✢I.- Zayn✢

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Una cita con el dentista no es algo que entusiasme en lo más mínimo a alguien, y menos si ese "alguien" es un niño. El porcentaje de niños con miedo al odontologo es bastante elevado, y las principales razones de que esto suceda, son las siguientes: temor a lo desconocido, una mala experiencia, miedo de cómo luce el doctor o el consultorio y sus herramientas o ya es un temor que traen desde casa al ver las reacciones de sus padres sobre este tema. Pero para los pacientes del doctor Malik, el miedo era un sentimiento completamente desconocido a la hora de estar con él.

Zayn Javadd Malik era un apuesto odontopediatra de 26 años bastante bueno con los niños; no había pequeño que entrara en su consultorio y no saliera siendo amigo suyo. Su lugar de trabajo estaba ambientado de manera infantil; había diversos estampados en las paredes, desde ositos de peluche, hasta superheroes y princesas; tenía un gran televisor plasma –en el que siempre estaban las caricaturas– y varios juegos de mesa en la sala de espera; un buen paciente siempre ganaba una paleta o calcomanía; e incluso, tenía todas sus herramientas de trabajo adornadas con divertidas pegatinas.

Pero él no solo se ganaba con facilidad la confianza absoluta de los menores, sino que también tenía a los padres de estos completamente maravillados. Era bien sabido por todos que Zayn se había graduado con el promedio más alto en una de las mejores universidades de Londres, pues apenas terminar su carrera, llegó a Nueva York y consiguió fácilmente hacer su especialización pediátrica en un prestigioso hospital del centro.

Adam, un odontopediatra de 49 años, fue quien le sirvió de guía en aquel camino; era bastante amigable y se volvió amigo suyo en cuestión de días, cayendo ante las tantas virtudes del joven moreno como la mayoría de las personas que le conocían. Siempre que el hombre tenía la oportunidad, le contaba a los padres de todos sus pacientes lo inteligente y capaz que era Zayn, además de que dejaba que el azabache atendiera a los pequeños para que las acciones de este mismo confirmaran sus palabras.

Por ello, al terminar sus dos años de residencia en aquel lugar, Malik prácticamente ya tenía a sus clientes ganados; una larga fila de padres que lo querían como el dentista de sus hijos, se hizo presente el día en que abrió su propio consultorio. Y a casi tres años de esto, ya se encontraba dentro del 'ranking' de los cinco odontopediatras más recomendados de todo Nueva York.

Su vida iba bastan bien, no lo podía negar, la suerte le sonrió desde que decidió mudarse a los Estados Unidos; después de haber vivido cuatro años con Adam y su esposa, Margaret (a quienes ahora consideraba como sus segundos padres y sus ángeles guardianes desde que llegó a ese nuevo país), logró hacerse de un buen coche y una casa que –aunque pequeña– era bastante lujosa y moderna. Vivía solo, pues el amor no había vuelto a tocar su puerta después de aquella desagradable experiencia en la universidad, pero así estaba bien, de cualquier manera, la mayor parte del tiempo se encontraba en su consultorio... Justo como en este momento:

—¡Muy bien, Dennis —felicitó Zayn a uno de sus varios pacientes, mientras lo bajaba del acolchado asiento reclinable—, que valiente eres! ¡Dame esos cinco! —pidió, colocándose de cuclillas para estar a la altura del pequeño y elevando su mano derecha frente él.

El niño de cabellos dorados sonrió –dejando ver los dos espacios que ahora se encontraban vacíos en la parte central superior de su dentadura– antes de dar un pequeño salto y chocar la palma de su mano contra la del dentista.
—¡Sí! ¡Ni siquiera me dolió! —chilló emocionado, pasando su vista del moreno a su madre.

—Pues no, tú eres muy fuerte —dijo Malik, mientras se reincorporaba y se dirigía hacia la barra para tomar un tarro de cristal lleno de paletas. Volvió con el menor y le tendió el recipiente—. Puedes tomar una.

—Gracias —Dennis introdujo su manita y sacó una paleta de color morado.

—Muchas gracias, doctor —habló esta vez la madre del pequeño, tomando a su primogénito con la mano izquierda y teniéndole la otra al moreno.

Engáñame dos veces (mpreg) || ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora