Parte 11: El sonido de tus latidos

11 3 0
                                    


Su hermano llegó de mal humor aquel día, para variar. Le gritó y empujó para que se fuera a comprar. Al parecer unos tipos iban a ir a su casa y su hermano quería que se quitase del medio. 

Compró todo lo de la lista (casi todo eran bebidas) y cargó con ello de vuelta a su apartamento. Estaba cansada y adolorida. Mientras se acercaba por el rellano no podía quitar la vista de la casa de al lado. Tras esa puerta, ahora cerrada, estaba el único lugar en el que quería estar ahora mismo. Pero él no estaba... ¿no? Era sábado. Y se habían levantado tarde, así que él no estaría trabajando. Pero ella no podía ir así como así y llamar a la puerta. Demasiado hacía ya que le dejaba dormir con él aunque no hubiera tormenta. 

Entró despacio por el hueco de la puerta, que su hermano no se había molestado en volver a colocar después de echarla. Metió las bebidas en la nevera y colocó la poca comida que había comprado en los muebles viejos y desvencijados de la cocina. Se sentó luego en su cama, abrazando sus piernas y mirando por la ventana, soñando con estar lejos de allí. 

- ¿Qué haces? Te he dicho que trajeras la compra y te largases. 

-¿A dónde quieres que vaya? 

- A donde sea, me da igual, sólo lárgate. 

- No tengo dinero, no tengo nada, ¿qué voy a hacer por ahí? Va a llover pronto.

Su hermano se enfadó (más de lo que solía estar) y le agarró del pelo. Evana emitió un leve grito y se levantó de un salto, correteando tras él para evitar que le hiciera daño. La dejó en el pasillo y le dijo que no volviera hasta la noche. 

Ella no sabía a donde ir, sólo sabía el lugar en el que quería estar. Se recostó contra la puerta de su vecino, y se dejó caer deslizándose hasta sentarse en el suelo. No quería llorar, pero se sentía muy pequeña. 

No debía quedarse ahí y lo sabía así que se levantó como pudo, y caminó hasta las escaleras. A cada paso que daba se sentía peor... ¿Dónde iría? Estaba empezando a llover. Estaba lejos del centro, de cualquier centro comercial en el que pudiera deambular, lejos de algún parque o lugar cómodo donde esperar todo el día hasta el anochecer. 

Salió al exterior, y el aire frío y el cielo encapotado la recibieron. Se abrazó el cuerpo y caminó despacio alejándose de su casa. No había recorrido más que dos aceras cuando alguien la tomó del brazo. Dio un respingo asustada, pero al levantar la vista, allí estaba él, su vecino, con cara de enfadado. 

La miró de arriba abajo, y ella no supo descifrar qué significaba la oscuridad de sus ojos. 

La tomó de la mano sin decir una palabra y la llevó de vuelta a su edificio. Subieron en silencio y Evana se encogió al pasar por delante de su puerta, pero su hermano no estaba a la vista.  

Él aún la tomaba de la mano cuando la llevó a la cama y le hizo recostarse con firmeza. Ella tenía la sensación de que estaba enfadado pero no sabía con qué o con quien. 

Él se sentó a su lado y tras dudar unos momentos... se inclinó sobre ella y la besó. 

Las ciudades cuando llueve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora