dispuesto a hacerte ese favor.
— Si fueras tan amable. — Estiró su brazo hacia la mesa, viendo a Pina levantarse emocionado para comer, no podía contener una sonrisa.
Era menos torpe para comer un sandwich, dio un sorbo al café y cerró los ojos para olfatear ese adictivo aroma antes de seguir tomando. Intentaba comer un poco más rápido, no quería que los demás notaran su ausencia, por suerte el clima daba a entender que aún era temprano; lo que quería decir que Bill había despertado muy temprano.
— ¿Siempre madrugas para hacer comida de sobra? — Preguntó subiendo sus pies al borde de la silla, sujetó el platillo bajo su mano para no soltar migajas en el piso, y se dio la vuelta encarandolo.
— ¿Madrugar? — Preguntó soltando una risa suave para luego mirar al reloj, dirigiendo la mirada de Pina al mismo. Casi era mediodía, lo que hizo que el carnero se levantara de golpe, asustado y preocupado por sus amigos.
Comió de dos bocados el resto del sandwich, pasándolo con el café y acabando el mismo gracias a eso, el otro lo comió también rápido y con el jugo, que no distinguió de qué era gracias a la prisa. Por poco comenzó a toser, no estaba acostumbrado a comer así después de todo.
— Gracias por todo, pero tengo que irme. — Corrió a la ventana para abrirla y salir sin decir nada más, o al menos eso pretendía cuando sintió que Bill sujetaba su mano para frenarlo. — Oye, tengo que irme...
— ¿Vas a volver? — Preguntó sin esconder su aflicción, si bien temía por su salud, también quería verlo de nuevo. Le gustaba pasar tiempo con él, era diferente a sus amigos, aunque no sabía por qué.
Pina se tomó unos segundos para responder, quizás no podía ir todas las noches, pero no quería dejar de verlo, era de alguna forma agradable estar con él, a pesar del peligro de ser devorado en cualquier momento.
— Vendré de nuevo, pero no hoy. — Sonrió quitando su mano de la de Bill, para dar unas palmaditas en su cabeza antes de salir por la ventana. — Entonces no hagas comida de más, no quiero sobras.