✢VIII.- Nuestra hija✢

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Miércoles.
8:00 a.m.

Entre todas las voces de los niños y padres revueltas, Liam apenas pudo escuchar el "te amo, papi" que su pequeña le dijo después de depositar un dulce beso en su mejilla. El timbre que daba inicio a la jornada escolar de este día acababa de sonar, por lo que míster Styles ya había ordenado a sus alumnos para entrar a la institución.

Con una cálida sonrisa y batiendo su mano libre en el aire, Liam se despidió hasta que perdió a su hija de vista. Acomodó mejor al juguetón Garrett en sus brazos y dejó escapar un largo suspiro; sus hijos eran su adoración, estaba seguro de que enloquecería sin alguno de ellos.
Se dio la media vuelta y comenzó su corto andar hasta donde dejó el coche aparcado.

Abrió primero la puerta de los espacios traseros para poder acomodar a su pequeño rubiecito en el asiento especial.
—Ten, mi amor —dijo, tendiendole un vasito con chupón lleno de leche chocolatada que había dejado en la bolsa detrás de su asiento—, tomatelo.

Garrett lo tomó por las dos agarraderas con una cantarina risilla y comenzó a beberlo con gusto.

Con una última sonrisa, Liam cerró la puerta, y procedió a tratar de abrir la puerta del lado del conductor. Más fue interrumpido por una gran mano que se posó sorpresivamente sobre su hombro, haciéndolo dar un pequeño salto del susto y girarse al instante.

—Lo siento, no quería asustarte —dijo Zayn, alejando su mano con lentitud, solo para dejarla entrelazada con su otra mano detrás de su espalda. Estaba muy inquieto; nervioso ya no sería la palabra indicada para usar.

—Pues no quiero imaginarme cómo hubiera sido si sí hubieses querido —dijo Liam, sarcástico, manteniendo una mano sobre su pecho. Los latidos de su corazón estaban acelerados, y no estaba muy seguro si era por el miedo a que Zayn le preguntara algo sobre Zali o por el simple hecho de que estaba a escasos centímetros del hombre que tanto amaba.

Una pequeña risa hizo vibrar el pecho de Zayn, Liam tenía ese poder de hacerlo olvidarse de todo en cuestión de nada. Aunque esta vez sólo duró dos segundos el encanto, sacudió ligeramente su cabeza para concentrarse, volvió a su semblante neutro, y aclaró su garganta.
—Tenemos que hablar.

Si Liam no había palidecido con el susto, ni con verlo, ahora sí que lo había hecho con estas tres sencillas palabras que siempre venían acompañadas de malas noticias.
—A-aaah, no... tú y yo no tenemos nada de qué hablar —balbuceó, volviendo a girarse rápidamente para tratar de abrir la puerta de su automóvil.

—Por la forma en la que reaccionaste me confirmas que sí —repuso, colocando esta vez una de sus manos sobre la de Liam, cubriendola casi por completo—. Y también sé que sabes sobre qué... o más bien sobre quién es —susurró eso último prácticamente –por su posición detrás del castaño– en su oído.

Una corriente eléctrica recorrió la espina dorsal de Payne, haciéndolo alejar su mano de la ajena como si le quemara.
—No, no lo sé —mintió descaradamente, dándose la media vuelta, por tercera ocasión, solo para colocar sus manos vacilante sobre el amplio pecho del azabache y empujarlo un par de pasos hacia atrás—. Todo lo que hubiese quedado pendiente por hablar entre nosotros lo aclaramos la última vez que viniste de visita a Londres, así que por favor —Tragó saliva sonoramente, y añadió con gran pesar—... no me busques más.

Antes de que el castaño tratara siquiera de volver a girarse, Malik lo tomó de la muñeca.
—Primero que nada, y hablando directo como hacemos los adultos, aquella última noche tú y yo hicimos algo más que solo hablar, y justo eso es lo que nos lleva a la plática pendiente que tenemos justo ahora.

Engáñame dos veces (mpreg) || ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora