Capítulo 5

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Taehyung

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Taehyung

—Por favor dime que no es cierto, mamá. —le rogué a mi madre entre sollozos.

—Lo siento... Tae... —respondió mamá llorando también.

—¡¿Por qué mamá?! ¡¿Por qué con él?! —grité desesperado tomándola de los hombros de forma brusca.

Mamá bajó la vista hacia el suelo mientras sollozaba sin control y evitaba mirarme a los ojos.

—Porque necesitaba el empleo... y... porque me enamoré de él. —dijo con dificultad y yo no pude creer lo que acababa de oír.

Siempre había sido el hijo bueno que respetaba a mamá y que abrazaba a papá cuando venía a verlo y se negaba cuando me decía que me fuera a vivir con él aún sabiendo que tenía mejores posibilidades que mamá. Y cuando Jeon me dijo lo que me dijo en el baño, tuve la pequeña esperanza de que lo que me decía era mentira, pero luego de que le preguntara a mamá y ella me respondiera como lo había hecho, ya no quedaba ninguna esperanza.

Un dolor muy grande y abrazador se extendía desde mi abdomen hasta mi pecho.

Solo pude mirarla por última vez para luego salir de aquella casa en la que vivía con ella y con Bogum, que en esos momentos se encontraba visitando a sus amigos. Corriendo logré evadir un poco el dolor en mi pecho, pero las palabras de mamá se repetían en mi cabeza una y otra vez.

«Porque necesitaba el empleo... y... porque me enamoré de él»

Llegué al edificio más grande que había en Seúl luego de haber corrido bastantes cuadras y haber deambulado por muchas calles mostrándole a los mendigos que habían sentados en esquinas, que mi estado era mucho peor que el de ellos.

Subí en el ascensor mientras miraba un punto fijo y no dejaba de pensar en lo miserable que era mi vida, que no valía la pena seguir aguantando y repitiéndome a mi mismo que todo estará bien, porque nada está bien y nada nunca lo estará, porque de nada sirve ser optimista si tu vida está destinada a ser oscuridad y solo desechos de los demás.

Llegué al último piso y subí a la azotea por una de las escaleras. Si, pienso hacer eso mismo que crees, pero ya no puedo soportar seguir viviendo la misma vida cuando sé que no la merezco, cuando no he dañado a nadie, cuando he sido demasiado bueno y me he encargado toda mi vida de hacer los cosas como se debían. Caminé hacia el borde y me senté mirando hacia abajo, viendo como las personas caminaban y hacían lo cotidiano.

Lágrimas volvieron a llenar mis ojos, y poco después también llenaron mis mejillas. Hipé y sollozé tanto como quise, después de todo, sería la última vez que lo haría... y... me alegraba saber que al fin podría ser libre y no tendría que lidiar con las cosas tan malas que me atormentaban la vida.

—Dios... —miré el cielo— Lo siento mucho... Soy un cobarde... —sollozé y mi cuerpo tembló, el aire movía mi cabello y le daba frescura a mi rostro, a mi horrible rostro— Lamento no haber podido continuar el camino que habías trazado para mi. —dije para luego ponerme de pie y mirar hacia abajo, sabiendo que ese sería mi último aliento.

Cuándo me disponía a dejarme caer una voz a mis espaldas me hizo detener mis movimientos.

—No lo hagas. —pidió la voz de una niña— No importa que tan mala sea tu vida, no lo hagas.

Me senté nuevamente en el borde y la niña se sentó junto a mi ofreciéndome de su chocolate, le sonreí sin ganas y negué. Era una niña de apenas trece o catorce años de cabellos castaños y ojos color miel, una niña de facciones preciosas y una sonrisa comprensiva.

—¿Por qué quieres dañarte de esa manera? —preguntó curiosa dándole un mordisco a su chocolate y volviendo a ofrecerme, esta vez sí acepté y mordí una esquina.

—Mi vida no es la mejor. —me encogí de hombros sintiendo como más lágrimas llenaban mis ojos y volvían a repasar el camino que las demás habían tenido en mis mejillas.

Asintió comprensiva y miró al frente, observando la nada y alzando sus hombros en un gesto de despreocupación.

—No tienes porque hacerte daño de todas formas. —dejó de observar al frente para luego observar mis ojos.

—Lo dices porque no sabes por lo que estoy pasando, porque no sientes el dolor que siento yo. Además, eres una niña, no podrías entenderme. —bufé con la voz quebrada por el dolor que sentía por dentro.

Ella río con amargura y luego negó con su cabeza. Su cabello brilló cuando me observó y me regaló esa sonrisa comprensiva que me había dado desde que me habló.

—Pues entonces explícamelo, quiero entenderte. —soltó y se acercó más a mi— No puede ser tan difícil, eres una persona y yo solo soy una niña que quiere entenderte y ayudarte... y sobretodo... convercerte de que no hagas está locura. —sonrió nuevamente dando un beso en mi mejilla.

Una niña, si señores, una niña que apenas me acababa de conocer me estaba ayudando y se estaba ofreciendo a escucharme... a una persona le importaba mi vida, y era una total desconocida.

—Sufro bullying en mi escuela, mis padres son divorciados y vivo con mi madre y mi primo, mamá tiene tres trabajos de medio tiempo y en uno de esos su jefe es el padre del chico que lidera a los que me hacen bullying, mamá se acostó con ese hombre y literalmente ahora en la escuela deben estarla tildando de puta porque ese Señor es casado y una mala persona, mamá solo pudo decirme que lo hizo porque necesitaba el empleo y porque se había enamorado de él. —solté todo aquello para poder tomar una buena boconada de aire y recuperar el aliento después de haber dicho todo aquello tan rápido y ni siquiera me había dado cuenta de que había dejado de respirar mientras lo decía.

Ella procesó en su mente todo lo que le había dicho para luego bajar la mirada y negar con su cabeza de nuevo.

—Sigo pensando que no debes de hacerte daño por otras personas. Eres muy fuerte. Tú puedes seguir adelante. —me alentó.

—No soy fuerte, soy un cobarde. —dije sin mirarla.

Negó sonriendo alegre y mirándome con un brillo en sus ojos que nunca había visto en toda mi oscura y deprimente vida.

—No eres un cobarde, haz soportado todo lo que ha sucedido en tu vida hasta ahora. Yo considero eso fuerza. —tomó mis manos y me miró a los ojos— Y si yo lo considero fuerza, tú deberías considerarlo de igual forma.

Sus palabras calaron muy dentro de mi, no pude evitar llorar por las cosas que me había dicho una niña, niña que al parecer sabía más de la vida que yo, un tío de 16 años. Me levanté del borde y caminé alejándome del mismo, ella sonrió y me abrazó murmurando un "Me alegra que tú ahora lo consideres fuerza". Lloré, abrazándola y arrodillandome para poder estar seguro de lo que había estado a punto de hacer. Minutos después rompí el abrazo y ella sonrió complacida. Se dió media vuelta dispuesta a irse dando saltitos volviendo a mordisquear su chocolate.

—¡Espera! —grité para que me escuchara, con miedo a la soledad y a la ignorancia, ella se volteó y me miró sonriendo aún— ¿Cómo te llamas? —cuestioné queriendo saber el nombre de mi salvadora, ridículo pero cierto.

—Me llamo Sunghye. —mordió su chocolate y volvió a dar media vuelta siguiendo su camino dando saltitos y tarareando una canción— ¡Adiós chico de la azotea! —gritó para luego irse.

Y yo sonreí y me quedé como un tonto mirando la nada.... Agradeciéndole internamente a esa niña por haberme hecho darme cuenta de que estaba a punto de cometer una gran tontería, puede que la más grande de mi vida.

STALKER ; Kth ¹ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora