III

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Cap 3
Woolacombe, Devon, Inglaterra
3 de Agosto 20:47

5 años atrás.

-No estoy de acuerdo -Los cabellos de ambos chicos danzaban al ritmo del salado y tibio aire del condado de Devon. Daban un ligero paseo por la gigantesca playa de Woolacombe admirando en el horizonte el arrebol formándose y generando una explosión de colores propia de las películas románticas que tanto le gustaban al chico de los rizos chocolate.

-Pues es la verdad, la leyenda lo dice -El menor miró al castaño con cierto aire de burla en su sonrisa, se habían sentado a expensas del creciente anochecer que estaba por alzarse de un momento a otro.- Si no lo quieres creer, a mí me da igual, no es como si fueras mi alma gemela.

El ojiverde se giró rápidamente hacia el espectáculo de carmines, rosas y ocres difuminándose en el cielo con una mueca de burla plasmada en sus rasgos, esperando a que su novio le mirara por la repentina mofa por su parte. Este no tardó mucho en reaccionar y abalanzarse sobre el rizado con astucia y entre las risas más puras y auténticas que el mar alguna vez habría podido oír en esa playa de arena fina y dorada. Las contracciones de sus gargantas expresando la felicidad y comodidad más genuina, asemejadas a la melodía de piano resonando en los oídos de los dos enamorados, a punto de echar a volar hacia una libertad desolada.

-¡Retira eso, Ricitos! -El mayor llevó sus manos a las costillas del ojiverde como si ese fuera el lugar para el cual habían sido creadas. Movió sus dedos con rapidez y gentileza creando escandalosas risas agolpándose en la boca del pequeño. Harry se retorcía apresado por las ágiles manos de su novio y gritaba cosas incomprensibles con la esperanza de ser liberado.

-¡Vale, vale! -Su voz se entrecortaba y salía de su garganta entremezclándose con la risa pura.- Eres mi alma gemela, Lou.

En ese momento el mayor finalizó su juego y se retiró de encima de su novio para sentarse de nuevo a su lado con una sonrisa triunfal reflejándose tanto en sus labios, como en sus ojos. Las burlas podrían no haber sido más que una simple excusa para escuchar la preciosa melodía que generaban las carcajadas del rizado, sin embargo, algo tras esa conversación era verdadero y provocaba un masivo sentimiento de comodidad en Louis. Eran almas gemelas y los dos lo sabían, y eso les aterrorizaba.

-Así me gusta -Louis le sonrió por encima del hombro dirigiendo su mirada hacia el horizonte donde se mezclaba el añil del mar con los miles de colores que generaba la noche.

Ambos callaron tras esas palabras del castaño, se conformaron con el silencio reconfortante que emanaban sus cuerpos, siempre habían sido así, no había necesidad alguna de palabras entre ellos, era lo más cliché e incomprensible del universo pero solo con una mirada, un gesto o una sonrisa se entendían a la perfección. Las personas de su círculo normalmente bromeaban con el hecho de que parecían sacados de alguna película mala del Hollywood de los años 80; eran personas distintas, distintos cuerpos, distintas aficiones, distintos gustos... más cuando se trataba del otro, ambos se complementaban como si fueran la otra mitad el uno del otro, como si no fuesen más que un alma dividida en dos, como si de verdad fueran la definición de almas gemelas.

Cuando la noche cayó sobre sus ojos definitivamente y el frío se apoderó de la playa a pesar del pleno verano, ambos se miraron con la luna reflejándose en sus orbes claros, Harry juraría que fue capaz de ver destellos rosados en los ojos contrarios, sin embargo, lo que vio Louis se asemejaba mas a un absoluto y vacío abismo de verdes y negros, un preludio de lo que se avecinaba dirían muchos, Louis en ese momento sintió absoluto terror por primera vez causado por Harry.

-¿Estás bien? -El rizado preguntó con verdadera preocupación filtrándose en el hilo que componía su voz, el camino de vuelta había sido tranquilo, demasiado incluso para ellos. Harry había notado que algo no andaba bien en la mirada perdida y el gesto de hastío en las cejas que presentó Louis en todo el camino.

-¿Qué? Sí, sí. ¿Por qué? -Louis fingió una sonrisa con la esperanza de que su adorada pareja no lo notara. Con los ojos llenos de silencio miró directamente de nuevo a lo que se había convertido hace unos minutos en uno de sus mayores miedos, los orbes verdes que poseía su novio, sin embargo, no vio el miedo o el abismo en ellos; lo que vio fueron solo el precioso tono esmeralda, la preocupación y el amor. En ese momento se preguntó seriamente si solo había sido fruto de su imaginación y esbozó una sonrisa genuina.

-Estás raro, ¿te encuentras mal? Si quieres le pido mamá que volvamos a Londres. -Harry se paró en frente de Louis y le acarició la mejilla con amor puro. -En serio, no quiero que lo pases mal cuando son nuestras primeras vacaciones juntos, bueno, aunque estén mi hermana y mi madre...

De los labios de Louis se escapó una sonrisa radiante que lo único que consiguió fue contagiársela al más alto y con una extrema delicadeza, casi como si temiera romper a lo que en ese momento era el amor de su vida, viajó sus manos a las de sus manos para bajarlas hasta su regazo, no sin antes besarlas en un perfecto tono lila de absoluta protección.

-Eres lo más adorable del mundo, ricitos -Los ojos de ambos muchachos brillaban con una luz única, inmensa, propia. Se asemejaba a una batalla de pequeñas estrellas fugaces viajando entre la conexión de su mirada por ver quien resplandecía con más fuerza, con más amor. -Te amo.

La expresión de felicidad absoluta plasmada en los rasgos bien tallados del menor, se habían dicho otras veces esas palabras, más no con la intensidad y la esperanza de esta vez, de hecho Louis nunca las había dicho de una manera no irónica o sin sentimiento alguno. Esta vez era diferente, podía observar la veracidad en sus palabras, cada poro de su piel podía sentir el amor con el que Louis las pronunciaba, cada vello de su piel se erizó al compás de lo que, proclamó, de ahora en adelante, iba a ser su melodía favorita.

-Y yo Lou, más, mucho más de lo que te piensas.

Y era verdad, al rizado le costaba expresar los sentimientos que Louis le hacía sentir, siempre había sido de pocas palabras, aunque era demasiado transparente y enseñaba lo que verdaderamente experimentaba mediante su lenguaje corporal, sus miradas, sus risas... Louis lo sabía, lo supo desde el momento en el que lo vio por primera vez a través de ese pasillo abarrotado a más no poder de gente, sabía que esa persona valía absoluto oro y que había que cuidarla, entenderla y amarla como debía ser, no se permitiría nunca, jamás, causarle daño.

-Ya lo sé amor.

El más bajo se acercó con suavidad a los labios del menor con el caminó totalmente aprendido, fue un acto reflejo y resultaba increíble como sus manos se movían por la espalda de su novio como si recordaran a la perfección, como si hubiese tallado una especia de mapa en sus nervios. Resultaba increíble como sus labios siempre encontraban el camino a los contrarios, como si se guiaran con una línea que indicaba los andares correctos. Resultaba increíble como sus cuerpos encajaban cada vez que compartían un río de saliva como si fueran auténticas piezas de cierto juego antiguo, como si estar envueltos por el otro fuera la sensación más reconfortante que pudieran llegar a sentir en su vida, y es que lo era.

Sonrieron en el beso, cualquiera que les viera les describiría como dos adolescentes cargados hasta el último milímetro de su piel de hormonas, cualquiera diría que estaban en medio de un beso propio de una película que no se recomienda ver a los niños, cualquiera lo diría, más para ellos no era un beso de lo más apasionado, no era fuerte ni agresivo, no era ni siquiera picante; era un beso del amor más genuino que sentían mutuamente, era un beso en el que sus lenguas bailaban un vals de Joseph Lanner y compartían sus salivas a modo de entrega de su amor, de sacrificio, de ofrenda. Era un beso rosa, malva, blanco, incluso tenía ciertos toques dorados y rocíos, colores que el resto de la gente calificaría como disparatados cayena.

En ese preciso instante en el que se separaron, quedando unidos por un hilo invisible de espuma en sus labios, Louis volvió a sentir miedo, volvió a sufrir auténtico pavor al mirar a los ojos cristalizados de su novio, a las mejillas carmín, a los labios hinchados y rodeados de un burdeos caldeante. Volvió a sentirse perdido y asustado en un inmenso mar de negros pensamientos, de inseguridades y de inquietud. Volvió a tener miedo de hacerle daño a la persona más pura que conocía. Volvió a recordar que él estaba roto y que sus cristales podrían cortar a la persona que más quería en este mundo. Volvió a recordar que la persona de la que siempre había protegiendo a Harry, quizá era él.

Invierno efímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora