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Acciones contradictorias.

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Jessica.

La mañana del lunes resultó ser más fría de lo usual, y aun faltaba mucho para otoño.

Incluso, el cielo estaba más despejado que otras veces, dando la impresión de que sería de esos días en los que sabes que todo saldrá bien sin tener la certeza de ello. Era raro, porque el clima no congeniaba con las ráfagas de viento helado, pero ¿cómo me estaba dando cuenta de eso? Ah, pues, porque estaba tan absorta en mis pensamientos, y viendo el cielo a través de la ventana del auto, que ni escuché cuando llegamos hasta que James me tocó el hombro, mirándome con cara rara, como si fuese una especie de vaca con antenas de cucaracha y hocico de caballo. Así de raro.

— Mija, despierta, ya llegamos —dijo lo obvio, con un ápice de sarcasmo.

— Bien, gracias por traerme. Qué tengas buen día — le deseé bajando del auto, pero como era de esperarse, James no se quedaría con esa simple respuesta. No. Él tenía que meterse en su papel de psicólogo barato justo tres minutos antes de asistír a clases.

—¿Qué pasa? Traes mala cara —frunce el ceño con preocupación.

Lo miré con cara de: «¿Enserio estamos teniendo está conversación justo ahora?» ya sé que es mucho como para qué él interpretara eso en mi mirada, pero fue lo que quise decirle.

No obstante, pareció no entender mi cara, por lo que tuve que recurrir a lo verbal.

— Estoy bien, James, claro, que sí obviamos el hecho de que me dijiste fea, por supuesto que estoy bien.

—Yo no te dije fea.

— Oh, claro —carraspeo imitando su voz profunda:— Oye, hermanita, ¿te sientes bien? Porque hoy te ves fea.

James me mira perplejo.

—Eso no fue lo que dije.

—Pero fue como lo sentí.

Suspira, se pasa la mano por su cabello perfectamente peinado, y mira el reloj en su muñeca.

— Se hace tarde, me retiro.

Ahora yo lo miro impaciente.

—Bien, pero la que se retira soy yo.

—No. Yo me retiro.

—¡Yo me estoy bajando del auto!

—¡Pues, lárgate!

—¡Eso hago!

Tras tener los pies sobre el pavimento, cierro la puerta de un portazo al mismo tiempo que James baja la ventana del copiloto y grita:

—¡Qué tengas buen día, te quiero!

Y arranca el coche sin dejarme responder.

—Yo también —susurro para mí.

Con resignación camino hacia la entrada de la institución. Por supuesto, no soy la única ni mucho menos invisible, aunque desearía serlo para evitar las miradas cargadas de veneno. Claro, como no, es raro que venga sola sin la compañía de los dos hipócritas más grandes del mundo pero, no me siento mal, es más, me siento exhausta. Y en el preciso momento en el que cruzo el umbral de la entrada y las chicas del grupo de porristas me ven, me doy cuenta de que hoy no tengo ganas de fingir.

Tener que adoptar el papel de la Jessica caprichosa, boba y fuerte cada vez era más difícil, y ahora se sentía imposible, sobre todo porque lo usaba para tapar mis inseguridades, para que nadie nunca dijera que me conocía en realidad, porque... Sabía que pasarían cosas como las que pasó con Rick.

Red De Identidades [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora