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FOGAJE.

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Alex.

Sentada en una silla fría metálica, me quede mirando la nada, mi mente y pensamientos están dispersos, no asimilo, no encofo, todo me pesa y apenas soy consiente del hecho de que Max esté muerto.

Lágrimas ruedan por mis mejillas al recordar su tierna sonrisa, sus bromas, esos ojitos azules tan lindos y esa habilidad que tiene para sacar sonrisas en los momentos menos indicados.

<<El no se puedo haber ido... el no>>

Alguien se sienta a mi lado en silencio, no distingo quien es porque solo lo veo por el rabillo del ojo, no quiero ver a nadie así que solo lo ignoro.

Limpio con brusquedad mis ojos, ¡Dios! Duele tanto, mi niño se ha ido, realmente se ha ido...

—Si sabes que no está muerto ¿verdad? —Dice una voz grave y profunda, giro anonada por dos cosas; por lo que dijo y por su presencia.

—¿Eh? —es lo único que logro articular.

Sus ojazos grisáceos me miran con diversión, me molesta que tenga la osadía de estar así sabiendo lo que está pasando.

—Tu amigo no ha muerto, estuvo por estarlo pero lograron salvarlo y ahora se encuentra estable —explica pero no lo escucho, estoy idiotizada por este hombre tan guapo —. Iba a decírtelo pero te vi llorando aquí sola y preferí esperar.

Mis mejillas se encienden de vergüenza, este sexy e irresistible Adonis me vio llorando a moco tendido. ¡Quiero morir!

—Yo... pues, eso no... Humm—me callo, ni siquiera puedo formular una frase coherente.

Rick se estira metiendo su mano en el bolsillo trasero de su pantalón, aprovecho para admirar sus esbeltas y musculosas piernas ¡Mierda! saca su celular desbloqueado y me lo pasa.

—¿Qué...?

—Tienes que llamar a la madre de Max y decirle que se quedarán en tu casa, que por eso no han vuelto —explica lenta y detenidamente como si yo fuera una retrasada o algo así.

Lo tomo y marco el número, me lo sé de memoria así que espero y al tercer timbre atienden.

—¿Diga? —contesta la dulce voz de su mamá.

Trago grueso pensando bien lo que diré, no puedo concentrarme con semejante hombre viéndome.

—Señora Olivia... —mi voz sale ronca y débil.

—¿Alex? ¿Eres tú, mi niña?

—Sí, soy yo, estem... la llamé para informarle que Max y Oliver se encuentran conmigo.

—Oh vaya, pues eso explica porque no bajaron a desayunar —dice, me siento mal por tener que mentirle —. Bueno está bien, les dices que me llamen si vienen antes de la cena.

—Ok...

Voy a cortar pero su voz me detiene.

Red De Identidades [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora